25 de octubre de 2010

VARGAS LLOSA, EL MEJOR ACIERTO DE LA ACADEMIA SUECA

(Artículo publicado en el diario Marbella Express)

Allá por los años cuarenta un niño con pantalones cortos, cabellos sujetos por fijador y grandes ojos negros caminaba por la calle Ladislao Cabrera, en la ciudad de Cochabamba, (Bolivia) con la cartera a la espalda y una sonrisa grande paralela a su contento por abandonar al maestro de La Salle , el cura que le reñía si no le salían bien los problemas de Matemáticas. Era guapo, alegre, inocente y feliz. Especialmente si al llegar a su casa la abuela Carmen y la Mamaé le tenían preparado su postre preferido :la sopaipilias. Se llamaba Mario y aunque era huérfano de padre a su alrededor giraba una gran familia de tíos, el abuelo Pedro y la prima Wanda, cuyo nacimiento espió desde unos de los árboles del patio, sin llegar a enterarse de nada hasta mucho tiempo después, cuando vivía en Piura y unos amigos le dijeron con todo tipo de detalles como venían los niños al mundo y como lo fabricaban sus papás.

Fue allí en esa tierra andina donde comenzaría a fraguarse el extraordinario mundo imaginario de quien luego sería uno de los mejores escritores en lengua castellana. Lo ha sido desde su primera novela “La Ciudad y los Perros”, sin dejar de serlo en las muchas que iban sucediéndose, a pesar de que los estirados jueces de la Academia Sueca hayan necesitado tanto tiempo para reconocerle su genial maestría literaria.

Cuando en la tarde del jueves la noticia de que el Premio Nobel de Literatura se había otorgado a Mario Vargas Llosa, un grito unánime de satisfacción dejaba paso a otro más apagado con el que sus innumerables lectores decían : ¡Por fin! Queriendo decir que tras años de cavilaciones, más políticas que literarias, los implacables gestores del premio habían sucumbido a la verdad desnuda. El escritor peruano-español formaría desde ese momento en las filas donde mucho tiempo antes había debido estar.

Necesitaría un largo espacio para describir cuanto conozco del escritor galardonado. Me arreglaré con pinceladas sobre quien ha sido uno de mis escritores favoritos, por no decir el mayor, a partir de la lectura de“La Ciudad y los Perros”, esa magistral exposición de una autoridad mal entendida sufrida por niños a los que se tratan casi como animales. La genialidad del erotismo de Vargas Llosa lo descubría con Don Anselmo, uno de los principales protagonistas de “La Casa Verde”, fundador de la misma como prostíbulo, y de igual manera en “Pantaleón y las Visitadoras”, donde con dosis de humor cuenta la urgencia de sexo para los soldados de la Amazonia. O en Fonchito, provocando y llevando a la excitación a su madrastra bajo su apariencia angelical. Más tarde el mismo trío aparecería en “Los Cuadernos de Don Rigoberto”, con idéntica intención erótica-sensual.

La extensa lista de títulos del flamante Nobel que incluye libros tan dispares como el muy reverenciado “Conversaciones en la Catedral”, “Los Cachorros” y “La Fiesta del Chivo”, amén de geniales ensayos como los dedicados a sus admirados Flaubert y Onetti, entre otros, no es, o así me lo parece, sino el resultado de una vocación exhaustiva por la escritura que le lleva a ser considerado el más disciplinado de los de su generación y de los actuales. Famosas son sus anécdotas que incluyen la célebre frase dicha a cuantos estuvieran con él a una hora concreta :”Lo siento, pero tengo que marcharme a escribir. Póngase cómodo si quiere” ( repetida hasta a una bella joven en sus primeros años, a la que hizo salir desnuda del cuarto).

Tanto como su simpatía y sencillez alabamos hoy al hombre que hizo de España su segunda casa desde el día, feliz, en que en 1960 conociera a Carlos Barral y el editor se entusiasmara con su obra hasta el punto de editarla de inmediato cuando todavía en los corrillos literarios barceloneses –junto a García Márquez, Donoso, Benet, Echenique y Cortázar- los creadores e impulsores junto a Carmen Barcell del llamado “boom latinoamericano”, se le conocía sencillamente como “Varguitas”.

Defensor a ultranza del liberalismo político, no han sido sus opiniones sinceras las que más reconocimiento le hayan otorgado. Catalogado en alguna ocasión como “de derechas”, por su separación del Catrismo al que inicialmente apoyó, del Comunismo tan en boga entre los intelectuales de los sesenta, sus ideas, si son leídas con atención y neutralidad, muestran la verdadera cara de un escritor que no se casa, ni teme a nada ni a nadie.

Habitual visitante de Marbella, donde ha pronunciado encantadoras charlas a la vez que, según sus palabras “ponía mi cuerpo en forma” en la Buchinger, no podemos negar que su asombrosa inteligencia la utilizó incluso para la elección de este lugar, al que no abandonó ni en sus peores tiempos, cuando otros, menos importantes que él, lo hicieron.

Es cierto que desde el pasado jueves su vida no será como antes. Pero sí sus libros, y el gozo inmenso de sumergirse en ellos.

Me adhiero de corazón a todos los que dicen que el premio de la Academia Sueca debe interpretarse al revés: Ha sido el Nobel el que ha ganado con él. Enhorabuena, Maestro.

Ana María Mata
Historiadora y novelista

No hay comentarios: