26 de abril de 2011

DOS MINUTOS DEL DÍA (III)

¿Quién no puede perder dos minutos de su día para contemplar lo que le rodea?
Cotinuamos con el interesante experimento que estamos realizando, de manera artesanal -con el móvil y sin trípode-, donde pretendemos demostrar como la visión reiterada y en el tiempo de una misma escena puede provocarnos reflexiones y emociones.

Esperamos vuestras opiniones.
Arturo Reque Mata
Reque+Gallego Arquitectos

18 de abril de 2011

ALFONSO GARCIA Y GUZMAN. HISTORIADOR, DOCENTE, Y POETA

(Artículo publicado en el diario Marbella Express) 
No tuve la suerte de ser alumna suya puesto que cuando él llegó las  monjas habían acaparado ya al elemento femenino casi en su totalidad. A pesar de ello, de alguna  manera lo fui mucho tiempo después, cuando, junto a otros profesores, amigos comunes, nos veíamos en su casa para ser cómplices de una de las muchas “aventuras intelectuales” en las que de manera reiterada estaba inmerso. Y la amistad con este hombre polifacético y apasionado en su quehacer, he de reconocer que significó para mí una lección de sabiduría que alimentó mis inquietudes, haciendo que disfrutara aprendiendo, como me cuentan que lo hicieron la mayoría de alumnos que en su larga carrera de profesor le tenían un enorme respeto y cariño.
Alfonso Silvano García y Guzmán, catedrático de Historia del Arte en varios Institutos de Marbella, llegó a ella en 1955, destinado profesor del primero que se creó en la ciudad, el llamado Instituto Laboral. Había nacido en Madrid, pero el destino lo trajo muy temprano a Marbella, con sus primeras ilusiones docentes escondidas en la maleta, junto con una enorme capacidad de amor y curiosidad por todo lo bello. Nunca fue, y en eso coinciden todos sus alumnos, un profesor al uso; extasiado en la explicación de sus clases que preparaba con la minuciosidad de un artesano, el profesor García y Guzmán –siempre Don Alfonso- supuraba placer en cada una de las diapositivas que él mismo fotografiaba, y que después mostraba con idéntico éxtasis a quienes tenía en los pupitres, intentando que algo de su pasión artística  llegara hasta ellos.
El refrán dice que “De la abundancia del corazón habla la boca”, y nunca fue más acertado que en la persona de este profesor, cuya escasa visión, en lugar de ser un hándicap, lo motivó más y con más fuerza a intentar atrapar todo lo artístico que el hombre ha ido creando desde su instalación en el planeta tierra.
Con una mentalidad inquieta y vivaz, necesitó sentir en directo lo que después habría de enseñar a sus alumnos. Por ello, comenzó a viajar allá donde el Arte tiene su cumbre dorada y máxima: Italia y Grecia fueron recorridas palmo a palmo, como peregrino, como fotógrafo, como poeta. Porque Alfonso era un caudal tan inmenso que estalló en formas muy diversas.  Su intelecto era un mosaico de saberes que fue depositando paso a paso en la hermosura de poemas grandiosos donde la Mitología estaba presente como fuente y algunos mitos, como protagonistas. Poesía difícil, a veces, por la profundidad de conocimientos, que hacía necesario estar a una altura de gigante. Algunos de los títulos de su poemario hablan  claramente de la belleza que su interior encierran: “En Nassos siempre es amanecer”; “Dominio de un Dios fluvial”; Plutonio y la doncella”; y el más conocido, quizás, “Griseldiana” donde el erotismo se aúna con la mística en plástica extraordinaria.
Experto en el arte del Renacimiento, conocía Florencia casi tanto como la Marbella de la que con el tiempo se consideró un hijo más. Iba y venía, con su máquina de captar los Tizianos, Boticcellis, Miguel Angel, Brunellesci, Caravaggio, de quienes necesitaba no sólo la contemplación y el estudio de sus obras sino el aire y el pálpito callejero que sus admirados habían respirado antes que él.
Junto a ellos, y siempre acompañándolo, la Música. Me han dicho que era uno de los hombres más expertos en Opera. Lo era en todas las formas musicales, y puede que su saber y su forma de mostrarlo haya logrado en quienes estuvimos junto a él, un conocimiento de los clásicos que fue puro contagio. Escuchar a Mahler o Haydn unidos en una filmación de Alfonso era, de verdad, un placer reservado a los dioses.
Las filmaciones que mostraba a sus amigos eran documentales magníficos en los que un viaje se convertía en un cortometraje artístico y musical. Todo ello, ensamblado a la dulce, laboriosa, callada y extenuante labor de una mujer singular, cuyo nombre debe ir unido a los logros de Alfonso como si de los de ella se tratara. Pepita, a la manera de las “grandes” (Zenobia, María Teresa León…etc) aceptó que su marido se hiciera poeta e ilustrado experto en Arte mientras ella recorría a su lado el duro y casi anónimo camino de la cotidianidad. Fue para él sus ojos, y además, esposa, madre, compañera y ferviente admiradora. La simbiosis de esta pareja de profesores podría servir como un manual para el hoy tan difícil camino del matrimonio.
Sea este pequeño homenaje también para ella, la mujer de un hombre que vivía en otra atmósfera distinta a los conflictos de poder, dinero y ambiciones.
En nombre de antiguos alumnos, amigos, compañeros y confío que, de la mayoría de mis paisanos, un aplauso al ensimismado “Profesor de Arte”, sabio poeta y melómano exquisito.

