31 de enero de 2014

EL DIALOGO ES IMPRESCINDIBLE


(Artículo publicado en el periódico Tribuna Express el 30 de enero de 2014)
Hemos asistido en las últimas semanas a dos acontecimientos con cierto grado de similitud. La diferencia, esencial desde mi punto de vista, reside en su planteamiento y posterior solución. Marbella y el problema de los rascacielos. Burgos con el de Gamonal y la remodelación de la avenida de la Victoria. Ambos tenían en común la diferencia de criterios entre los Ayuntamientos y grupos numerosos de vecinos, y aunque el objetivo de uno y otro pudiesen ser diferentes, se trataba de una disconformidad con los proyectos, que llevó a los ciudadanos a movilizarse para conseguir anularlos.
Quizás sea el momento de felicitarnos los habitantes de Marbella por nuestra cordura. Por el modelo cívico, racional y pacífico de demostrar en una plataforma variada como pueden hacerse las cosas sin llegar a la violencia y el desmadre. Pero también hay que aplaudir la rápida respuesta de la alcaldesa a la negativa de un proyecto ya aprobado, (fina inteligencia de política nata que sabe lo importante que a la larga resulta tener contenta a su ciudad aún perdiendo dinero), respuesta que nos hizo pensar además en un futuro de diálogo que consideramos imprescindible.
Muy distintas, por desgracia, fueron las actuaciones de Gamonal en Burgos, y si quieren saber mi opinión sincera, creo que fueron mal planteadas por el vecindario, desde un principio casi en pie de guerra, y peor respondidas por el Consistorio encabezado por su alcalde. La violencia solo trae terror, odio y en sus últimas consecuencias, sangre. En ella suelen unirse factores a veces muy diferentes de la causa principal, y por otra parte, introduce una semilla que siempre acaba germinando.
El alcalde de Burgos no supo ver por encima de los intereses económicos, aunque fuesen los del municipio, y tardó mucho en aceptar la firme voluntad de sus vecinos. Creo haber dicho una vez que los votos no son patentes de corso para el mandatario que los recibe. La democracia no es un cerco con llave y candado, es plaza pública donde las cuestiones pueden y deben debatirse. Es mejor político el que mejor sabe negociar.
Permitir que se llegue a la violencia  hizo que Napoleón acabase en la  isla de Elba.
A propósito de estos acontecimientos quiero recordar a quien corresponda y procediere en mi ciudad, que una vez oí hablar con exaltación y hasta desmesura, de la próxima creación de algo que se llamaba “ Plan Estratégico “ y puede que también de “Consejo Social”. Me interesé por ambas cuestiones y aparte de recibir alguna que otra lección sobre las formas de concebir el urbanismo y sus derivados por un Ayuntamiento que desee una ciudad cómoda, elegante, sostenible y bien hecha, dictada por un amigo conocedor del asunto, nada más he vuelto a saber sobre el citado Plan, cuyo adjetivo siguiente me dejó un poco mosca. Lo de “estratégico”, como soy profana en la materia y asidua lectora del género negro, me sonó a “escondido, oculto o muy difícil”. 
Con información real ahora, mi pregunta sigue siendo donde han quedado esas buenas intenciones que el Ayuntamiento anunció como inmediatas y sigue apareciendo en su página de Internet.
Creo que sería el momento de sacarlo de nuevo a la luz, y tal vez eso podría evitar situaciones como las que hoy motivan mi artículo. El hombre de la calle, pese a la aparente indiferencia que su rostro deje entrever en un primer vistazo, siente la necesidad de no ser ninguneado y de que sus puntos de vista de ciudadano se tengan en cuenta a la hora de cambios esenciales. No hace falta ser vasco o catalán para tener apego al terruño, aunque a ellos les cueste creer tal cosa. Tampoco debería ser necesario formar escándalo para conseguir que te escuchen. Y comprendo que al no ser suizos, no es cuestión de llamar a referendum por el posible cambio del nombre de una calle, una pequeña estatua o un árbol que deba ser podado.
Todos sabemos cuales son las cuestiones decisivas. Las que alteran lo intocable y nos pueden retrotraer a tiempos nefastos. Las que hablan de beneficios pero no dicen para quien. Las disfrazadas de megalomanías absurdas. Tenemos en el país tantos ejemplos recientes que hemos acabado aprendiendo lo importante que es decir NO.
Por eso necesitamos el diálogo fluido con las administraciones. Sin diálogo no nos sentimos demócratas.  Parece que hubiésemos leído a Platón.
Ana   María  Mata 
Historiadora y novelista

27 de enero de 2014

Onda Cero Marbella. La Tertulia de los Viernes.

