Competir es hoy una forma de vida, una
actitud tan generalizada en todos los aspectos de la misma, deporte, economía,
trabajo, arte…que no entendemos ya a aquél o aquellos que hacen algo por el
simple deleite de hacerlo, o más extraño aún, para conseguir haciéndolo un
beneficio no personal, sino destinado a
otros seres que lo necesitan y que a veces ni conocen ni son cercanos a ellos.
Mis líneas van destinadas a quienes he
llamado “héroes sin medallas”, acostumbrados como estamos a que las proezas
deportivas lleven aparejados cantidades de oro, plata, bronce y cualquier otro
metal que enlace con una flamante medalla. No reniego de ellas, por el
contrario creo que son estímulos importantes para que jóvenes –o no tanto-
conviertan su vida en un canto al esfuerzo.
Al primero de “mis héroes” lo conocerán en
cuanto les hable de que posee unos ojos profundos y bellísimos que enmarcan una
sonrisa inigualable. Es de Marbella, es deportista y joven. Se llama Pablo Ráez
y tiene alterados a las redes sociales y a los medios con la campaña a favor de
la donación de médula.
Pablo recibió un trasplante de médula para la
leucemia que padece, pero recayó y desde el hospital Carlos de Haya donde fue
nuevamente ingresado y en medio de vías intravenosas, quimioterapia y dolores
que le han provocado una ceguera temporal, comenzó su llamamiento personal para
conseguir, según sus palabras, llegar al millón de donaciones. Ni un día ha
dejado de reseñar en las redes sus avances y retrocesos, aunque a veces el
calvario sufrido se reflejase en su rostro pero no en su sonrisa.
Con su brazo levantado marcando músculo en
señal de fuerza, su perfil de Facebook e Instagram es el más visitado por miles
y miles de seguidores que hemos quedados atrapados en la valentía, la simpática
sonrisa y el afán de Pablo en alcanzar su reto del millón de donantes.
Afirma que aunque a él no le llegue la médula
esperada hay que seguir luchando por sus colegas enfermos, por todo aquél que
se encuentre como él atrapado en plena juventud por un enemigo inesperado y
cruel. No tiene medallas, pero sí el
apoyo y el cariño de todo el país.
Mi segundo héroe es malagueño y se llama
Christian Jongeneel. La semana pasada se convirtió en el cuarto deportista de
la historia y primer europeo en completar dos vueltas a nado a la isla de
Manhatan. Empleó 20 horas y las últimas ocho horas estuvo nadando sin luz hasta
completar los 98
kilómetros. No llevaba traje de neopreno. Las
corrientes, el frío, un tirón en la pierna que –dijo– tuvo que llevar al final
arrastrando´…
No lo hacía esta vez por deporte. Este
ingeniero industrial trabaja en la Fundación
Vicente Ferrer y la repercusión mediática de su hazaña
beneficia los donativos para la
Fundación y esta vez lo recaudado va destinado íntegramente
al programa nutricional para mujeres de las áreas rurales con sida en la India
El último en esta admirable categoría es el
director de la ONG
de salvamento Proactiva Open Arms. Las imágenes de ahogados en el Egeo
conmovieron de tal forma al barcelonés Oscar Camps, que harto de lamentos
decidió hacer algo aprovechando su experiencia como propietario de una empresa
de socorrismo. Ahora, a bordo del ASTRAL lleva con sus voluntarios más de
12,5OO rescates en la ruta mortífera de Libia a Lampedusa.
Oscar tiene una larga lista de anécdotas
trágicas que le hace derramar lágrimas al volver a contarlas.: dos hermanos de
10 y 11 años nigerianos que a pesar de estar ya a bordo de una lancha de
salvamento no dejaban de llorar ni un momento. Una señora que viajaba en la
misma barca le dijo que habían dejado a su madre muerta en la playa de Libia. Al
final descubrió que el niño de 11 años era una niña vestida de varón con el
pelo rapado para evitar ser violada.
Estos tres héroes, al menos, sentirán dentro
de ellos el pequeño consuelo de la ayuda que ofrecen.
Por mi parte, ante estos hechos, no tengo
palabras.
Ana María
Mata
Historiadora y novelista