22 de diciembre de 2017

JUGUETES

Para la niña que fui, la palabra arriba expuesta tenía un sentido mágico que, no sé por qué me parece que no lo tiene tanto para los niños de hoy. El juguete es un objeto concebido para estimular la imaginación de quienes lo reciben, proporcionarles placer y ayudarles a que su infancia sea divertida y alegre. Posee un componente de fantasía bastante alto aunque algunos sean de los llamados educativos, y otros, no muy afortunados, de los bélicos.
El niño necesita cosas que le aparten durante largo tiempo del mundo concreto y real en el que habitan, para ellos excesivamente ramplón y lleno de advertencias de peligros. Hasta hace poco los juguetes eran esas cosas con las que ellos se identificaban, quizás porque sabían que les pertenecían y estaban creados para su deleite.
El caballo de cartón o madera, los soldaditos de plomo, el tren con sus raíles incluidos, la muñeca de plexiglás o el coche de bomberos, fueron en su momento insustituibles…Abrir los ojos y encontrarlos al pie de la cama como un regalo que sus Majestades los Reyes Magos hacían después del largo viaje desde Oriente, era una sensación indescriptible que por muchos años pasados no podemos olvidar.

Pero estamos en el siglo XXI, y el asunto parece haber cambiado. No por culpa de sus majestades, viejos pero en activo, sino por los receptores, que aún siendo también niños como dijo el poeta..”Ya no son los de entonces”. Imaginan ustedes lo que sucedería en el amanecer del seis de enero si a alguno de los niños que conocen les trajesen un caballo aunque fuese de metal cromado, una muñeca simple de plexiglás que no hiciese nada, un tren, por muy bríllantes que fuesen los raíles o un simple coche de bomberos?
¿Imaginan que no recibiesen la Nintendo deseada, el móvil de última generación, el Wi (si es que se escribe así) o la tableta digital, incluso el ordenador último modelo?
Estoy viendo el desastre de llantos y protestas, cabreo y decepción de nuestros queridos infantes en día tan señalado. Pero no ocurrirá porque los mensajeros y ayudantes de Papa Noel o los Reyes saben muy bien contra lo que es imposible luchar y lo acatan con precisión exacta.
Navidades y Reyes al estilo digital. Así se podrían anunciar estas fiestas en las que lo electrónico supera, si me apuran, al jamón serrano y al cordero lechal. Todo debe venir a través de unas ondas secretas que gobiernan el mundo de hoy. Que conocen hasta los niños de pecho y desconocemos los que nacimos en el siglo anterior y somos incapaces de hacer algo más que una llamadita en el móvil que a duras penas hemos conseguido aprender.
En una encuesta realizada en un colegio de educación infantil, al preguntar a un total de cuarenta niños de cinco años que regalos habían pedido para Navidad o Reyes, el análisis fue concluyente: 1º, no en Navidad  O  Reyes, sino en Navidad  Y  Reyes, es decir en las dos ocasiones. En la primera, todos dijeron una tableta electrónica y en la segunda, algunos se decantaron por la Nintendo y otros por el móvil último modelo que acaba de salir a la venta.
Definitivo, como verán. Internet y sus variantes es el rey absoluto de la santa infancia y me pregunto quienes podrán ser los que recibirán algún juguete que se precie de llamarse todavía así y responda al que conocíamos como tal, exceptuando a bebés de dos años, porque los de tres, les aseguro que ya quieren una Wii.
Enorme cambiazo de aquellas fiestas de zambomba y pandereta, de muñecas y coches, mantecados y roscos caseros al horno. Giro extraordinario de un mundo que nos tiene a todos controlados mediante un sin fin de aparatejos extraños que constituyen un espacio virtual, pero dentro del nuestro. 
¡Dios nos coja confesados!, me dijo un amigo días pasados…Al menos debe cogernos, con o sin confesión , pero con el móvil encendido y cobertura.

                                                                                         
Ana  María Mata 
(Historiadora y Novelista)

6 de diciembre de 2017

EL CHIRINGUITO DE LA VERGÜENZA

En cualquier lugar costero el paseo marítimo suele ser uno de los lugares más concurridos. La visión del mar en toda su plenitud se une en el de Marbella a su espléndida vista, en los días claros, de la costa africana y de Gibraltar, factor este último que le da un toque distintivo de excelencia.
Creíamos en nuestra inocente ignorancia que la construcción desarrollada a sus pies tenía unas normas claras y precisas, siendo como es terreno de arena para bañistas y paseantes. En el nuestro, además, existen trozos desgraciadamente muy castigados por temporales reiterativos en los cuales la presencia  de arena es escasa, como ocurre en el trozo situado en la playa de la Fontanilla, a la derecha de la desembocadura del río Guadalpín .

Este trozo en concreto es el objeto de mi artículo, al situarse en él una construcción, a medias hoy, debido a un parón que creíamos definitivo, pero que se ha reanudado para nuestra sorpresa en las últimas semanas. Se trata de un chiringuito de grandes proporciones, cuya parte inferior se introduce literalmente en el mar, mientras que el resto es un gran mamotreto que impide y obstaculiza por completo la visión del resto de la costa. Lo entenderán mejor si les digo que paseando por la orilla, es imposible continuar por el lado sur, y es necesario volver al paseo marítimo y darle la vuelta al edificio.

El futuro chiringuito es hasta el momento objeto de comentarios de todo viandante que se cruce con él en una posible ruta paseística. Y no precisamente halagüeños. Los muchos adjetivos de negación se han ido resumiendo en uno solo que los abarca en su totalidad. Se le llama “la vergüenza” del paseo marítimo.
No hay, hasta el momento nadie que no contraiga sus músculos faciales en gesto de horror ante la visión de este monumento a lo antiestético que produce la impresión de una bofetada en pleno rostro en momentos que habías deseado pasear con total relajación.
Contra todo pronóstico, la licencia de obras aparece en un lado de la cubierta que lo cubre, y ante este descabellado gesto, no se si municipal o de la Junta, no me duelen prendas al expresar que muy ciegos han tenido que estar los “licenciadores” o, pensando en los modos que circulan hoy, muy llenos de algo que no es precisamente flores o caramelos.
No se entiende. Es tan absolutamente incomprensible, que, quien escribe, ha debido cambiar la ruta de su paseo por no recibir más peticiones rogativas de protesta escrita en torno al chiringuito. Si me lee alguno de los que lo conocen, me entenderá y verá que le estoy haciendo caso a su petición tan necesaria como lógica.
Una ciudad está constituida por muchas pequeñas cosas cotidianas que acaban construyendo su personalidad y su carácter. No podemos aceptar que el Consistorio permanezca al margen de estas cuestiones, cerrando los ojos a hechos como éste. Me pregunto, como mis paisanos, si esta licencia de obra da pie a que otros cuantos con idéntica falta de rigor y sensibilidad lleguen otro día a solicitar un permiso para levantar otra “vergüenza” semejante. Creo que en igualdad de condiciones, cualquier empresa podría hacerlo con la misma naturalidad, ya que la ley acabaría por darle la razón.


Quiero dejar constancia de que ese chiringuito, por el camino que lleva, llegará a ser un punto negro en nuestra dignidad, por lo menos en las de los gobernantes que lo aprobaron.  Y que sepa que nace con el nombre ya puesto: La Vergüenza.


                                                                                       
Ana  María  Mata
(Historiadora y Novelista)