9 de julio de 2017

IGNORAR LAS RAÍCES

La base de la existencia está en el conocimiento. El ser humano va adaptando su vida a cuanto el cerebro le muestra y le da a conocer mediante un complejo sistema de neuronas, dendritas y sinapsis. A través de ello el mundo aparece como algo interesante que merece la pena descifrar. Y el placer de algo descifrado produce, en ocasiones sentimientos múltiples, en general de apego a lo que acabamos de vislumbrar.
No se puede amar lo que no se conoce. La necesidad de saber más sobre algo que alerta  nuestra curiosidad es la base de toda sabiduría. La ignorancia lo suele ser del fracaso. Una encuesta realizada los meses pasados en distintos colegios de nuestra ciudad ha dado como resultado un hecho tan claro como triste: Un tanto por ciento muy elevado de los encuestados, estudiantes de grados diversos, tenían una ignorancia total sobre la Historia y el Patrimonio de Marbella, la ciudad en la que viven, y de la que muchos son nativos.
Preguntados acerca de diversos lugares emblemáticos y hasta tradicionales, su ubicación y su origen, dieron una respuesta negativa, desconociendo su existencia y el lugar que en la Historia de la misma han desempeñado.
Quien esto escribe, que ha dedicado parte de su vida a la divulgación de dicho Patrimonio, sus tradiciones, costumbres, lugares, habla y demás riquezas que nos son propias y diferenciales, sintió al leerlo una profunda tristeza no exenta de un alto grado de impotencia e indignación.
Es comprensible que, dado la distinta procedencia actual del profesorado, el docente no conozca al llegar detalles de la Historia del lugar a donde llega y por lo mismo, la cantidad de riqueza patrimonial que dicho lugar alberga. Pero ahí acaba la justificación. Me parece necesario, y lo escribo sin eufemismos, que dicho docente se informe en el menor tiempo posible de este apartado de un “temario” quizás inexistente, pero indispensable a la hora de afrontar el enriquecimiento cultural de sus alumnos. ¿Puede alguien explicarme como va un niño o joven a comprender más tarde el Arte del Renacimiento o del Barroco, las riquezas de Florencia o Roma, si no sabe antes todo lo trascendente, históricamente hablando, que tiene a su alrededor?
Los nefastos, aunque múltiples,  planes de enseñanza en Educación, unido a un pelín de dejadez por parte de un profesorado mal tratado  y sin motivación, dan lugar a estas tristes consecuencias en  nuestros hijos y nietos. En el caso concreto de la encuesta, creo que algunos colegios tenían en su poder un estupendo libro sobre el tema que la Asociación Marbella Activa ha creado, precisamente para intentar paliar estas carencias.
 Hace falta abandonar la abulia en las aulas, y la excesiva tecnificación, que sin ser dañina, puede ocupar lugar y peso demasiado apabullante en el colegial.

Nadie propugna que el niño no estudie Matemáticas, Informática, Ciencias o Lenguaje. Sin embargo, el rechazar las Humanidades, o relegarlas, por poco prácticas en la vida diaria, está llevándonos a formar cerebros uniformes y aleatorios, cuya única preocupación en su vida futura será enriquecerse a cualquier medio. Y si así nos va, no entiendo por qué no se toma cartas en el asunto de una vez por todas y tratamos de formar seres pensantes con amplio caudal de conocimiento en Historia, Arte, y cualquiera en la línea de las llamadas Sociales.     
Los viejos historiadores quisiéramos pasar el relevo a jóvenes interesados porque no se pierda todo el Patrimonio que nos pertenece por derecho y al mismo tiempo seguir con lo que debía ser una cadena de transmisión fructífera y apasionada.
Conmino también a las familias, especialmente a los padres a que se interesen un poco más por esta riqueza de la que hablo. Que pregunten a sus hijos, indaguen y miren a su alrededor. No hemos surgido por generación espontánea. Tenemos a nuestra espalda una bella historia de pueblos que pisaron esta misma tierra y nos dejaron huellas como los mosaicos de Río Verde,  las ruinas del Castillo, o la Pila Bautismal visigoda.
Se ama lo que se conoce. La ignorancia es el camino a la estupidez.

                                                                                                          
Ana María Mata
(Historiadora y Novelista)