27 de septiembre de 2018

LA RESIDENCIA PARA MAYORES

El tiempo pasado y las muchas y largas deliberaciones judiciales han dado al fin el fruto de unas cantidades extraídas del caso Malaya y de los llamados casos Saqueo 1 y Saqueo 2.  Una mínima parte de lo esquilmado al Ayuntamiento de Marbella por aquellos desalmados y expertos ladrones que en su día formaron grupo cerrado en torno a Jesús Gil y el poderoso Roca.
Se trata ahora de pensar seriamente cual va a ser el destino de estos quince millones, más los dos del Saqueo, y dar prioridades a cuestiones esenciales para la ciudad pero en cierto aspecto relegadas una y otra vez.
Tiene razón mi buen amigo y colega Paco Moyano cuando dice en su escrito que “Marbella no es ciudad para viejos”. Ni para la tercera edad o mayores, ambos eufemismos aceptados con la intención –imagino- de suavizar una palabra tan real y auténtica como lo son las vidas que se encierran tras de ellas. La ancianidad es una etapa vital a la que todos afirmamos querer llegar pero a la que rechazamos mientras tenemos tiempo para ello.
La vejez es hoy una continuidad de la madurez en la que abuelos solícitos recogen el testigo de los hijos para atender a unos nietos que les son muy queridos y que sin ellos perderían una parte destacada de su aprendizaje. El lado triste es el de aquellos que llegado el momento del retiro no tienen lugar donde depositar sus huesos gastados ni reservas financieras para buscar un lugar privado que los reciba.
Durante años nuestra ciudad ha venido discutiendo sobre una herencia que la familia de Mateo Álvarez dejó al Consistorio con la intención de que fuese dedicada a residencia de ancianos. Factores distintos y complicados lo han hecho imposible y el Trapiche del Prado duerme el sueño de los justos después de un deterioro lamentable sin que el objetivo de su donación haya podido cumplirse.
Creo que es de un rigor absoluto que los primeros fondos del Malaya vayan dedicados a este asunto tan necesario y primordial y cubra el vacío que existe en Marbella sobre una residencia para ancianos.
Es indiscutible que otras muchas necesidades esperan igualmente acercarse a estos fondos y obtener a través de ellos el dinero necesario para que sean resueltos, caso especial podrían ser nuevas instalaciones deportivas para nuestros jóvenes. Pero como comienzo no veo en el horizonte de propuestas ninguna más esencial y prioritaria que construir un lugar digno para tantos hijos de Marbella que verían resueltos sus últimos años con tranquilidad y sosiego.           
En la ya larga historia de una ciudad como la nuestra, pujante y poderosa, adalid del turismo y ejemplo a imitar de muchos otros lugares costeros, no se conoce la existencia de una residencia pública para los ancianos, mas allá  de lo que fue la Fundación Jaeger, dependiente de la Parroquia de la Encarnación. Procedía de una disposición testamentaria del austríaco Sr. Jaeger, y estuvo bajo el atento cuidado de una mujer ejemplar, Maruja Espada, hasta su cierre por el obispado de Málaga.
Los tiempos de hoy son distintos pero las carencias de gran parte de quienes forman la tercera edad, a la postre resultan similares.

Marbella no puede mostrar su belleza turística, sus logros en ese sentido, su lujo y el buen vivir de quienes la toman como ciudad de referencia vacacional o permanente, sin presentar como credencial de solidaridad un lugar digno para quienes no tienen uno propio para su última etapa.
Espero y confío en que una parte importante del desastroso Malaya se dirija, como en una especie de expiación a nuestros queridos mayores.
                                                                                            
Ana  María  Mata 
(Historiadora y Novelista)

4 de septiembre de 2018

RALENTIZACIÓN TURÍSTICA


Aunque la hoja del calendario indique septiembre el verano sigue entre nosotros como rey y señor. El calor perdura en días aparentemente tormentosos, con las odiosas medusas apoderándose de las playas como un factor negativo para bañistas y chiringuitos.
Si es cierto que hay quienes han abandonado la costa en pro de un trabajo necesario pero fastidioso cuando se trata de acabar con las vacaciones. El año laboral comienza para muchos y aquí, en nuestros lares es buen momento para realizar un análisis de los meses anteriores, julio y agosto, punta del iceberg veraniego, en los cuales se dirime el futuro turístico de los años por venir.
No han sido tan buenos como cabría haber esperado puesto que no se han alcanzado las cifras del 2017, y hemos descendido en ellas. El Instituto Nacional de Estadística  apunta que el turismo en la Costa del Sol sufre el primer frenazo en su crecimiento en los meses que inyectan la mayor rentabilidad a los negocios desde la crisis. Los empresarios del sector alojamiento, las agencias y la restauración coinciden en los datos y afirman que en lo que queda de verano será difícil alcanzar los niveles de actividad del mismo periodo en 2017.
La respuesta a este cambio de tendencia está en primer lugar en la vuelta al escenario de

los principales competidores del Mediterráneo, especialmente Turquía, Egipto y Túnez, resurgidos con precios de ganga, junto al reclamo de países como Croacia y Bulgaria que comienzan a ganar protagonismo por sus bajos costes.
El salvavidas de todo lo expuesto ha estado en el turismo nacional, gracias al cual las pérdidas no han sido más costosas, turismo convertido en amortiguador de la caída. La temporada, apuntan algunos, se ha salvado gracias a la estrategia de lanzar ofertas, activando promociones cara al final del verano.
Este análisis necesita un estudio a fondo de ciertas características propias de la Costa, especialmente en el sector llamado de lujo. El sector empresarial marbellí  ha mantenido una escala de precios al alza no siempre acompasada de un aumento de la calidad. Y el turista penaliza este alza si no hay una mejora del servicio.
La Costa ha de ser consciente, sin vendaje de ojos, de la fuerte competencia que tiene en las Baleares, Mallorca, Menorca e Ibiza, e incluso de la también alcanzada por algunos puntos de Levante, en cuanto a la relación precios/calidad. Dormirse en los laureles ha sido durante largas temporadas anteriores una constante que parecía no perjudicarnos pero que a la larga acostumbra a pasar factura.
El turista, extranjero o nacional, hace tiempo que dejó de venir por las afamadas cabeceras de revistas del corazón que ensalzaban la rubia cabellera de Gunilla o los exagerados bigotes e histrionismo de Jaime de Mora. Quieren algo distinto para sus vacaciones que suelen ser más cortas, pero a las que le piden mucho más: proyectos lúdicos, música aceptable, infraestructura  indispensable, playas cómodas y precios
razonables.
Suele decirse que las cosas importantes hay que cuidarlas, y el turismo es algo que necesitamos mimar si queremos que siga siendo la vaca de cuya ubre bebemos. En cualquier momento pueden surgir, no uno, sino varios lugares paradisíacos, o no tanto, pero en los que los destinados a su promoción se encargan de presentarlos como tal.
Atención por tanto a cualquier factor desestabilizador. No podemos permitirnos morir de éxito. Nos va en ello el futuro de toda la Costa del Sol.
                                                                                             
Ana  María  Mata
(Historiadora y Novelista)