El llamado Informe PISA sobre la Educación ha dado como
resultado que los andaluces estamos a la cola no solo de Europa, también de
España en lo que a esa materia se refiere. Si ya es desalentador el
diagnóstico, la reacción de la
Junta, y en concreto de la Consejera de Educación,
Adelaida de la Calle,
es para echarse a llorar, a pesar de que a la maquinaria propagandística de
dicha Junta ya estemos acostumbrados. Era de esperar, ya que a la escasa
autocrítica suelen unir una amplia operación de marketing político bajo cuyas
alfombras pueden esconder sus indicadores de miseria.
Vean si no como puede la Consejera argumentar
como contrarréplica al Informe, las causas y factores que, según ella han dado
lugar a ese resultado negativo. 1º causa: “Han cambiado el tipo de pruebas”,
olvidando que también lo han hecho en el resto de comunidades, y Castilla y
León están en la cabeza y Andalucía en la cola. 2ª: “Los escolares
seleccionados pertenecen a colegios de nivel económico bajo” Pero a ver, ¿no
quedamos en que tan igualitario es el sistema andaluz educativo que lo mismo
aprende un niño en La
Palmilla, por ejemplo,
que en El Palo o un colegio del Opus?
El argumento del nivel
socioeconómico de las familias de los colegios analizados es como la tierra que
cae encima de uno mismo, puesto que la misión de la Consejera debería
consistir precisamente en reducir esas diferencias. Quedarse en estas absurdas
explicaciones para justificar la realidad es frustrante, o debería serlo, para
ella y para nosotros que asistimos mudos a este tipo de absurdas
justificaciones.
Lo cierto es que educar dentro
del tipo de enseñanza que PISA exige, resulta más costoso y más necesitado de
cambios si queremos seguir participando en dicho ranking. El Consejero de
Castilla y León, comunidad con mejores resultados ha dado algunas de sus
recetas que son perfectamente aplicables, como reforzar materias troncales en las
que se fija PISA y ser exigentes en la formación y selección del profesorado.
No es nada nuevo que el problema educativo es uno de los más urgentes y
necesarios que todo el país padece y que necesita una solución, consensuada
(como se dice ahora) si quieren, pero efectiva. Estamos hartos de decir y oír
que los escolares de hoy son las hombres que el día de mañana habrán de ser
nuestros gerentes económicos, empresarios, políticos, gobernantes, médicos…y un
etc que todos comprendemos. Pero a la hora de actuar, nos quedamos en la retaguardia,
porque siempre alegan que tenemos otros problemas más acuciantes. Y así pasamos
de un gobierno a otro con idénticas deficiencias que van generando, de un lado,
estudiantes cuasi analfabetos a su llegada a la Universidad, y de
otro, algunos licenciados en especialidades, por ejemplo de ciencias, sin tener
la más remota idea de Humanidades, o al contrario, humanistas que no saben
dividir por dos cifras.
Hace verdadera falta una
concienciación conjunta de políticos con mando efectivo, profesores de todos
los niveles, sicólogos y familias para entre todos dedicarnos a los escolares
primero, y los estudiantes de más nivel, a continuación. Revisar los planes de
estudios, en su mayoría anacrónicos y en excesivo conservadores, para ponerlos al día en todas la cuestiones,
incluida la tan traída y llevada de lo digital, electrónico, o dicho de otra
forma, las nuevos materiales que rigen el mundo y a los que no podemos rechazar
solo porque los que debían enseñar a usarlos necesitan antes que les sea
enseñado a ellos.
Claro que es más fácil continuar
como hasta ahora, con profesorado sin reciclar, desconocedores de idiomas
extranjeros, abusadores de la memoria y cansados lo suficiente como para no
crear estímulos en sus alumnos.
El Magisterio en sus diversos
niveles no es asunto para resolver tan solo con el examen de conocimientos al
futuro profesor. Debería ser obligatorio evaluar periódicamente a quienes lo
ejercen, y valorar más de lo que se hace la creatividad, la innovación y cómo insuflar en el niño, desde
que empieza, un alto grado de curiosidad.
Claro que, a renglón seguido,
igualmente debería ser retribuido con un sueldo no solo digno, sino superior a
otras profesiones, entendiendo que trabajar con seres vivos es, no solo más
difícil, sino más serio y esencial que hacerlo con máquinas.
Mientras nada de esto se lleve a
cabo, lo único que nos queda, al menos en Andalucía, es borrarnos del Club de
los del Informe Pisa.
Ana María
Mata
Historiadora y Novelista