3 de enero de 2016

EL EMBROLLO NACIONAL


Tenemos mucho que resolver en este recién inaugurado 2016. Como principal asunto me gustaría hacer una pregunta que desde antes de que el anterior año se marchara da vueltas en mi cabeza con incisiva preocupación: Desde los alrededores del 20 de diciembre, más o menos y hasta el momento presente, en España, ¿podría decirme alguien quien gobierna el país y se interesa por los asuntos necesarios e imprescindibles del ciudadano de a pie?, ¿alguien en todo ese tiempo ha  intentado resolver algunos de los problemas acuciantes, cotidianos, pero que no pueden esperar?...Y no me digan que Rajoy, el presidente ahora en funciones, porque bastante tenía el pobre con pensar en cuantos le votarían o no, y en las sombras, ambas suficientemente alargadas, de Pedro Sánchez o el ínclito Pablo Iglesias.
Las Elecciones Generales están a punto de transformarse en una oscura caverna o un pozo sin fondo, cuyas primeras consecuencias nefastas consiste en que todos nuestros políticos, todos, los que estaban en ejercicio y los opositores, no ejercían ni ejercen otra función que mirarse unos a otros para hacerse una zancadilla mutua sin acordarse de que, además de la obtención del mando, el país sigue día a día necesitando directrices para que la vida de sus ciudadanos continúe. Parón total de los problemas reales. Concentración absoluta, primero para tumbar al contrario, y segundo, paradójicamente para lograr su imprescindible apoyo. La Democracia es así, me dirán. Pero esto más que un juego democrático es una merienda de negros, una algarabía siniestra, un aquelarre o algo similar.
Todos quieren el mando. Me río cuando oigo que el poder desgasta y es agotador. Si así fuera, tendríamos a los políticos más masoquistas del planeta. El poder los obnubila de tal forma que algunos olvidan mirarse en el espejo interior donde verían el espectáculo que significa contemplar, por ejemplo, al señor Más casi arrastrándose a los pies de la CUP para que lo elijan de una puñetera vez y entierren sus añejas ideas de político conservador de Convergencia. O a Pedro Sánchez encendiendo velas para que PODEMOS retire lo del Referendum y se conviertan en amigos-socios, única manera de alcanzar el sillón.  Rajoy no sabe ya como explicar que el único salvador de la economía es él y nadie más que él, y que cualquier otro, incluso de su mismo bando no lo conseguiría.
Lo único cierto es que nuestra cultura democrática es tan pobre que no sé si sabrá anteponer el interés nacional por encima de los míseros intereses de partido, cosa que hicieron, sin alharacas los franceses en tiempos de Mitterrand, cohabitando con una derecha que albergaba los restos del gaullismo, y los alemanes que llevan dos legislaturas legislando a dos manos. Nos falta el espíritu imprescindible y nos sobran formas de mala educación y exceso de protagonismo personal.
Nuestro país no es, por suerte o por desgracia, ni Francia ni Alemania, y en consecuencia, nuestros políticos no tienen la talla de los suyos, por ello las deliberaciones pueden caer en punto muerto antes de que sean capaz de borrar de sus mentes uno y otro lo de “indecente” o “miserable”. Pero tal y como han salido las cosas después del 20 de diciembre, solo un gobierno de concentración entre las fuerzas mayoritariamente ganadoras puede resolver el problema de la gobernación.
Mientras eso ocurra o no, el tercero en discordia, sigue frotándose las manos con el regocijo de tener suficientes votos para entrar en el Congreso y dar la vara, o todavía más, a la espera de que un desvencijado PSOE le pida su ayuda y sus votos.
El embrollo está ahí y no sabemos como y quienes lo desembrollará. Tanto es así que en un principio iba a titular el artículo en lugar de “embrollo”, la Escopeta Nacional” en recuerdo a la película célebre del gran Berlanga, donde, además de cazar, los protagonistas parecían dispuestos a dispararse unos a otros, en cuanto la ocasión lo propiciase.
La próxima vez que lea o escuche aquello de que los políticos están para “servir al ciudadano”, una de dos: grito como posesa o lanzo la más grande de mis carcajadas.

Ana  María  Mata
Historiadora y novelista
    

No hay comentarios: