12 de febrero de 2013

TESTAS CORONADAS



(Artículo publicado en el Diario SUR el 7 de febrero de 2013)
No me gusta para nada el Medievo, lo reconozco sin ambages. Quizás porque su estudio exhaustivo me dio a conocer una época histórica en la que el hombre andaba sumido en una oscuridad mental que además de crear una teocracia sin límites originó a su través sistemas de gobierno como el feudalismo y las monarquías absolutas, en las que el poder de los reyes emanaba directamente de Dios.
Por fortuna nada que ver con las todavía existentes monarquías que en Europa principalmente, rigen las vidas de los ciudadanos y cuyo anacronismo, simpático si quieren, parece tener valor o mérito de unificación y representación ante los otros países, países que  abandonaron hace tiempo lo de las “testas coronadas”.
Quisiera decir que mi indiferencia hacia las coronas en general y la nuestra en particular me induce única y exclusivamente a observar el vestuario de las damas y cotillear sobre sus arrugas en una de las revistas que todos conocemos por el excesivo número de páginas que le dedica y el buen coloreado de sus fotografías.
Ocurre que una cosa es esta inocua pérdida de tiempo y otra muy distinta la relevancia que las actuaciones de determinados personajes pertenecientes al citado grupo llevan implícitas en la economía y la vida de nuestro país. Como adorno, servían, de acuerdo, como embajadores, en determinadas ocasiones, también, y no olvido una muy precisa actuación del jefe de todos ellos en un momento muy difícil de nuestra historia reciente.
Pero por mucho que algunos quieran cerrar ojos y oídos a hechos concretos de esa misma realeza, como si volviésemos al medievo, considero inútil y absurdo en pleno siglo XXI tratar de justificar lo injustificable por eso tan simple de “cuidar la estabilidad de la corona y del país”.
La corona debe cuidarse solita, que para eso lleva años ejerciendo su fácil y cómoda misión. Si además de una vida casi regalada, vamos a soportar los caprichos de un soberano en plena crisis viajando con su “asesora” a matar elefantes, y dejando que su deportista yerno, de nombre difícil, haga y deshaga a voluntad utilizando el título que consiguió (y perdonen la ordinariez) por un buen braguetazo…además de elaborar la más compleja trama de sociedades ilegales bajo el  nombre de “Noos”, entonces es que además de estar en crisis los españoles hemos entrado en un estado de estupidez que raya en catatónico.
Cada día nos despertamos con un nuevo imputado más cercano a las puertas de palacio que el anterior. El socio primitivo, a la vista de que querían cargarle el marrón a él, ha hecho lo normal, que es defenderse con uñas y dientes, aunque las uñas sean las de la infanta esposa y los dientes casi, casi del suegro coronado. De momento hoy han imputado al secretario de las infantas para que explique hasta donde llegaban sus relaciones con el yerno vasco y cuales eran sus funciones como tesorero del célebre instituto “Noos”. Alerta con los tesoreros, cuyo cargo parece alterar las meninges, de acuerdo con la actuación del anterior, ex del partido que gobierna.
Los correos electrónicos son un invento buenísimo según cual sea la utilización que de ellos se haga. Han desterrado al fax, al teléfono y no digamos a las cartas antiguas por correo, hoy casi prehistóricas. Lo malo es la impresora, la conservación que  por aquello de  “por si las moscas”, lleva a cabo alguna de las partes. Cuando se  juega sucio, hay que saber jugar, y en ocasiones la conservación de e-mail escritos en momentos eufóricos pueden dar a quienes juegan muy malos ratos posteriores. Que se lo digan al yerno en cuestión con su bromita en torno al título, tan de mal gusto como atrevida.
La Casa Real no ha caído del cielo como decían en Mesopotamia que llegó Gilgamecht, uno de los reyes de la ciudad de Ur. Es terrenal, demasiado por lo que estamos viendo, y sus miembros saben que la herencia no es garantía de nada si no cuenta con el apoyo del pueblo.
No he hablado de abdicación, que conste. Pero no debían olvidar que si antes hubo barcos que salieron de Cartagena, hoy existen aviones más rápidos y con diversidad de destinos posibles.

Ana  María  Mata
Historiadora y novelista 









      

1 comentario:

Esencia dijo...

Con la ciencia infusa no estoy de acuerdo, y con la sangre"azul" por los siglos, mucho menos. Así que esperemos que se ganen el sustento como todo hijo de vecino y se dejen de tonterías.