Ana  María  Mata
Historiadora y novelista

12 de abril de 2011

CUATRO CIUDADES SOBRE DOS RUEDAS

I MARCHA CICLISTA SIMULTÁNEA POR LA BICI COMO MEDIO DE TRANSPORTE ALTERNATIVO. (10 de abril de 2011)

I Marcha ciclista por la bici como medio de transporte alternativo convocada por las asociaciones locales: Marbella ByCivic y La Vereita por Marbella; Fuenmijasenbici por Fuengirola y Mijas, y Ruedas Redondas por Málaga, con el patrocinio de la Mancomunidad de Munuicipio de la Costa del Sol Occidental.

Lección de organización, poder de convocatoria y enorme respuesta ciudadana a esta original cita de Cuatro Ciudades Sobre Dos Ruedas.

EN MARBELLA

Los más de 430 ciclistas urbanos, más familiares y amigos que no pudieron unirse por diversos motivos, demostraron que Marbella y San Pedro tienen una gran necesidad de infraestructuras eficaces y eficientes que faciliten la movilidad urbana sostenible. Los peatones, el transporte público eficiente y las bicicletas deben ser una prioridad para cualquier dirigente que se precie.
Este precioso evento que ha reunido a familias de Marbella debe ser un HITO en el cambio hacia una ciudad moderna, sostenible y que tiene en cuenta las necesidades que reclaman sus ciudadanos. NO ES UNA UTOPIA, estamos ahí.

MARBELLA ES CÍVICA. MARBELLA BYCIVIC.

Arturo Reque Mata
Arquitecto
Miembro de la asociación Marbella ByCivic.

11 de abril de 2011

AQUELLAS MEMORABLES CHARLAS CON PETER VIERTEL

(Artículo publicado en el diario Marbella Express el 11 de abril de 2011)
La primera vez que le ví pensé que era uno de los hombres más guapos que había conocido nunca. Con el tiempo supe que detrás de su atractiva figura había mucho más de lo que sus anchos hombros, alta estatura y hechicera sonrisa mostraban al exterior. Comprendí también por qué Deborah Kerr, actriz en plena fama, lo dejó todo, marido, hijas, y hasta el país, por seguir sus pasos. Se había enamorado de aquél guionista mordaz, elegante y deportista cuya seducción pocas mujeres antes de ella fueron capaces de rechazar.

