(Artículo publicado en el diario Marbella Express)
El tiempo envejece muy deprisa, escribe el genial Antonio Tabucchi, en uno de sus últimos cuentos publicados. Me ha venido la frase a la cabeza al recordar que este año, y en este mes de octubre se cumplen cien años de la creación de aquél símbolo pedagógico y creativo por excelencia que fue la llamada Residencia de Estudiantes. El 1 de octubre de 1910, un joven malagueño del que por desgracia se ha hablado muy poco, y que murió en el exilio y el olvido en Ginebra, Alberto Jiménez Fraud , la puso en marcha como heredera de la cultura y métodos de la Institución Libre de Enseñanza, de Giner de los Ríos, a quien el malagueño admiraba profundamente.
Instalada en un cerro que subía hasta los altos del hipódromo, Jiménez Fraud quiso que un hombre preclaro subiese al cerro para consagrar el lugar. Sería Juan Ramón Jiménez el elegido para ello, y quién bautizaría para siempre el lugar como “la colina de los chopos”. Sentado bajo uno de ellos, Unamuno –cuentan- acostumbraba a hacer pajaritas de papel que luego regalaba a muchas de las estudiantes norteamericanas que admiraron sus dotes para el arte de la papiroflexia; las acompañaba con una nota donde se leía : “Made in Spain”.
Es verdad que el nombre de la Residencia de Estudiantes ha quedado en la mente de las generaciones posteriores más que nada por algunos de los que fueron residentes en ella, y de forma especial, por Dalí, Buñuel y Federico García Lorca. Los tres genios de nuestra cultura la habitaron entre los años 1920 al 27, ciertamente los más juveniles y llenos de ocurrencias que personajes como la trinidad citada impulsaban con sus formas y estilos determinantes. Pero junto a ellos es de justicia añadir dos factores de primerísima importancia : El primero, el carácter propio de la misma, su idiosincracia particular que estaba formada por el espíritu ya nombrado de La Institución Libre de Giner de los Ríos, al que se unió el Ministerio de Instrucción Pública, presidido por Ramón y Cajal. Junto a Jiménez Fraud, consiguieron que la Residencia fuese como un “laboratorio” de un país que pretendía ser laico, tolerante e instruido.
El segundo factor consiste en que junto a los nombrados Lorca, Buñuel o Dalí, estuvieron en ella no sólo sus contemporáneos Emilio Prados, Pepín Bello y el pintor Moreno Villa, sino más tarde Rafael Alberti y Gabriel Celaya, así como Vicente Alexaindre y Severo Ochoa.
Moreno Villa escribe en sus memorias que Federico “parecía al principio un niño abandonado o separado por vez primera de sus padres, delgaducho y encerrado en sí mismo, muy diferente a Dalí, siempre histrión, y todavía más a Buñuel, mocetón atlético y gran loco”. El poeta granadino, si es verdad lo escrito por Moreno Villa, entraría allí siendo un genio inseguro de veinte años y salió con “El Romancero Gitano” y “Mariana Pineda” en el bolsillo. Lo cierto es que la Residencia los unió en momentos difíciles pero enormemente creativos para los tres, cuyas historias, transformadas casi en leyenda habrían de discurrir por tiempos posteriores repletas de anécdotas donde la verdad y lo inventado irían en paralelo.
La Residencia también sería el foro en el que Marie Curie disertaría sobre la radiactividad, Albert Einstein sobre su teoría de la relatividad, Keynes sobre la futura situación económica , Paul Valéry y Chesterton en literatura y Stravinsky como músico.
Le Corbusier que la visitó en 1928 alabó su espíritu de iniciativa y de libertad, además de su maravillosa situación de la que dijo que era “como una acrópolis sembrada de chopos.”
Fue mucho más que el primer Colegio Mayor de Madrid, ya que en sus instalaciones se jugó el primer partido de tenis de la historia de España, Juan Negrín ( el futuro jefe de la II República) dirigió el laboratorio de Fisiología, y su sello editorial publicó el primer libro de Ortega y Gasset, “Meditaciones del Quijote”.
Inspirada en los “collages” británicos, no quiso Jiménez Fraud que tuviese como ellos, un sello únicamente elitista, y para ello en su decreto de creación estableció un sistema de becas para alumnos pobres de méritos relevantes. No quería –dijo- “educar señoritos, sino ciudadanos libres”.
Aunque desapareció en julio de 1936, y tras años de desagradables vicisitudes, ahora vive un renacer del espíritu que la originó y su lema, sigue fiel al malogrado malagueño que la impulsó : libertad y razón. La Colina de los Chopos de J. Ramón Jiménez , la ya mítica Residencia de Estudiantes celebra su centenario entre loas y aplausos por lo mucho que para la cultura española representó.
Ana María Mata
Historiadora y novelista