24 enero de 2014

María Asenjo, Eva Gálvez y Arturo Reque debatieron hoy, en la Tertulia de los Viernes, sobre uno de los temas que más "escoció" la actualidad de la semana que cerramos: la petición de indulto de José María del Nido, y la adhesión de la mayoría del fútbol nacional a esa medida de gracia, polémica que despertó el interés de la audiencia con la llamada de varios oyentes, indignados con la situación

(A partir del minuto 45)

http://www.ondacero.es/audios-online/emisoras/marbella/escucha-tertulia-viernes-viernes-enero_2014012700011.html

22 de enero de 2014

NO COMO ANTES

(Artículo publicado en el periódico Tribuna Express el 16 de enero de 2014)
Parece que la economía y cuanto ella arrastra consigo empieza lentamente a mejorar. Al menos las cifras últimas que nos muestran los medios son esperanzadoras. Un pequeño bajón en el número de parados es suficiente para que el Gobierno lance las campanas al vuelo, y si va unido a una reducción en la maldita deuda europea, hasta el último ciudadano comienza a ver brotes verdes creciendo a su alrededor.
Nos hace tanta falta un poco de optimismo que nos agarramos a cualquier clavo ardiendo aunque no estemos seguro de si arde de verdad ni del lugar de donde procede  su fuego. El hombre no puede vivir sin esperanza y es bueno que al final de tanta negritud se atisbe esta virtud teologal que, de igual modo que su compañera, la fe, nos convierte momentáneamente en el niño que fuimos, cuando todo podía ser posible.
Los llamados ciclos económicos han ido sucediéndose en el transcurso de la Historia, y por ella sabemos que las crisis no son eternas ni inamovibles. Las agujas de los gráficos caen en picado tanto como antes habían subido, pero si miramos con atención, hasta las más bajas toman tiempo después la deseada vertical.
Observo en las noticias sobre todo esto un vocablo excesivamente utilizado, cuyo sentido deseo analizar: Recuperación. Parece que al nombrarlo entendemos perfectamente lo que nos dicen. Y sin embargo, creo que no es, en esencia, la palabra justa. Recuperar algo es volver a poseerlo como antes se tuvo. Con  características idénticas al que perdimos, sean estas las que fueren. En el mismo punto en el que lo dejamos. Sin cambios ni fisuras.
Pero nada de eso es posible, aunque a veces tendamos a pensarlo. El viejo Heráclito nos lo viene diciendo desde cinco siglos antes de nuestra era. “No podemos bañarnos dos veces en el mismo río”. Y añade que esto es así porque aunque el río fuese el mismo, no lo será el agua que contiene, cuyo fluir es incesante. Y porque tampoco nosotros, los supuestos bañistas seríamos los de antes. “Nosotros, los de antes, ya no somos los mismos…” escribió Gil de Biedma, un poeta, mucho tiempo después.
Las cosas vuelven, pero modificadas. Los hechos pueden repetirse, pero llevarán la huella del cambio experimentado en la ausencia.
Pienso que será mejor así. Que no hace falta recuperar el derroche económico en el que nos envolvimos casi sin darnos cuenta. En los excesos de los últimos años, cuando el dinero nos parecía maná que caía del cielo con solo desear que asi fuera. Años en los que tener un solo coche o una única casa era signo evidente de pobreza. Tiempo de locura colectiva, hipotecas y viajes a toda pastilla, desenfreno de Bancos engañosos que arrastraron a clientes a la pesadilla actual. Para endeudarnos con Europa luego hasta llegar a temer que Frau Menkel nos arrojara de su regazo.
Lo mejor y quizás lo único que podamos sacar de la crisis sean sus enseñanzas. Aprender a vivir de una forma nueva y distinta no debe ser considerado como desgracia, sino como experiencia vital enriquecedora. Habíamos optado casi exclusivamente por lo material, lo que podía comprarse, olvidando que existen gratis cosas como el abrazo, la sonrisa, una puesta de sol, las flores, el mar, los árboles, los amigos…y nuestra propia vida interior.
La saturación no fue solo del ladrillo, aunque ciertamente se abusara de él y convirtiésemos en colmenas el entorno de nuestras ciudades.
Insaciables ante todo lo que creímos que nos iba a hacer más felices, más seguros, y modernos, solo llegamos al nivel de consumidores compulsivos. Empobrecidos por dentro porque la obcecación  cerraba nuestros ojos a lo que no fuese ganar dinero con el más siempre por delante.
Nada será como antes, aunque los problemas vayan resolviéndose. Es importante advertir que tampoco nosotros lo somos por poco que hayamos aprendido. Dirigir la mirada hacia nuevos horizontes y placeres distintos, hasta conseguir que una sinfonía de Schubert, por ejemplo, un párrafo de libro o una flor que se abre, nos alegre una jornada mucho más que un cheque bancario.