Recuerdo el día y hasta la hora de nuestro encuentro. Arturo, mi marido, llevaba un tiempo ya de amistad con él, comenzada en el despacho de abogado y continuada en el campo de golf, donde jugarían juntos cada tarde hasta pocos días antes de la muerte de Peter. A veces lo cambiaban por el tenis, para terminar en una sesión de cine. Durante la friolera de más de treinta años se vieron tarde tras tarde, “como dos putos enamorados”, en palabras de Peter, cuyo español estaba bien repleto de palabras fuertes, aprendidas –decía- de su jardinero. La tarde en que lo llevó a casa (de improviso, como suelen hacer los maridos) hacía un día tristón, con nubes que acabaron rompiendo en una lluvia tempestuosa e inesperada para mayo, tan bonito mes. Lo primero que oí decirle cuando el torrente de agua caía sin cesar fue lo que sigue: “Lo que faltaba, que falle el maldito tiempo. Pues os digo que ni él, ni los jodidos políticos me echarán de Marbella. Para algo he sido Soldado Marine, para aguantar”.
Peter Viertel, uno de los grandes guionistas de Hollywood, escritor, impertérrito galán y como estigma, marido de Deborah Kerr, ha sido una de las personas más interesantes que la vida me ha ofrecido tratar. Son conocidos los datos básicos de su vida, hijo de Salka Viertel, actriz y guionista famosa, y del director teatral Berthold Viertel, nació en Polonia, en la zona de Galitzia, de donde sus padres huyeron en la primera guerra mundial, instalándose en California. En su casa de Mabery Road,  Salka fue anfitriona de escritores y artitas huidos, para pasar luego a confidente especial de personalidades como Greta Garbo, Lubistsch, y Thomas Mann. El salón de la casa, a un paso de la playa de Santa Mónica, está considerado como el primer salón artístico, literario y político de America en un momento crucial de la Historia.: Einstein, Huxley, Strawinsky, Alma Mahler, Berthol Brech, Malraux, Karl Kraus, John Huston  y un innumerable grupo de intelectuales convivían prácticamente en la casa de Salka, entrando y saliendo, a veces preocupados por el giro de la política mundial, otras entusiasmados por sus propias emociones artísticas compartidas.  
Junto con ellos, un niño y luego joven, rubio, con ojos de curiosidad y diversión, pasaba de uno a otro, como un juguete muy querido en el que ya eran previsibles sus dotes de seducción. Aquellos personajes, para él familiares, llenarían su cerebro de un sustrato cultural tan intenso que ninguna escuela distinguida hubiese podido emular. Peter mamó además de lácteos, música, teatro, cine, filosofía y literatura antes de que su cuerpo echase a andar primero por el jardín de Mabery Road y más tarde  a lo largo de América y Europa.
Como buen americano se enroló en el Cuerpo de  Marines para combatir contra el nazismo de Hitler, pasando a la reserva en diciembre de 1945. Para entonces ya se había casado con Jigee, su primera mujer oficial, con la que tendría una hija, Cristina. Con ellas viviría un tiempo en Klosteer (Suiza), encantador lugar para la práctica del deporte de la nieve. Klosteer sería después un refugio para él cuando necesitaba soledad e inspiración para escribir.
Su amigo Robert Cappa le dijo un día que Hemingway, su ídolo literario y de aventuras, daría una conferencia en el Shine Auditorium de Los Angeles , con el fin de reunir fondos para la adquisición de ambulancias para la República Española. También hablaba Malraux, al que conocía desde pequeño. Allá fue Viertel para oír al famoso escritor al que ya sus amigos le llamaban “Papá”. Cappa le dijo al autor del “Viejo y el Mar,”quien era el hijo de Salka, y que estaba en su habitación presa de un fuerte dolor lumbar. Hemingway llamó a la puerta con un bote de “grasa de león”, y se ofreció para frotarle con él; se lo habían recomendado los nativos de Masai en Kenia.  A partir de ese momento se convirtieron en amigos que recorrerían el mundo juntos. Ernest enseñaría a Peter trucos de escritura y llegarían a ser tan íntimos que, a pesar de su distanciamiento último, la muerte de “Papá” sumió a Peter en la única depresión que me contó haber tenido en su vida.
