5 de junio de 2012

HABLEMOS DE LA FERIA


Sí, por favor, permítanme escribir sobre la Feria aprovechando que se acerca el día del patrón, San Bernabé, y esos días siempre fueron sagrados para el pueblo, diferentes, como si una especie de atmósfera muy antigua y común a todos nos envolviese para recordarnos las raíces y la identidad que a veces se presume difusa.
Foto del Blog Arte y Grabado


Hablemos de ella también para no hablar de lo que llevamos tanto tiempo haciéndolo, y por desgracia deberemos repetir otro día, pero hoy no, abandonemos por un instante las caras largas para sumergirnos en algo cuya propiedad nadie puede arrancarnos y con lo que hemos pasado tantos años de gozo, de pequeños placeres, de convivencia.
Es cierto que Bernabé era un chipriota cuya misión consistía en anunciar el Evangelio allende las fronteras. También lo es que Fernando e Isabel lo instauraron como patrón de Marbella porque la rendición definitiva del musulmán tuvo lugar un once de junio un tanto lejano (1945) y ese día el calendario cristiano llevaba su nombre. Imagino que los nuevos habitantes de la Marbella ya cristiana decidieron festejar ese día con honores al santo y con algo lúdico para la población. Sería más o menos así como llegó hasta nosotros la semana grande de un pueblo, todavía pequeño pero con índices notables de una posterior grandeza.
La tradición se ha perpetuado y la Hermandad de Romeros hizo aumentar la devoción al patrón, algunos años antes no muy festejado. Volvió a subir en andas y pasear por las calles principales. Hasta un himno, del cual el gran y malogrado Paco Cantos y esta humilde escritora tuvieron mucho que ver: “Hay un júbilo en el aire…”decíamos al empezar, y así era, así es el comienzo de nuestra feria de siempre.
Una feria que como tantas cosas sobre unos hombros ya cansados, impulsa mi nostalgia, o si quieren mis recuerdos hacia años en los que la ciudad y algunos de los que la habitamos poseíamos ese don tan preciado como fugaz que se llama adolescencia y juventud. Cuando el diez de junio corríamos hacia la Plaza de los Naranjos para oír el primer cohete que abría el balcón del Consistorio y daba paso al alcalde portando el Pendón de Marbella, que siempre nos dijeron que era el mismo que portara Fernando el Católico. El himno nacional ponía lágrimas en los ojos a la espera de más cohetes y a la salida de los Gigantes y Cabezudos, a quienes seguíamos con el corazón ya agitado por las callejuelas. Lo he contado mil veces, pero no me resisto a no decir que ese día era “obligado” estrenar un traje de tela de vichy rematado en vivos blancos.
El once era el día mayor, la procesión a la Cruz del Humilladero por la mañana (simbólico lugar de la rendición del árabe) y la salida a la Feria por la tarde, con las galas del momento: piqué, perforados, gasas y zapatos mortíferos de un charol con intenciones mortificantes. Visita a Rafael y Angelita los más fieles de nuestros feriantes, dueños de las barquitas, el primer cacharro que recuerdo y cuyo balanceo más o menos alto demostraba la valentía del feriado. Noria pequeña, pero embriagadora y alarmante si eras de los que quedaban en alto hasta la próxima ronda. Carro de las “patás”, cuyas cadenas te mandaban al trasero de quien te precedía, risas si era amigo, enfado si no lo era. Tren de la Muerte, escobazos a doquier, la Ola, suave inmersión en un cacharro para los temerosos, mareos en la tina, achuchones de primeras parejas….el Látigo algo más tarde, novedad y desafío al equilibrio.
El circo, desde luego, en la explanada que hoy ocupa el edificio Torre de Marbella. Payasos, especialmente miedo al blanco y carcajada con el torpe, el desvalido.
Teatro de Manolita Chen, la lujuria del franquismo, pechos con lentejuelas y piernas en alto. Hombres en su mayoría, pero también mujeres, esposas que miraban con disimulo aquellas mujeres provocadoras.
Caseta municipal en la Alameda con animadora, cerveza y gambas, el gran dispendio para los mayores, para los que venían del campo con sus lustrosos trajes y el bronceado de la era, que excluía la frente. Ginkanas y cucañas, cintas bordadas para el joven de tu sueños que corría las carreras de bicicleta en la Alameda...
Ilusión. Magia. Alegría de contar con unos días donde los problemas se resolvían a base de cucuruchos de almendradas y turrón. Donde Marbella era más pueblo que nunca, pero eso sí con la felicidad de quienes no necesitaban nada más. ¡Viva san Bernabé!

Ana  María  Mata  
Historiadora y novelista   

3 comentarios:

la-de-marbella dijo...

A MaruMarbella le va a volver loca tu foto. on sus padres, su hermano Antonio y ella. Voy a decirselo.

A mi me gustaba la feria de día en el centro. Con ciertas limitaciones, sería la fiesta ideal para cualquier ciudad. Marbella centro con sus plazas,alameda y avenidas bien se merece una fiesta.

Que lo paseís muy bien.

Órfilo M. Aranda dijo...

Madre mía, sí que me acuerdo de las barquitas en el parque, de que mi madre nos compraba siempre ropa nueva para la feria, y que todo era mucho más sencillo, más íntimo.

Me parece que me voy haciendo mayor.

Buena feria.

Marudemarbella dijo...

¡AY que recuerdos!
Lo de los vestidos nuevos es verdad, mi madre para feria me compraba tres, uno para cada día de la feria, en la tienda de "Loly",cerca de vuestra librería y después cuando crecí en "Nuria", o en "Palma", esperábamos con ilusión esos días en los que disfrutábamos tanto y nuestros familiares nos daban "dinerillo para los cacharros"
Muchas gracias por poner la foto, me ha encantado que lo hagas, y me ha emocionado tu escrito.
Un beso y ahora dentro de un rato !a la feria!