16 de octubre de 2009

Romper con la rutina

Sinceramente creo que todos deberíamos romper con la rutina y probar nuevas experiencias. No hace falta que sean aventuras en la naturaleza o de riesgo, lo digo por la propia experiencia vivida el pasado martes 13.
Por motivos que no vienen al caso fui al trabajo en autobús de línea. Relato a continuación la experiencia con el transporte público.
Esa mañana salí, todavía de noche con las últimas estrellas resistiendo en el cielo, paseando hacia la estación de autobús, cuestión que me llevó unos 15 minutos y me permitió llegar con 1o de adelanto. La suerte del todavía día 12 hizo que comprase el billete por internet de manera que evité la larga cola de la taquilla. Pregunto al conductor si con el papel impreso es suficiente o tengo que hacer la cola. Con cara de resignación me confirma que es suficiente siempre que el ordenador de la empresa funcione y podamos salir. Cuando finalmente se abren las puertas y estamos casi para salir una señora pide al conductor que le venda el billete directamente y este le dice que no puede, a lo que ella le señala la larga cola y le insiste ya que pierde el autobús y el siguiente es 2 horas más tarde. Con mucha tranquilidad, mientras cuenta el número de pasajeros, le responde que haber madrugado más. Ella le cuenta que ha llegado con 15 minutos de adelanto y el chofer le ironiza con un "¿que son 15 minutos hoy en día?"... No vi la cara de la señora y finalmente se quedó en tierra.
Ya en carretera, todavía en la oscuridad previa al amanecer, mis compañeros de viaje empiezan su particular actuación:
Una señora mayor se queja de que la mujer joven de delante ha reclinado su asiento para echar una cabezadita sin contemplaciones hacia el pasajero de atrás. Y así se queda.
Alguno enciende su luz y lee algún documento de trabajo o apunte de clase.
La música ambiental es "Los 40 Principales" y las bromas que gastan a esa hora son a cada cual más pesada.
Empiezan las primeras toses y contagio generalizado. "Gripes" diversas recirculadas por el aire acondicionado del vehículo.
Un señor pide clemencia al conductor para que suba la temperatura ya que empezamos a preocuparnos por nuestra salud, pero claro, también hay que entender que se le empaña el cristal y no sabemos que es prioritario. Finalmente accede a subir un par de grados el aire.
El precioso amanecer me sorprende mostrándome un paisaje que desde esta nueva perspectiva de pasajero y mayor altura me parece complétamente desconocida.
Mi compañero me ha debido notar más despierto y se anima a contarme su vida. Le quedan 29 horas de viaje. Si, habéis leído bien, 29, se va hasta Sidney con escala en Alaska.. Que casualidad que el reportaje de ayer en Españoles por el mundo era de esa ciudad. En verdad vive en Darwin y pilota todos los días su propia avioneta hasta Sidney para trabajar. Lleva un móvil con el GPS encendido y ya en el atasco de Málaga me comenta que el conductor ha ido un poco lento en la subida del Arroyo de la Miel ya que su GPS le indicaba que iba a 60km/h. En estos momentos va a 11 por eso del atasco. Cree que puede llegar tarde a una reunión con sus jefes de España. Estos atascos no los tiene en Australia.

Al despedirnos, sin habernos presentado, me indica que si voy de viaje a Australia pregunte por Márquez ya que en Sidney no hay otro con ese apellido.

Que bien me lo he pasado. Será cuestión de repetir algún otro día.

Arturo Reque
Arquitecto

2 comentarios:

Anónimo dijo...

http://www.diariosur.es/corresponsales/malaguenos-mundo

Órfilo M. Aranda dijo...

Te juro que no me das envidia alguna con lo de viajar en el autobús hasta tu trabajo. Cuando terminé la carrera y me compré mi primer cochecillo, de segunda mano, of course, juré que nunca mais.

En cada viaje del trayecto Marbella-Málaga, o viceversa, tenía algo que contar al llegar. El pesao de turno que se liaba un par de canutos y llegábamos todos colocaos al destino; el abuelo que se quedaba dormido al lado con el cigarro en la boca y despertaba al caérsele la ceniza en la camisa, quemándole el pecho; el nene de atrás pegando patadas en mi respaldo. Y tantas y tantas cosas, que no envidio a nadie de los que tengan que coger un autobús a Málaga; aunque ahora no se puede fumar, ni abrir la ventanilla; pero sí que se pueden seguir haciendo cosas desagradables para el resto de los compañeros de viaje, como compartir los virus y gases intestinales.

Un abrazo.