Fue Hemingway quien lo trajo a España  y lo introdujo, junto a Deborah, en lo más hondo del espíritu español del momento, el mundo de los toros y de los toreros. De ahí pasó a la aristocracia, Ignacio Coca, los Quintanilla, Bismarck….etc, que le animaron a conocer y después comprar una casa en Marbella. En esa casa, se instalaría con Deborah y en ella compartiríamos muchas de las inolvidables charlas mientras la dulce Magdalena preparaba algunos de sus apetitosos platos y pasteles. He de decir que de Deborah sólo recuerdo sus últimos tiempos aquí, ya enferma, y siempre cortés y elegante, pero silenciosa rodeada de sus queridos gatos Tigre, Luna y otro cuyo nombre olvidé. Deborah marchó a Londres cuando la enfermedad fue a peor, para vivir cerca de las hijas de su primer matrimonio.
Quedó Peter, más o menos solo ( no entro en cuestiones particularísimas) y la amistad con Arturo me lo hizo cercano hasta unos niveles de confianza que siempre agradecí y que me honro en haber poseído. Consciente de tener enfrente a un interlocutor especial, aproveché cada momento para empujarle a contarme  sus muy interesantes vivencias.
Nunca me defraudó. Supe por él la difícil relación que ya tenían Lucía Bosé y el “torero”, las manías desconocidas de Orson Welles, la radical finura de David Niven, lo rácano que podía ser Mel Ferrer, la gran belleza y caché de Bettina, uno de sus antiguos amores, que acabó con el príncipe Alí Khan. De Ava Gadner, con quien compartió habitación en Madrid, en una noche increíblemente “blanca”, por miedo a Frank Sinatra y a la verborrea alcohólica de Ava.  Supe, y eso fue increíblemente feliz para una aprendiz de escritora, que Thomas Mann intentaba explicarle por qué había escrito “La Montaña Mágica”, que Irwin Shaw cambiaba sus galeradas si a Peter o Salka no les gustaba, que Bertrand Rusell hablaba con estupenda sencillez de temas filosóficos, que Huxley y él no se llevaban muy bien…y que Alma Mahler era una mujer con un carisma especial.
Supe casi todo lo referente al desgraciado asunto MacCarty, en el que estuvo a punto de  estar implicado, y que Greta, la Divina Garbo, volvía loca a su  madre con sus extravagancias, exigiendo de ella todo su tiempo.
Confieso hoy que la mayoría de las veces en que cenábamos Arturo y yo con él en El Canntuccio, un restaurante en lo alto del pueblo que le encantaba, no me enteré de lo que comía, absorbida por su cháchara, intensa como la mía, alegre, llena de un humor sabio que nunca olvidaré.
Han pasado cuatro años de su adiós definitivo, y todavía me estremezco a la hora en que llamaba diariamente para quedar con mi marido, creyendo oír su voz.  Esa voz que me llamaba casi de madrugada cuando, escribiendo, se le atragantaba la ortografía de una palabra en castellano; o quería saber el título de una obra de Delibes, Cela o Javier Marías O simplemente llamaba para decirme:”el puto ordenador me ha vuelto a dejar tirado.¿por qué me lo aconsejasteis?.”
En sus últimos días de vida, entrado ya en un semi-coma, sólo quería ver y unir sus manos a los de la fiel Magdalena y a las de Arturo, porque sabía que fueron los únicos después de una vida tan intensa, y lleno de Amistades Peligrosas, como era el título de uno de sus libros, que no le habían fallado.
Me gustaría que allá donde ese espíritu tan aventurero haya encontrado al fín reposo, alguien le dijera que su “camarada en letras” como me apodó, sigue acordándose de él y de las memorables charlas que mantuvimos.

