28 de marzo de 2014

M U J E R E S


(Artículo publicado en el periódico Tribuna Express el 20 de marzo de 2014)

De una costilla de Adán, dice  la Biblia que procedemos. El Génesis nos da a conocer el primer hecho machista de la historia de la humanidad. El Supremo Hacedor eligió primero el sexo masculino para advertirnos de que íbamos a tener que soportar su dominio el tiempo que pasáramos en el planeta, también recién creado. Nos hizo bien la pascua aquél Jehová de luengas barbas y mal carácter, tremendo jefe del Antiguo Testamento al que llenó de escenas escalofriantes y aterradoras, solo redimidas en el Nuevo gracias al maravilloso mensaje y las acciones de su Hijo.
Viene de lejos, por lo tanto, la cosa. Qué curioso que nos otorgaran el don de continuar la especie, que no pudiesen reproducirse solos, que fuésemos imprescindibles y al mismo tiempo infravaloradas desde el mismo Paraíso Terrenal. Manda narices, que diría un castizo…desde el principio riendo las gracias del prehistórico homus, ayudando en sus cacerías, sujetando la sangre o el tinte de animales para lo de Altamira, aplaudiendo lo de los bisontes, lavando las pieles de sus harapos en los ríos y copulando con el forzudo que se le antojase.
Todo para que con el paso del tiempo, el Feudalismo nos transformara, o bien  en nobles solo capaces de tocar el arpa o fruslerías semejantes,  monjas si tenían dote, o campesinas para todo, campo y hogar. Que en la Edad Moderna tuviésemos que escoger entre el campo y solo la hilatura de la seda o el bordado. Que los varones nos cerraran el acceso a los gremios y que al incorporar el Derecho Romano a la legislación las mujeres quedasen excluidas de la partición en la herencia.
Manufactureras en su propia casa, trabajaban el algodón, lino o cáñamo para que luego lo llevasen a los mercados. Nodrizas muy demandadas por las clases acomodadas, alejadas en campos criando a los hijos de otras. Comadronas vocacionales, intuitivas, en los ratos libres que les dejaban la casa, el cuidado de los animales, y la fabricación casera del jabón.  Madres a su vez de doce o quince hijos para que alguno quedase vivo y ayudase en las tareas.
Rosa de Luxemburgo
Tuvo que llegar la industria, al tiempo que la Ilustración, para que la mujer saliese de la casa y se le admitiera en un trabajo pagado. Como transportistas en las minas, desde los ocho años, caso de Escocia, o en las fábricas textiles de Inglaterra, de sol a sol, por dos o tres peniques. Dama de compañía o institutriz a partir del XIX, antes de conseguir ser enfermera, después oficinistas y como máximo trabajar en teléfonos.
La burguesía se afianzó, pero las mujeres continuaron con sus tareas naturales, la familia y la casa. Hasta que las guerras del siglo XX y los movimientos revolucionarios trastocaron el mapa europeo. Y las féminas dieron en pensar que tenían derechos legales, como el varón, aunque desconocidos e inexistentes. 
 Y Rosa de Luxemburgo siguió los pasos de la inglesa Mary Wollstonecraft, también Clara Zetkin, unidas para luchar contra la explotación laboral y por la emancipación femenina. A Rosa le costó la vida, pero la lucha no se detuvo. Hasta en España tuvimos a Concepción Arenal, que fue a la Universidad vestida de hombre, a Clara Campoamor peleando por el voto y a la malagueña Victoria Kent, que logró ser Directora General de Prisiones.
Tiempos heroicos cuyos frutos recogemos hoy, aunque viciados. Mentes masculinas con la semilla del poder de sus antecesores todavía coleando, molestos por la competencia, desquiciados por el ego herido en su virilidad de amo y señor, incapaces de evolucionar hacia una igualdad más digna y justa.
Clara Campoamor
Países en los que decir mujer es sinónimo de objeto inútil, mutiladas en algunos con la complicidad de religiones y ritos, humilladas o abortadas en otros antes de nacer. Mujeres que sufren agresiones físicas o morales en los lugares más desarrollados del mundo, allí donde  todo es de vanguardia, aséptico, impecable y aparentemente ejemplar. Como Noruega, con más alto porcentaje de violencia de género que los demás países europeos. 
Mujeres que no por ser médicos, arquitectos o profesoras, dejan de ser madres. Que asumen como natural, además de su profesión, la organización del hogar, las visitas al médico de sus hijos o la cocina.   
Mujeres, en definitiva, mucho tiempo invisibles. Madres y abuelas que murieron con el delantal puesto, la escoba y la aguja de coser en sus manos. Sin que nadie las felicitase por su limpieza, por sus labores, sin conocer siquiera que una organización mundial iba a conceder un día al menos a honrar su trabajo.  Va por ellas.  Por su aguante, su esfuerzo, y sus lágrimas.

