23 de diciembre de 2016

ANDALUCIA SUSPENDE EN EDUCACION

El llamado Informe PISA sobre la Educación ha dado como resultado que los andaluces estamos a la cola no solo de Europa, también de España en lo que a esa materia se refiere. Si ya es desalentador el diagnóstico, la reacción de la Junta, y en concreto de la Consejera de Educación, Adelaida de la Calle, es para echarse a llorar, a pesar de que a la maquinaria propagandística de dicha Junta ya estemos acostumbrados. Era de esperar, ya que a la escasa autocrítica suelen unir una amplia operación de marketing político bajo cuyas alfombras pueden esconder sus indicadores de miseria.
Vean si no como puede la Consejera argumentar como contrarréplica al Informe, las causas y factores que, según ella han dado lugar a ese resultado negativo. 1º causa: “Han cambiado el tipo de pruebas”, olvidando que también lo han hecho en el resto de comunidades, y Castilla y León están en la cabeza y Andalucía en la cola. 2ª: “Los escolares seleccionados pertenecen a colegios de nivel económico bajo” Pero a ver, ¿no quedamos en que tan igualitario es el sistema andaluz educativo que lo mismo aprende un niño en La Palmilla, por ejemplo,  que en El Palo o un colegio del Opus?
El argumento del nivel socioeconómico de las familias de los colegios analizados es como la tierra que cae encima de uno mismo, puesto que la misión de la Consejera debería consistir precisamente en reducir esas diferencias. Quedarse en estas absurdas explicaciones para justificar la realidad es frustrante, o debería serlo, para ella y para nosotros que asistimos mudos a este tipo de absurdas justificaciones.
Lo cierto es que educar dentro del tipo de enseñanza que PISA exige, resulta más costoso y más necesitado de cambios si queremos seguir participando en dicho ranking. El Consejero de Castilla y León, comunidad con mejores resultados ha dado algunas de sus recetas que son perfectamente aplicables, como reforzar materias troncales en las que se fija PISA y ser exigentes en la formación y selección del profesorado.
  No es nada nuevo que el problema educativo es uno de los más urgentes y necesarios que todo el país padece y que necesita una solución, consensuada (como se dice ahora) si quieren, pero efectiva. Estamos hartos de decir y oír que los escolares de hoy son las hombres que el día de mañana habrán de ser nuestros gerentes económicos, empresarios, políticos, gobernantes, médicos…y un etc que todos comprendemos. Pero a la hora de actuar, nos quedamos en la retaguardia, porque siempre alegan que tenemos otros problemas más acuciantes. Y así pasamos de un gobierno a otro con idénticas deficiencias que van generando, de un lado, estudiantes cuasi analfabetos a su llegada a la Universidad, y de otro, algunos licenciados en especialidades, por ejemplo de ciencias, sin tener la más remota idea de Humanidades, o al contrario, humanistas que no saben dividir por dos cifras.
Hace verdadera falta una concienciación conjunta de políticos con mando efectivo, profesores de todos los niveles, sicólogos y familias para entre todos dedicarnos a los escolares primero, y los estudiantes de más nivel, a continuación. Revisar los planes de estudios, en su mayoría anacrónicos y en excesivo conservadores,  para ponerlos al día en todas la cuestiones, incluida la tan traída y llevada de lo digital, electrónico, o dicho de otra forma, las nuevos materiales que rigen el mundo y a los que no podemos rechazar solo porque los que debían enseñar a usarlos necesitan antes que les sea enseñado a ellos.
Claro que es más fácil continuar como hasta ahora, con profesorado sin reciclar, desconocedores de idiomas extranjeros, abusadores de la memoria y cansados lo suficiente como para no crear estímulos en sus alumnos.
El Magisterio en sus diversos niveles no es asunto para resolver tan solo con el examen de conocimientos al futuro profesor. Debería ser obligatorio evaluar periódicamente a quienes lo ejercen, y valorar más de lo que se hace la creatividad, la  innovación y cómo insuflar en el niño, desde que empieza, un alto grado de curiosidad.
Claro que, a renglón seguido, igualmente debería ser retribuido con un sueldo no solo digno, sino superior a otras profesiones, entendiendo que trabajar con seres vivos es, no solo más difícil, sino más serio y esencial que hacerlo con máquinas.
Mientras nada de esto se lleve a cabo, lo único que nos queda, al menos en Andalucía, es borrarnos del Club de los del Informe Pisa.
                                                                                                