 Ana  María Mata
Historiadora y novelista

      

7 de abril de 2011

ZENOBIA CAMPRUBÍ

                           
A  LA  SOMBRA  SIEMPRE  DE  JUAN  RAMON  J.

 (Artículo publicado en el diario "Marbella Express" en abril de 2011)
En las fotografías de los años de entreguerras aparece siempre sonriente, con un diseño de señorita americana, sombreros blancos, pantalones de pliegues, cintura de Coco Chanel, zapatos con hebillas y un gesto por el que se le escapaba un alma feliz. A su lado el poeta transmite una sensación adusta, aire ensimismado, traje oscuro, rostro cetrino, una figura que El Greco habría incorporado como personaje al entierro del Conde de Orgaz.  Una pareja extraña. Tan distintos por fuera como debieron serlo también por dentro. Y el enigma a veces incomprensible del amor que los une para siempre, transformando a quien pudo ser una mujer destacada y brillante, en la sombra del hombre triste y neurasténico que no por ello deja de ser el poeta más decisivo e importante de la lengua española.
La mujer de Juan Ramón Jiménez, Zenobia  Camprubí  Aymar nació en 1887, en un pueblo de la costa catalana, Malgrat de Mar, donde sus padres pasaban las vacaciones de verano. Su padre, Raimundo Camprubí era un ingeniero catalán que en uno de sus trabajos en Puerto Rico conoció a Isabel Aymar, de una familia mercantil adinerada de ascendencia estadounidense.  La madre de Zenobia, divorciada luego de un marido vicioso del juego se llevó a la hija a Nueva York donde vivieron a expensas de la familia materna. Estudió en Columbia, fue inscrita en el Club de Mujeres Feministas y participó en actividades culturales y filantrópicas al estilo de las élites neoyorquinas.   
La preparación intelectual de Zenobia corría pareja a la belleza de su físico, del que Giménez Caballero escribió: “Sus ojos eran claros, de felino. Su expresividad facial arrulladora. Y su voz resultaba hipnótica, con virtudes de hechizo”. Se decía que por ella hubo serias y apasionadas querencias entre los mejores  hombres de su entorno. Al parecer el aire exótico que desprendía fue muy alabado a su regreso a España en 1909, año en el que se instaló con su madre en Madrid y empezó a frecuentar junto a otros americanos el Lyceum Club y la Residencia de Señoritas. En ellos conocería a María de Maaetzu, la directora, Victoria Kent, secretaria, y más tarde a María Teresa León, María Lejárraga e Isabel Oyarzábal, quien saldría de allí para ser la primera mujer española   embajadora, con destino Suecia
En 1911, Juan Ramón ya era un poeta admirado. Vivía en la Residencia de Estudiantes, próxima al Lyceum Club femenino. El poeta había pasado ya por algunas crisis nerviosas que le habían llevado a internarse por un tiempo en Burdeos, bajo la custodia de un afamado doctor. En otra ocasión, en  la clínica del Rosario de Madrid, en sucesivas recaídas, cuentan que llegó a tener aventuras amorosas y eróticas incluso con una monja de la clínica, aventuras que trasladó a sus versos. La debilidad psíquica del poeta era conocida por los residentes y compañeros, que se acostumbraron al carácter huraño y desconcertante del que, por otro lado, consideraban superdotado para las letras.
Una tarde de primavera Zenobia acudió a la Residencia de estudiantes, y allí, al final de una conferencia, la abordó Juan Ramón, a quien le habían llegado rumores de su belleza y distinción. Pero ella se mostró esquiva a sus requerimientos, quizás por encontrarlos antiguos y demasiado formales. El poeta comenzó a acosarla con versos cada vez más encendidos y directos. Marchó a Nueva York como resistencia, pero hasta allí la siguió Juan Ramón, obsesionado por la mujer elegante y bellísima a la que llamaban “la Americanita”. Acabó rindiéndose a las dotes amatorias y requiebros del hombre al que empezó a admirar antes de enamorarse de su compleja y difícil personalidad.
Se casaron en 1916, en la iglesia católica de St. Stephen. Empezaría desde ese momento el gozoso tormento de Zenobia.
Ya en España, el poeta hilaba sus versos en habitaciones acolchadas donde podía mantenerse incontaminado e inmune a las realidades de la vida. Su carácter agrio y especialmente enfermizo necesitó ser atemperado por la mujer con la que, al casarse, condenó a abandonar su propia vida en favor de la suya. Zenobia montó una tienda de antigüedades y se dedicó a alquilar y decorar pisos para diplomáticos extranjeros; la poesía, incluso para alguien tan reconocido en ella como J. Ramón, no solucionaba los problemas económicos  Después de traducir a R.Tagore al inglés, Zenobia dejó de escribir. Reconoció que el talento de su marido era más elevado y se dedicó a enmascarar las depresiones de éste con su alegría, dispuesta a levantar el ánimo del ser misántropo a quien el azar le había unido en matrimonio.
A partir del exilio de la Guerra Civil, en La Habana, Zenobia comenzó a escribir sus diarios que no abandonó hasta su muerte. Recalaron en Puerto Rico por deseo de Juan Ramón, y allí ella enfermaría de cáncer, enfermedad de la cual fallecería el 28 de octubre de 1956. Tres día antes a Juan Ramón le habían concedido el premio Nobel.
En una de las páginas de su diario, Zenobia dejó escrito: “En esta empresa nuestra, yo siempre he sido Sancho”.  María Teresa León, identificada con ella, un paso siempre detrás de Alberti, cuenta a su vez en sus Memorias : “Fue la de Zenobia  una decisión dura pero hermosísima: vivir al lado del fuego y ser la sombra”.

