13 de agosto de 2017

TURISTAS GO HOME

Puede ser, como algunos afirman, una moda efímera, creada por quienes necesitan protagonismo irritante al costo que sea. Los mismos que creen encontrar en sus manifestaciones abruptas y descontroladas un sentido político que legitime su estupidez más allá del propio absurdo de la mayoría de sus conceptos e ideas. Crear conflictos ha sido desde antiguo el medio utilizado por quienes no poseen argumentos sólidos e inteligentes con los que avalar su causa.
Puede ser eso, algo muy similar a las rabietas del niño enfurecido por la falta de atención. Más, la irracionalidad de la causa no excluye los efectos que pueden llegar a producir. La insensatez de arrojar piedras en el propio tejado con las consecuencias que de ello se deriven. Y aunque esas consecuencias afecte en sumo grado a los mismos que las provocan. Así de estúpido suele ser a veces el género humano.
España llegó tarde a la llamada Revolución Industrial que a comienzos del siglo XIX tuvo lugar en Inglaterra, expandiéndose  luego por el centro de Europa. Y cuando la alcanzó, solo algunas regiones como el País Vasco y Cataluña se beneficiaron de ella. El resto del país malvivía por entonces de la agricultura y el ganado. Ese retraso,  complicado al paso del tiempo por sus problemas políticos, entre los últimos la guerra civil, hizo que fuésemos una tierra minusvalorada por el continente europeo como lugar de un cierto subdesarrollo. La Historia es dura, a veces, pero no tiene vuelta de hoja.
Y de pronto, como regalo de dioses o feliz e inesperado azar, aparece en el horizonte aquello que nos faltaba y nos hace importantes a los ojos ajenos: algo llamado Turismo, un rey Midas disfrazado de Alí Baba o de Reyes Magos, según prefieran, que nos mira con ojos deslumbrados y afirma que nuestro clima, nuestros monumentos y hasta nuestra gente, merecen atención especial.
Acababa de nacer la que sería la industria más importante del país, el dios Turismo, al que debemos el haber salido de la escasez, la apertura de mentes por el contacto con ideas nuevas, el desarrollo de los años sesenta y posteriores  y la subida de la autoestima, que nos hacía tanta falta. Hasta el Régimen -¿recuerdan?- aprovechó el tirón para promocionarse: “España es diferente”, decía el slogan con el que quisimos decir en verdad que éramos únicos, más guapos, mas listos, y más todo que quienes picaron y se transformaron en nuestros primeros visitantes y turistas.
Por fin teníamos algo por lo que ser deseados más allá de nuestras fronteras, sea lo que fuese ese algo. Y de ello empezamos a vivir. A mejorar. A llenar las arcas estatales de divisas. A comprarnos coches y salir del provincianismo de la postguerra.

Nos ha dado resultado hasta el momento actual, en el que, es cierto que el éxito puede llegar a ahogarnos. Pero solo son necesarias medidas exactas, no bajar la guardia y cumplirlas a rajatabla. Las situaciones grotescas y hasta vandálicas que han tenido lugar en Palma de Mallorca, Cataluña, o las originadas en Puerto Banús, han de ser, primero vigiladas y luego sancionadas y castigadas con todo el peso de una ley que está para ser cumplida, no de adorno. Es responsabilidad de los Ayuntamientos y de las autoridades el mantenimiento del orden en todos sus aspectos. Si es necesario aumento de policías, el Estado debe saber cual es su papel en este delicado asunto, sin que valgan excusas ni cortapisas en este sentido.


La “turismofobia” es el error más grande que pueda cometerse. España es un país eminentemente turístico y destrozar su principal medio económico solo puede ocurrírsele a quienes igualmente quisieran destrozar otras muchas cosas que llevan incluidas en su ideario político. No hay que dejarles actuar, porque una sola manzana pudre el cesto.
Los jóvenes airados que parecen divertirse con los gestos anti-turistas, deberían reflexionar por un solo minuto, si no es pedirles mucho: ¿Quiénes pagarán si nos quedamos sin ellos, la Sanidad, los colegios y las prestaciones sociales? …
Tal vez no les vendría mal a algunos de ellos volver al campo. De sol a sol, como en los viejos tiempos que no han llegado a conocer.
                                                                                               
Ana  María  Mata
(Historiadora y Novelista) 










      

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