Ana  María  Mata
Historiadora y novelista

   

18 de marzo de 2014

NADIE SABE DE NOSOTROS



(Artículo publicado en el periódico Tribuna Express el 13 de marzo de 2014)
 
La literatura otorga más placer que todos los políticos juntos, y por si alguien quiere convencerse de ello permítanme dedicarle el artículo de la semana para conducirles hasta un libro excepcional que, por no estar en la línea de los llamados bets-sellers, va a privar a muchos de su hermosa lectura.
 El título, arriba enunciado, presagia cierta profundidad en su contenido, ya que realmente saber, lo que se dice saber, o mejor, conocer lo que ocurre en el interior de cualquiera de nosotros, es tan difícil como fácil puede ser afirmar que nuestra apariencia exterior, el rostro que mostramos hacia fuera, nos corresponde.  A partir de cierta edad, especialmente, todos llevamos una máscara que nos parapeta del personaje auténtico a favor de otro, más parecido al que quisiéramos ser y al cual imitamos.
El asunto del “yo” y sus dobles es tema peculiar muy del gusto de psicoanalistas y psicólogos, desde que al señor Freud le diese por sentar a sus contemporáneos en el diván. Digamos, por tanto que es bastante normal el hecho de que nadie sepa de nosotros, y en consecuencia debiera ser difícil juzgar al vecino sin correr el riesgo de equivocar el veredicto. 
Creo que ese es en esencia el objetivo de la autora de la novela, una mujer de gran prestancia en su tierra –Italia- pero casi desconocida por estos lares. Su nombre es Simona Sparaco. 
Una mujer joven y su pareja luchan por concebir un hijo cuyo embarazo se les resiste. Tras larga espera, el anuncio del mismo les proporciona enorme felicidad hasta que en una ecografía de las últimas semanas, el ginecólogo advierte algo extraño en ella y después de largo estudio les comunica que el hijo que esperan viene con un problema de huesos. La displasia esquelética que sufre no solo le convertirá en enano, sino que en pocos años le llevará a la muerte por la opresión de huesos sobre corazón y pulmones, que le acarreará asfixias intermitentes.
El meollo de la novela llega en el momento de tomar una decisión sobre el hijo, todavía sin nacer, decisión en la que la autora esgrime gran capacidad narrativa, filosófica y humana por parte de los personajes cercanos a la pareja y a los futuros padres.
Por supuesto que no voy a contarles cual fue tal decisión ni como reaccionaron cada uno de los familiares ante ella. Si a un escritor o escritora se le conoce por la sicología que sabe impregnar en los habitantes de la novela, Sparaco es gran novelista y sale de este difícil litigio con sobresaliente cum laude.
La vida, ya nos lo dijeron, es un valle de lágrimas, pero cierto es que en ocasiones, hay en ella tantas lágrimas que más bien puede ser río, arroyo o mar. Todo puede cambiar en cuestión de un segundo: por ejemplo, aquél en que un hombre vestido de blanco, observa con el rostro demudado una ecografía sin atreverse a mirar de frente a la mujer que espera ansiosamente.
Argumento de máxima actualidad, tema candente, polémico y analizado desde fuera por ojos ajenos a la revolución íntima de quien lo sufre en su propio cuerpo.
Con ser el tema lo esencial, valoro personalmente la maestría de la autora a la hora de describirlo. De exponer ante nuestra mirada lo distintas que pueden ser las actitudes de quienes amamos y creemos conocer al enfrentarse al sumo dolor y la desesperanza. También la personal de quien es el centro de la novela, la protagonista de un problema para el que nunca  nadie le había preparado. Cómo el pragmatismo puede derivar en fantasía, y lo onírico en realidad.

Cómo los seres humanos son más complejos y diversos que las normas que intentan dirigirlos. Abstracciones que se quedan obsoletas y sufrimientos que van más allá de todas las convicciones.
Una novela extraordinaria que se abre paso entre tanta mediocridad literaria disfrazada de erotismo barato o pseudo-historia. Lástima que muchos lectores prefieran llenar su mente con aventuras sin fin y dinastías inacabables cuando la verdadera y definitiva aventura estará siempre dentro de nuestro propio interior.

Ana  María  Mata
Historiadora y novelista



       

6 de marzo de 2014

RTV Marbella. "La melodía de tu vida"

Paco Moyano entrevista al arquitecto Arturo Reque Mata, para hablar sobre su vida, su familia, sus inquietudes y su profesión, con la música como hilo conductor.


Puedes verlo en el siguiente enlace:

http://www.rtvmarbella.tv/component/k2/12-la-melodia-de-tu-vida/1512/la-melodia-de-tu-vida-arturo-reque.html