15 de octubre de 2016

ESTE NO ES UN PAIS NORMAL

Estas últimas semanas, mientras reflexionaba lentamente sobre los acontecimientos que iban sucediendo y los medios nos mostraban con plenitud de imágenes, me acordaba sin poder evitarlo de una de las más convulsas época de nuestra historia contemporánea, que hasta para estudiarla era fastidiosamente complicada. Hablo de la Primera República española, propiciada por la abdicación de don Amadeo de Saboya, pobre hombre, engañado para que cubriese un  hueco al que no encontraban personaje adecuado, y que en cuanto pudo puso pies en polvorosa loco por marchar de un lugar en el que a punto estuvo de volverse loco.
Once meses duró el primer intento republicano que acabó con el pronunciamiento del General Martínez Campos en diciembre de 1874 para intentar la llamada Restauración Borbónica, ¡Ah! Pero en ese tiempo hubo, aunque no lo crean, dos tipos de república, la primera fue Federal y terminó con el golpe del General Pavía, para convertirse en Unitaria al mando del General Serrano. Once meses muy divertidos, imagino, para los ciudadanos corrientes que aunque no tenían televisión, Internet, Facebook y demás, tendrían que aguantar de alguna manera, cómo entre general y general, iban apareciendo políticos del tres al cuarto dispuestos a aprovecharse unos y otros del río revuelto del momento. 
Salvando las distancias, o sin salvarlas, la conclusión a que he llegado se resume en estas pocas palabras: “Este no es un país normal”. Tal vez no lo fuese ya en el XIX, según he dejado escrito, pero si pasamos al aquí y ahora, creo que las cosas si han cambiado algo ha sido para peor. Vamos a ver, ¿cómo va a ser serio un país, en el que el partido en funciones que gobierna tiene a casi la mitad de sus dirigentes sentados en los banquillos de los juzgados por corrupción?; y en el que el  partido principal de la oposición, parece más un patio de vecinos con  todos a la gresca , unos por aquí, otros por allá. Más otro, nuevo, que dice aspirar a dar miedo y también pelean sus cabezas visibles.  Y por último cinco o seis más pequeños  a los que a dos, lo único que les importa es la independencia ya sea del País Vasco o de Cataluña.
De verdad que afirmo como un autor leído, que todo este berenjenal tiene más de zarzuela costumbrista que de tragedia de Shakespeare. Ni siquiera para nuestros embrollos tenemos grandeza, pero aparte de ello, lo cierto es que la mayoría de personal ajeno a las intrigas si no palaciegas, parlamentarias o de cuchitril de partidos, estamos hasta las narices de aguantar día tras día las embestidas mutuas mientras el país se consume en pequeños y grandes problemas sin solucionar.
Lo que nos faltaba era precisamente el sainete bochornoso de las llamadas tarjetas “black”, donde se juntan un exministro muy aplaudido en su tiempo, con un tal Blesa, personaje sibilino que nos mostró una vez sus jabalíes y elefantes cazados con arrogancia inaudita, además de Arturo Fernández y Díaz Ferrán, creo que ambos mandamases de la CEOE.   Hay muchos más, claro, hasta 65 ex-altos cargos de Caja Madrid y Bankia, todos acusados por el despilfarro de sus tarjetas. No escribo el importe de lo que gastaban para no volver a sentir las náuseas que me aparecen cuando los veo a todos juntitos compartiendo banquillo.
Opino también que al día de hoy, al margen de cómo nos consideren nuestros vecinos europeos, no podrán atacarnos por nuestro antiguo temperamento visceral y hasta violento en ocasiones.
Más bien nos cuadra la calificación de ciudadanos borreguiles, consentidos en tragarse lo que nos echen y a la espera de un milagro celestial que permita la investidura de uno cualquiera  entre estos impresentables.

      
Ana  María  Mata 
Historiadora y novelista

1 comentario:

Javier Lima dijo...

Ese el gran problema Ana María que la ciudadanía normal, decente y sensata que me imagino es mucha no quiere dar ese paso de responsabilidad y prefiere dejarla en manos de una clase política que cada vez da más vergüenza ajena. Es un país para sentarse en el diván.