1 de marzo de 2012

PLAYA DE LA FONTANILLA


Tengo querencia a su arena grisácea y el rebalaje suave de su orilla quizás porque mi niñez, como dijo Serrat, anda enredada aún en el oleaje de su agua cálida, y mis ojos se empeñan en seguir viendo junto al faro vigilante y el poderío de La Concha, niñas y niños imaginando dunas desde donde nos lanzábamos cual trampolines semejantes a los de Esther Williams, la atractiva nadadora que el cine nos mostraba como la estrella por excelencia del momento. Aquella arena, blanca entonces, casi harinosa, representaba para nosotras un desierto del que nos sentíamos dueños, sin camellos, pero sí grandes y punzantes macizos de pitas de los que debíamos cuidarnos, y a los que ahora, creo que llaman, más pequeños, plantas de aloe.     
Estrofa de nostalgia que podría prolongar con largueza, pero no quiero ni debo. De nada sirve añorar lo perdido aunque reconforte el recuerdo de sus muchas horas de gozo.
 Pasaba hace unos días por allí, el lugar donde estuvo y que conserva su nombre. Me había adaptado hace tiempo al mármol que la respalda  y donde pasean hoy personas de lugares tan dispares; al comercio y bares que ocupan nuestras dunas de antaño, y hasta a las palmeras que le añadieron sin venir a qué. En esencia –pensaba– seguía siendo ella, la Fontanilla de siempre, playa de nuestros secretos, conservadora silenciosa de anhelos tal vez incumplidos, testigo de un pueblo que derrochaba inocencia. 
Ví unas máquinas que arrancaban palmeras y otras que intentaban extraer o demoler piedras inmensas que usurpaban a la arena inexistente. Entre las baldosas del paseo y el mar, pedruscos desiguales hacían las veces de orilla a la que seguía llegando espuma de olas intermitentes. La playa había desaparecido. Imposible imaginar que alguien fuese capaz de soñar con un baño en ese trozo de mar, que sin embargo, seguía estando allí.
No entiendo la causa exacta de la inexistencia de una de las mejores playas de Marbella. No entiendo la dejadez de los responsables de Costas, de Fomento u organismo similar. Los fenómenos naturales siempre estaban ahí sobre nuestras cabezas, tormentas, marejadas, rayos y truenos. Pero nosotros cada verano subíamos a sus montículos de arena y desde ellos nos zambullíamos en su mar. ¿Qué le habremos hecho para que decida abandonarnos?...Cambios inadecuados, exceso de cemento a su espalda. Quizás no sea eso. No lo sé.  Pero siento gran dolor al verla tan desolada. Fíjense si la amo que mi primera novela lleva como título su nombre.
Ana  María  Mata 
Historiadora y novelista

2 comentarios:

Dragón del Viento. dijo...

Lo triste ahora será que para Semana Santa se darán las prisas y los agobios y meteran las retroexcavadoras y los camiones para robar la arena de la playa de El Cable para llevársela a las playas más destrozadas, con lo cual destruiran un año más el rebalaje de la del Cable. Y es que en vez de apostar por una solución integral a largo plazo "visten a un santo desnudando a otro" ¡Lamentable!.

Anónimo dijo...

Que vuelvan a poner los espigones en las playas de Marbella