Hace unas semanas el Tribunal de Cuentas dio a conocer lo que podríamos llamar el Debe y el Haber del Ayuntamiento de Marbella. Concretamente el “Debe”, porque, su opuesto, como sabrán exhaustivamente, es tan escaso que mejor haríamos en llamarlo inexistente. A pesar de que el conocimiento siempre será mejor que la ignorancia, debo decir que lo dado a luz pública por el citado Tribunal ha producido en algunas personas (entre las que me cuento) una doble sensación que va del estupor a la indignación, ganándole la partida esta última. El rumor popular, desgraciadamente tan poco eficaz, ya nos había hecho saber que lo ocurrido en nuestra ciudad en los pasados quince años era casi imposible de cuantificar. Pues bien, ahora lo hacen con cifras que prefiero no exponer, más el añadido de las causas -al menos algunas de ellas- que dieron lugar a lo que sin eufemismos debe llamarse robo descarado e infame. Entre ellas destacan las facturas realizadas por obras inexistentes, los anteproyectos y proyectos de idéntico calado y un elevado número de gastos justificados bajo tantas mentiras y de tan absurdo nombre que más parece un relato infantil de terror, si no fuera porque dentro de ello va la totalidad del dinero de un pueblo y sus habitantes. Sólo una pregunta : ¿Qué hacían mientras tanto nuestros políticos de las siglas que fueren? Dirán que poner denuncias que durante 15 años no dieron resultado. ¿Qué hacía, entonces el Tribunal al que correspondiera con dichas denuncias? ¿Qué hacía el pueblo además de rumorear por lo bajito y en forma de cotilleo?. Mientras, si conozco lo que dicen y comentan fuera de nuestra ciudad : Que sólo a un pueblo ignorante y pleno de desidia pueden engañarle de esas manera. No puedo refutar esa afirmación. Pero si exponer que para qué nos valen políticos, jueces y hasta el mismísimo Tribunal de Cuentas si durante todos esos años han mirado para otro lado permitiendo que las cifras alcanzasen tamaño descalabro.
Ante un hecho de esa envergadura hubo de tomarse las medidas más extremas (llegado el caso si me lo permiten, hasta un levantamiento popular) con tal de que el robo no tuviese lugar, o, fíjense, al menos, nos hubiese dejado para hacer unos cuantos colegios, residencias de ancianos o bibliotecas.
Cada vez que oigo al político de turno decir que estamos sin un duro, además de pensar cual fue su actuación mientras nos esquilmaban, siento un nudo estomacal formado por la indignación y la vergüenza de ser tomada por una ciudadana idiota.
Como no puedo anular los estamentos constitucionales, me conformo y confieso que no votaré más a partido político alguno. ¡Para lo que sirven!
Ana María MataHistoriadora y novelista.
1 septiembre 2008