7 de septiembre de 2013

LOS MUERTOS NO PREGUNTAN


(Artículo publicado en el periódico Tribuna Express el 5 de septiembre de 2013)


Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Especialmente –añado por mi cuenta- los que ostentan algún tipo de poder sobre los demás. Es evidente que ni la memoria del error, ni la experiencia adquirida trágicamente a través de ellos sirven en ocasiones para detener la necesidad de demostrar ante el mundo la supuesta superioridad que suele enmascararse bajo el eufemismo de ayuda a los débiles o de defensa de determinados valores.
Han pasado diez años desde el día en que los Estados Unidos de América tomaron la decisión de invadir Irak ( 20 marzo 2003). La justificación específica del ataque fue la posesión por las fuerzas de Sadam Hussein de armas nucleares. Tristemente célebre por la difusión que los medios televisivos hicieron de los feroces combates, la guerra de Irak
se convirtió en un espectáculo macabro en el que algunos países europeos metieron las narices para salir escaldados y hasta humillados de una operación que al día de hoy no parece tener fin. La muerte del tirano Sadam solo obtuvo para su país una división mayor entre la mayoría chií y los de confesión suní. Los cadáveres se multiplicaron al añadirse los muchos americanos y europeos que fallecieron en combate.
 El petróleo existente en la zona ayudó a la masacre, pero igualmente las posibles buenas intenciones se dieron de bruces con el desconocimiento de la realidad interior y mental de un pueblo tan alejado de Occidente y con conflictos internos superiores incluso a los que procedían del mandato de Sadam Hussein.

Cuando estas líneas lleguen a los lectores es muy posible que la historia se esté repitiendo con caracteres distintos pero con otros bastantes similares. Lo esencial es que hombres como usted o yo, personas únicas e irrepetibles están perdiendo la vida día tras día bajo la ilusión  -algunas- de que la vida de los suyos mejore y el poder que los sometía cruelmente desaparezca. Lo malo de las utopías es que siempre existe alguien que cree poder alcanzarlas. Bashar Al-Asad es un tirano como lo fue Sadam Hussein que tiene al pueblo dominado bajo la represión y la pobreza. Pero modestamente voy a tomarme  la libertad de reflexionar las consecuencias que puede traer la intervención de Occidente.
Obama y su gobierno buscan de nuevo armas nucleares. Puede que sí o puede que no las posea el pueblo sirio en una de las dos partes combatientes. Pero me interrogo en voz alta ¿ Preguntan los que mueren antes de fallecer con que preferirían haber sido ejecutados? ¿Es peor morir gaseado que hacerlo por bala de cañón, metralleta o fusil? ¿Es más digna la muerte si te atacan con armas de artillería o cuerpo a cuerpo?...
Perdonen mi atrevimiento ante un tema de tanta envergadura, pero suelo escribir sobre lo que altera mi mente y mis sentimientos, quizás torpemente desde el punto de vista legal o táctico. Solo veo personas que tenían familia, hijos, nietos, y deseo de vivir a pesar de sus calamidades. De contemplar el sol, las estrellas y el paso de estaciones. Seres que quisieran haber nacido en un lugar tranquilo como otros en el planeta. Vidas que casi no habían siquiera comenzado a vivir.
Aumentará el conflicto y serán más los fallecidos si potencias poderosas intervienen, a pesar de su aparente buena intención. Y la marcha posible de Al-Asad dejará en los bellos lugares de Damasco, Alepo, Homs y otros muchos la división entre facciones dispares, en este caso kurdas e islamistas frente a los alawitas a los que pertenece Al-Asad. Lo que entendemos aquí como democracia no es fácil de instalar en lugares donde la palabra es oída desde lejos y la vida posee fundamentos diferentes.
Sería necesario aprender del fracaso iraquí como también del actual de Afganistán. Aprender que el ser humano es más complejo de lo que las fuerzas estadounidenses y sus aliados europeos  pretenden imponer como modelo general.
Ya ven que no hablo de intereses espurios o económicos que sin duda están en el fondo y por debajo de la tragedia y de la posible invasión. Sean los oleoductos para el gas o el petróleo de las tierras. Ninguno de ellos justifica ni concede licencia (ética, al menos) para intervenir y aumentar la pérdida de vidas humanas.
Permítanme contarles lo que me parece en sí mismo una contradicción sarcástica :
En el año 1913 se inauguró el Palacio de la Paz en La Haya para albergar un tribunal de arbitraje que intentara prevenir las guerras (¿?) y que hoy es la sede del tribunal internacional de Naciones Unidas. Todo un modelo de hipocresía o de ineficacia. Desde entonces sigue en pie, tras la Primera y la Segunda Guerra Mundial, además de las muchas que han estado y están a punto de convertirse en la tercera.
Inspectores, Asambleas, Cámaras, Parlamentos, Congreso…todos juntos solo confirman la célebre frase de Hobbes: “El hombre es un lobo para el hombre”.
Después de las armas químicas inventarán algo que las supere. Al fin y al cabo los muertos no suelen ser preguntados. Desolador.

Ana   María   Mata
Historiadora  y  novelista

4 comentarios:

Ana Pilar dijo...

Inteligente y profunda reflexión sobre el conflicto sirio. Me adhiero a esos argumentos. Coincido con el final: desolador.

Javier Lima dijo...

Como decía Isaac Asimov: "Sólo hay una guerra que puede permitirse el ser humano: la guerra contra su extinción,"

AMUM dijo...

Totalmente de acuerdo Ana.Por que será que solo los que no mandan se dan cuenta de la realidad?
Garbiñe

Manuel Núñez dijo...

Enhorabuena por el artículo Ana María. Totalmente de acuerdo con tu reflexión. No hay bombas buenas, ni si quiera las de EEUU.