2 de agosto de 2016

AL FUEGO VIVO


La cosa está que arde. Y no solo en el sentido estricto del término, las llamas que enmudecen nuestros montes robándonos parte del oxígeno tan necesario y tan escaso. Árboles que sufren también el terrorismo de mentes desquiciadas y obtusas, del descuido, a veces, cuando creemos que hacia la naturaleza solo tenemos derechos y no obligación de mantenerla.
Arde la política nacional y a punto está de arrasar con su fuego a sus protagonistas, hombres que parecen jugar al ajedrez con el país, intentando –o eso quisieran matar a la reina o en caso contrario guardar peones para una nueva partida. Ineficaces servidores del pueblo pero celosos guardianes de sus intereses, olvidando que el excesivo ardor puede acabar en cenizas inútiles.
Arde el mundo en una espiral de violencia tan ilógica como peligrosa cuyo calor puede prender en cualquier lugar y a la que no sabemos como enfrentarnos por su propia irracionalidad. Niza, Munich, Normandía son nombres elegidos aleatoriamente y no excluyen hogueras posteriores donde encender sus locuras, si no religiosas, si fanáticas.
Y con fuego distinto, por fortuna, arde nuestra ciudad a comienzos de un Agosto que se presume excepcional dependiendo de quien sea que lo observe y analice.
Excepcional les parecerá, y así espero que lo sea, para los comerciantes y todo aquél cuya subsistencia o ganancias dependa del número de personas que han decidido pasar aquí sus vacaciones. Excepcional pero en sentido opuesto ha de parecerles a policías, médicos y demás servidores públicos a quienes al calor se les une una multitud con exigencias.
También puede que lo sea para el Ayuntamiento y su corte, que presumirá de lo bueno de su gestión, gracias a la cual la ciudad puede seguir siendo bastión referencial del turismo costero.
“Apocalypse Now”, escribí hace años en fechas similares, parodiando el título de Coppola. Lo mantengo, aumentado y quizás corregido. Marbella en Agosto es un paraíso infernal. Un desmadrado desborde de gente, ruidos, tráfico, calor y falta de infraectructura para todo ello. Desde las playas hasta los atascos, desde las colas en bares y chiringuitos hasta la falta de aparcamiento, me recuerda a veces al cuadro del Bosco “El Jardin de las delicias” pero con sus figuras en movimiento rotativo desaforado.
Intenten, para dar un ejemplo, ir a Puerto Banús un día cualquiera a las doce del mediodía. O llegar por la general hasta Estepona con el tiempo justo. O meterse en la autovía desde una urbanización en Las Chapas. Busquen un aparcamiento en algunas de sus playas “presentables”, Costabella, Los Monteros, Cabo Pino. O más importante y necesario: tengan una urgencia que no sea de muerte y hagan acto de presencia en el Hospital Comarcal…verán como el deseado paraíso se tornará infierno y entenderán lo de “apocalypse”.
No quiero ser agorera en exceso, paro nunca acepté la postura de avestruz consistente en esconder los defectos bajo el ala. Porque amo una ciudad donde los años me hacen recapacitar de un modo más sereno, intento con líneas, no sé si desacertadas, exponer las necesidades que los mandatarios de uno y otro color se arrojan entre ellos para eludir responsabilidades.
A Marbella, que tiene lo esencial para ser la ciudad soñada, le faltan cerebros inteligentes que sepan buscar dinero, si hace falta, hasta debajo de las piedras. Tampoco tanto, solo lo imprescindible para que quienes vengan se marchen sin objeciones y con el fuerte deseo de volver.
 Marbella es un capricho de los dioses en cualquier momento que no sea Julio o Agosto. Entonces la toma de su mano Lucifer y consigue sin esfuerzo que muchos finalicen sus vacaciones maldiciendo el momento en que decidieron escogerla como lugar de vacaciones para la familia. Hay que evitar eso a toda costa.

Ana  María  Mata  
Historiadora y novelista  

3 comentarios:

Javier Lima dijo...

Un análisis certero que podria ser la crónica de cada verano. Justo pensaba en lo mismo en estos días ¡Qué todavía no sabemos lo que queremos en Marbella! Queremos la excelencia pero esto dista mucho de la misma. Falta la inteligencía del sentido común y el interes general y otra sensibilidad.

Javier Lima dijo...

Un análisis certero que podria ser la crónica de cada verano. Justo pensaba en lo mismo en estos días ¡Qué todavía no sabemos lo que queremos en Marbella! Queremos la excelencia pero esto dista mucho de la misma. Falta la inteligencía del sentido común y el interes general y otra sensibilidad.

Órfilo M. Aranda dijo...

Mi querida amiga, aquí siguen faltando infraestructuras de todo tipo. Tenemos el mismo problema desde hace varios lustros y no hay quien se ponga a solucionarlo. Por otra parte, también se empeñan los visitantes en traer sus coches y, si ya nos cuesta aparcar a los lugareños en temporada baja, en verano, el solo hecho de pensar que tengo que mover el coche, me produce una ansiedad irreprimible solo de pensar en dónde aparco luego.