Ana  María  Mata
Historiadora y novelista

11 de enero de 2014

EL ANUNCIO


(Artículo publicado en el periódico Tribuna Express el 9 de enero de 2014)

Como soy mayor puedo recordar el slogan publicitario que el gobierno franquista puso en boca del por entonces ministro, Fraga Iribarne: “España es diferente”.  Poco tiempo antes el señor Fraga destacó por su heroico gesto de bañarse mostrando sus flácidas piernas en Palomares, localidad almeriense cuyas aguas –se decía- podían haberse contaminado por el contenido radiactivo de bombas termonucleares, al caer al mar restos del mismo debido al choque de dos aviones estadounidenses. Con el baño, el ministro Fraga quería demostrar que tal radiación era inexistente y apoyar el turismo en la zona mientras contentaba a los americanos. Fraga era el ministro de moda en aquel tiempo, y por eso fue el destinado también para lanzar la frasecita arriba escrita, imagino que como estímulo para los españolitos de entonces y aún más para el posible turista que decidiera visitarnos.
España es diferente. No recuerdo con precisión en qué basábamos por aquellos años las diferencias, pero mucho me temo que en cuanto a ellas no hayamos cambiado casi nada. Y ahora me refiero al célebre anuncio que una marca de embutidos ha lanzado semanas atrás cuya consigna viene a ser la misma que la proclamada por Fraga Iribarne cuando todavía el franquismo hacía levantar brazos en alto e incluso llenaba la Plaza de Oriente.
Me divierte la obsesión de querer ser distinto, tanto como me extraña, ya que si las supuestas diferencias fuesen positivas y a favor, miel sobre hojuelas; pero que hagamos bandera de ser distintos apoyándonos en nuestros defectos…no sé si llamarlo estupidez o ganas de epatar rizando el rizo.
Conocerán el anuncio de marras, y habrán visto como una serie de actores, cómicos en su mayoría nos increpan desde la pantalla televisiva, preguntándonos (y contestando también) si a pesar de nuestra economía raquítica y mal estructurada, de políticos ineficaces, del pésimo lugar que ocupamos mundialmente en educación, y de la corrupción superlativa, a pesar de ello, no preferimos vivir aquí puesto que el sol, las tapas, el horario, lo gracioso que somos, la alegría que al parecer desprendemos (¿?), la informalidad y la falta de disciplina, nos pertenecen como esencia inefable y única.
De verdad, entiendo que haya formas diversas de negar la realidad, y entre ellas puede ocupar lugar privilegiado el humor, pero personalmente el anuncio me resulta tan engañoso como vulgar. Pienso que para alguien sensato, aparece más como estallido de envidia de los éxitos de fuera, que como logro o satisfacción por nuestra parte. Me recuerda aquél triunfalismo que nos obligaban a sentir en los citados años cincuenta y sesenta, cuando lograron convencer a muchos de la rabia que Europa nos tenía por vivir tanto tiempo de paz. “Nos tienen manía…” decíamos como si fuésemos los reyes del mambo y no quienes más emigrantes mandábamos  a Holanda, Francia y Alemania.
Claro que en aquellos años el Régimen necesitaba consolidarse a fuerza de autoengaños, ya que las democracias europeas le hacían el vacío. Franco consiguió que le aplaudieran haciendo de la necesidad del dinero del turismo un espejito mágico en el que diariamente nos indujo a mirarnos y preguntarle: “¿no es cierto que vienen a España porque somos los más simpáticos, chistosos y que mejor saben vivir?” cuando en realidad venían por el sol, el calor  y lo barato de nuestros precios para sus bolsillos.
Lo malo del autoengaño, por muchas voces corales que lo defiendan, es que la caída posterior suele ser durísima y en tiempos de crisis, peor que la crisis misma.

Sinceramente, presumir de tonterías, ya sea con las voces de Los Morancos, Chiquito de la Calzada, el añoso Pajares o Chus Lampreabe en plena decadencia, es tan patético como a los de fuera debe parecerles por ejemplo los aeropuertos inservibles, (alguno con estatua del regidor incluída) el número de imputados que ostentan poder político, los problemas sanitarios o la monarquía en decadencia.
Es posible que la empresa de embutidos vea subir sus ventas con el citado anuncio. No me extrañaría. Sería una prueba más de nuestro infantilismo junto a la habitual costumbre de imitar al avestruz.

Ana  María  Mata   
Historiadora y novelista