16 de abril de 2015

ENTRESIJOS DE LA HISTORIA



En mi época universitaria tuve un profesor de Historia Contemporánea cuyo nombre omito por respeto, pero que se hacía notar por dos cosas bien distintas: por una parte era el típico “hueso” a la hora de examinar y calificar, y por otra tenía una afición curiosa a escapar de los cánones establecidos en cuanto la ocasión lo propiciaba. En estas escapatorias solía contarnos “anécdotas y cotilleos” de la época estudiada que nada tenían que ver con los manuales al uso, y que en el fondo a todos nos divertían bastante. Era un experto historiador, hombre solitario y algo huraño, que quizás encontraba en su faceta de “voyeur” un pequeño placer que le compensaba la carencia de otros.
Al encontrar de golpe aquella carpeta de anécdotas me he sentido impelida a contarlas en el blog de vez en cuando para compartir con quienes me lean lo que he llamado “entresijos de la historia”.
El citado profesor era especialista en el reinado triste de Fernando VII, el que empezó como deseado y acabó cual bellaco por su absolutismo terrible. A propósito de Fernando VII, recuerdo como contó la casualidad que significó en los pocos haberes de su vida de rey  la creación del Museo del Prado. Parece en verdad extraño que un berzotas como Fernando se preocupase de temas de tan elevado gusto artístico. Lo suyo era derogar la Constitución, recortar libertades, atentar contra su padre (Carlos IV) y agrupar a su lado gente que lo halagase sin fisuras (de ahí el dicho “así se las ponían a Fernando VII, referido a los juegos de billar donde le dejaban ganar) antes y después de condenar a muerte a sus contrarios.
La historia oficial dice que fue Carlos III quien tuvo la primera idea de lo que hoy es el Prado, y le encargó al arquitecto Juan de Villanueva la construcción de un Gabinete de Ciencias Naturales, pero que luego Fernando VII ordenó convertirlo en museo de pintura. Fue inaugurado en 1819. Pero si el Prado está ahí no es ni gracias a Carlos III ni mucho menos al séptimo de los Fernandos.
La que se empeñó en que España tuviera un gran museo de pintura fue una reina que reinó poco porque murió enseguida. Era Isabel de Braganza, segunda esposa y a la vez sobrina del rey bellaco. No era rica ni guapa pero amaba el arte y era una mujer cultivada. El rey solo se casó con ella para buscar un heredero. Cuentan que a su llegada a España se encontró con una coplilla que corría por la corte y decía : “Fea, pobre y portuguesa…¡chúpate esa!”. Era apocada y obediente, y como el rey no le hacía caso y andaba de cama en cama,  Isabel dedicó su tiempo y empeño en conseguir un lugar donde los españole pudieran disfrutar del arte.
No le fue fácil al principio, pero cuentan que el rey, harto de su petición y agobiado por su presencia continua para tratar de conseguirlo, le dijo un día :”Que sí, mujer, que te hago el museo, no se hable más” con el objetivo de quitársela de encima. Isabel de Braganza puso en marcha el Prado y contribuyó personalmente a que se colgaran los primeros trescientos once cuadros. Lástima que no remató la faena porque murió de un mal parto meses antes de su apertura.
 Isabel de Braganza fue una mujer sin suerte, cuyo destino parecía estar unido al sufrimiento. Perdió a su primera hija y en su segundo embarazo cuentan como el parto se complicó en demasía y al perder el conocimiento la reina, el médico optó por una cesárea en vivo, creyendo que la alferecía ( escrito así, textual en los libros) que sobrevino a Isabel no era tal, sino signo de fallecimiento. Al cortar a la parturienta, para extraer el bebé la reina dio tal grito que se oyó en todos los rincones de palacio. La hija nació muerta.
Parece que la falta de belleza, junto a una educación exquisita por parte de los jesuitas condujo a Isabel desde su adolescencia al estudio de las formas distintas de belleza en el arte.  Al llegar a España, y en medio de una desastrosa vida marital, su afición permanecía intacta cuando encontró en los bajos del Escorial cuadros y esculturas de los monarcas anteriores en no muy buen estado. Eran obras en su mayoría del Renacimiento italiano y con ellas daría comienzo a su particular lucha porque los españoles pudieran disfrutar de una buena exposición.
Entresijos de la historia, que diría mí ahora ya –supongo viejo y huraño profesor. Detalles no muy conocidos pero que nos indican algo. Si detrás de un gran hombre hay una gran mujer, ocasiones existen en las que detrás de un mal rey puede haber, como en este caso, una excelente y cultivada reina.  Gracias majestad por el Museo del Prado.
Ana María Mata
Historiadora y novelista

1 comentario:

AMUM dijo...

Tu profesor ha conseguido que lo recuerdes y cites muchos años después de haber sido su alumna.Seguro que no muchos lo lograron.Sembró en ti la curiosidad por lo no escrito y su difusión.Gracias a el la Reina sigue viva y yo le doy las gracias.