Ana  María Mata
Historiadora  y  novelista                                      

1 de abril de 2011

EDADES Y CAMBIOS EN LA HISTORIA


Nuestro lenguaje posee dos vocablos cuyo contenido están íntimamente unidos, de tal manera que la existencia de uno implica la del otro, y son Vida y Movimiento. El concepto de vida y el de inmovilidad son absolutamente antagónicos, lo cual presupone en la primera, por tanto, el de evolución y cambio continuo. Ya lo dijo Heráclito, el pobre, que a pesar de decir otras cosas de gran relevancia, quedaría para siempre, como “El griego que dijo lo del río”, pues fue su famosa premisa de que “nadie puede bañarse dos veces en el mismo río” lo que llegaría hasta hoy como metáfora de los cambios continuos que todo lo que vive experimenta.
El mundo gira sin cesar y las civilizaciones desaparecen con mayor o menor rastro tras de sí .Los historiadores, por ello, en su afán de un mejor estudio de los cambios que en la humanidad se han  ido sucediendo, de la evolución, en fin de la historia, han clasificado a ésta en bloques o edades, para poder situarse dentro de la misma con una cierta orientación. Es por eso que estamos acostumbrados a las clásicas divisiones de: Pre-historia, Edad Antigua, Edad Media, Edad Moderna y Edad Contemporánea.
La oscuridad del primer estadio irrumpe solo aliviada por la aparente necesidad que el hombre  -ya fuese el Austrolopitecus, Cro-Magnon, Neardenthal, Erectus o Sapiens- parece que tuvo de expresar de algún modo sus temores y hasta la misma realidad, en forma de elementos pictóricos en el interior de las cuevas donde por propia supervivencia debían habitar. Su forma de vida solo puede ser imaginada, y grandes enigmas en forma pétrea, como las figuras de la Isla de Pascua o los menhires circulares de Stonehenge en Inglaterra han quedado como interrogantes de la causa que los llevó a levantarlos en dichos lugares.
Con la aparición de la agricultura, llega el Neolítico, y a continuación las primeras civilizaciones reconocidas a orillas del Tigris y el Eufrates, que cuentan ya con signos gráficos realizados en arcilla o piedra. Comienza la Edad Antigua, pues, en Mesopotamia, con  los Asirios y Babilónicos, las contrucciones de los “ziguras” o primeras torres escalonadas buscando el cielo, y por desgracia las luchas ya  entre ellos a la par que esculpían bellísimos bajorrelieves antropomórficos.  Egipto, Grecia y Roma constituyen el colofón glorioso de la llamada E.Antigua que será luego un referente perpetuo para las épocas siguientes.
La caída del Imperio Romano traerá además de los mal llamados bárbaros, la llegada de la E. Media, el Medievo largo y difícil que con sus regímenes teocráticos, las Cruzadas y el enorme peso de la Iglesia Romana, darán lugar a un largo periodo de gozos y sombras en los que el hombre evoluciona mentalmente en lo artístico hasta llegar al inicio de lo que sería después el Renacimiento, y dice adiós a la pléyade de dioses romanos para unificarlos en la figura tantas veces recreada del Pantócrator.
