14 de diciembre de 2013

MIRANDO AL MAR

(Artículo publicado en el periódico Tribuna Express el 12 de diciembre de 2013)
Se llamaba Jorge Sepúlveda y tenía un bigotito de militar en retiro. Su voz nos llegaba cargada del salitre y perfumes del verano mediterráneo. Detrás de las cañas del Casino o la pista del bar El Puerto los jóvenes se entregaban a fantasías románticas mientras Sepúlveda repetía una y otra vez que todo lo hacía “mirando al mar…”
El mar como núcleo central de nuestras vidas. Para los niños esencial en sus diversiones infantiles. Remedio curativo para mayores. El mar como metáfora de lo infinito, recreación de dioses intemporales, tan deseado y tan inabarcable.
Quienes hemos nacido en sus orillas lo llevamos inmerso en la sangre, junto a hematíes y leucocitos. Para los que viven alejados de él supone una carencia necesitada de solución. Lo convierten en mito y juran no morir sin conocerlo, sin mojar sus dedos en la espuma blanca.
Ocurre que ahora Marbella tiene un problema con él relacionado: ya no posee tierras  desde donde  contemplarlo libremente. Los nuevos visitantes y especialmente inversores exigen viviendas en las que poder mirar el mar aunque sea a vista de pájaro. Las comodidades, el ornato, la estética o la calidad están supeditados a la visión de un trozo de mar desde ventanas del piso treinta o treinta y cinco. Jardines, pistas deportivas, lujo de materiales, sí, de acuerdo, pero imprescindible vistas al mar.
Dicen que hay que edificar torres con ese fin. Altas torres como las que existen en Catar o Dubai, en Shangay y Nueva York. Torres que permitan a los inversores ofrecer a sus clientes la perspectiva mágica de olas rompiendo a lo lejos  junto a gaviotas hacinadas en la arena. Torres que hagan recobrar el poderío económico perdido, aquél que alcanzamos por ser una ciudad libre de ellas. Torres cuyo modelo, por mucho que hablen de diseños especiales nos hermanaría con Benidorm.
Dicen que las obligaciones urbanísticas de los promotores serían superiores a lo normal. No se si habrán pensado en que Marbella es lo que es por su carácter de pueblo beneficiado por su clima y su fisonomía diferenciada. Que su infraestructura es la de un pueblo crecido a derecha e izquierda, pero no la de una ciudad como Barcelona, o Madrid. Si habrán tenido en cuenta que la mayor parte de nuestros compradores lo han sido gracias a que nuestro paisaje les hace olvidar el del lugar de donde vienen, alejarse de los rascacielos entre los que se sienten prisioneros.
El turismo de élite, al que tanto suelen aludir, abomina de enjambres constructivos como de la peste. La también muy aludida “Marca Marbella” lleva implícita una imagen blanca, marinera y andaluza de pueblo internacional y cosmopolita pero cuyas raíces se hunden en casas familiares de patios y flores, tan escasas hoy en lugares turísticos al uso.  No podemos parecernos a nadie ni a otro lugar cualquiera, porque eso sería como arrojar tierra en nuestro propio tejado o perder justamente aquello que nos ha convertido en símbolo incuestionable.
Una cuestión tan importante como esta no es asunto solo para que se legitime o se creen normas especiales por parte de nuestros mandatarios. La esencia de una ciudad no puede transformarse sin que las asociaciones existentes, colectivos ciudadanos y expertos muy específicos entren en juego, y se les consulte como voces representativas. A ver si de una vez por todas hacemos las cosas bien y no caemos en errores anteriores cuya factura tardaremos todavía mucho en pagar.
La economía es una parte, fundamental desde luego, en la vida del hombre. Pero en su nombre no se puede hacer de todo y mucho menos aquello que nos revierta en negativo. La supuesta solución al paro no está en trabajos que signifiquen –como dice el refranero- pan para hoy y hambre para mañana.
Precipitada y errónea me parece la idea de las torres que anda circulando, no se si como aditivo para tertulias y calentamiento de estos primeros fríos o como semilla que enterrada suavemente empezaría a crecer poco a poco, como hizo el diablo en la película de Polansky.
Si decimos con orgullo que Marbella es única, debemos ser consecuente y hacer que lo siga siendo. Analizando con meticulosidad  cuales son las bases que sustentan su diferenciación.  De lo contrario, y por mucho que nos bombardeen con cantos de sirena, corremos el peligro de la alienación entre tantas otras ciudades parecidas.
Ana  María  Mata
Historiadora y novelista


3 comentarios:

Jose Maria dijo...

Muy bien expresado lo que sentimos la mayoría de los ciudadanos de aquí. Torres tan altas para que nos miren desde las alturas nuevas, altas torres de superioridad lejana, tan lejana a Marbella.

Unknown dijo...

Enhorabuena por su articulo Ana Maria, en él queda expuesto meridianamente claro lo que pensamos la gran mayoria de la población de Marbella....como pueblo, no debemos de peder nuestra fisionomia que nos diferencia de las demas ciudades y nos hace ser unicos y casi exclusivos por el clima, entorno y paisaje urbanistico.

TOPLANDSCAPES dijo...

Alturas, alturas, edificios.....BASTA.!!

A revalorizar la naturaleza por Dios.