Europa es un inmenso territorio sin fronteras reales aún que pelea en forma desigual por la creación de las mismas, y coloca a Dios como testigo de cuanto signifique guerra, imperio y poderíos feudales. El descubrimiento de América , error de itinerario en la búsqueda de las Indias, acontecimiento sin par para una Iberia absolutista, da el pistoletazo a la Edad Moderna, coincidente con la caída del Imperio Bizantino, y el invento por Gutemberg de la imprenta.  El ser humano ha ido cambiando hasta ser capaz de pensar en una manera de dejar huella alejada de la piedra, el papiro y su fanático afán guerrero. La imprenta revoluciona el planeta a través de unos signos impresos en papel en los que todo queda para siempre inmortalizado. No tendrán acceso a ella más que los privilegiados monjes  y escribanos, inmersos en los señoríos feudales, que, sin embargo, nos harán llegar las míseras condiciones de los llamados siervos, en grandes volúmenes con aparatosos y a veces, bellísimos dibujos en sus laterales.
Esas condiciones serviles e inhumanas serán las que tiempo más tarde traerán los primeros gritos revolucionarios de hombres y mujeres que bajo el lema de Igualdad y Fraternidad inaugurarán la Edad Contemporánea con el enorme cambio que significó la Revolución Francesa.
Hasta aquí, en 1789, las edades clásicas que los historiadores proclaman. Estamos pues, todavía en esa E. Contemporánea a la espera de un acontecimiento singular que a los estudiosos posteriores les sirva de guía y denomine un nuevo periodo.
¿Cabe la posibilidad de que sea llamada Edad Atómica? ;¿tal vez, en el mismo sentido, Edad Nuclear? Es posible y hasta lógico que así sea. Lo cierto es que quizás no nos hayamos parado a pensar en que ahora, en estos días de tremenda convulsión del mundo árabe, estemos viviendo el fin de una era y el comienzo de otra. La inmediatez de los medios informativos  y el exceso de ello, produce la impresión  (desde la comodidad de nuestro sofá casero) de estar viendo series documentales de las muchas a las que Norteamérica nos tiene acostumbrados. Pero debemos ser conscientes de que asistimos a un cambio quizás irreversible de una civilización hoy desmembrada, pero cuyo futuro nadie puede asegurar. Los dictadores parecen tener sus días contados, pero no podemos ser tan ilusos de creer en la instauración de democracias allí donde llevan siglos de poderes tribales, colonizaciones, y fanatismo por doquier. Sin líderes con carisma ni conocimiento de las reglas constitucionales. Solo Alá para la mayoría, desierto, petróleo y envidias generalizadas.
No sé ustedes, pero yo estoy inmersa en una gran confusión ante las posturas de nuestros hipócritas jefes occidentales. ¿Por qué ayer estos sátrapas eran amigos a los que sonreíamos y festejábamos sus extravagancias mientras nos surtían de petróleo y les vendíamos armas? ¿Qué harían en el supuesto caso de que Gadafi desapareciera? ¿O si mañana Siria, Jordania, Yemen, Marruecos y Arabia Saudí toman el mismo camino? ¿Acaso tienen una solución que no lleve a la terrible actualidad de Irak?
Desde Obama hasta el sonriente Zapatero hubiesen preferido que todo siguiese como estaba por el bien de sus  intereses. Estamos en la Edad Atómica ya,  pero mejor será que hagamos como si nada. Aceptar que realmente donde estamos inmersos es en la Edad de la Hipocresía.

Ana  María Mata
Historiadora y novelista