Ana  María  Mata
Historiadora y Novelista

11 de diciembre de 2016

SAN FIDEL DE LA HABANA

¡Cómo nos gustan los muertos…! no solo a nosotros, españolitos necrófilos que en cuanto algunos de los que atizamos duramente en vida, llamándoles de todo, se le ocurre morirse, corremos a venerar su figura, haciendo, la mayoría de las veces, apología intensa de una vida que, mientras la vivía, detestábamos. Ignoro el sentido auténtico de este curioso fenómeno, pero ni que decir tiene que,  el hecho de sentirse benévolo cuando ya el finado no nos puede fastidiar en aquello que lo hacía, nos genera una placidez casi, casi, sincera.
Ha muerto un hombre en cierto modo singular. Aunque solo fuese por que fue capaz de mantenerse en el poder casi cincuenta años, vivir a pesar de todos y de las diversas formas en que quisieron matarle, desafiar al gigante americano y ser llamado todavía por algunos, el padrecito de los cubanos, después de sus incontables fechorías humanas y políticas…solo por eso hay pensar que el hombre que acaba de morir no era un dictadorzuelo cualquiera, no era uno más de los que han ensombrecido la vida de los países de Iberoamérica.
 Fidel Castro, muerto en olor casi de santidad, fue, desde luego muchas cosas más que el presidente de una nación constreñida y pobre. Fue lo que quiso ser, aunque tal vez el día en que entró en La Habana junto al –posteriormente– celebérrimo Che Guevara, sus intenciones fuesen otras, y hasta, concedámosles la posibilidad,  mejores para el pueblo al que salvó de un elemento como Batista. Pero el tiempo todo lo altera y con él no hizo excepción. Mal gestor de la economía, pésimo administrador de los bienes con los que contaba, ni siquiera su platónico amor con la Rusia de entonces logró aminorar la decadencia en la producción, que año tras año fue cayendo en picado.  
El mito de sus logros en materia de salud y educación, aun con una incipiente base, no justifica que demasiados médicos tuviesen que recetar medicamentos inexistentes en la isla, o la falta de profesorado competente en unas escuelas caídas a trozos y casi en ruinas.
Pero Fidel Castro tenía sus trucos, claves para conseguir el éxito popular que se le atribuye. Uno de ellos fue la adhesión a los ritos paganos-cristianos de las naciones que le ungieron con su adhesión. Los santuarios de la macumba brasileña, del vudú haitiano, del winti de Guayana, todos tenían la imagen de Castro junto a las más diversas deidades. Así se alcanza una veneración que difícilmente se consigue con hechos, o en un ámbito cultural desarrollado.
Otro tema distinto es la realidad de las persecuciones castristas. A una poetisa, María Elena Cruz Varela, opositora al régimen, le hicieron rodar por las escaleras, y, ensangrentada, la obligaron a comerse sus poemas. Un ejemplo entre los miles de encarcelados, intelectuales o no, o de los muchos que perdieron la vida dentro del saldo oficial de 3.216 desaparecidos y asesinados.
El castrismo, además exportó su modelo hacia casi toda la América Latina. En Venezuela, las bandas criminales que hoy siembran el terror y se han cobrado miles de vidas fueron entrenadas por Cuba. Lo que no deja de resultar curioso es la diferente vara de medir  que muchos diarios y articulistas han usado en la hora de la necrológica. Mientras los dictadores militares que asolaron Chile y Argentina, fueron considerados en el exterior como lo que eran, y en general, rechazados, a Fidel una vez alcanzada la provecta edad de noventa años, y familiarizados con sus últimas fotos en chándal, ha logrado que los titulares encabecen en muchos casos sus crónicas llamándole simplemente “El líder de la Revolución Cubana”.  Un abuelito encantador que todavía era capaz de arengar durante cuatro o cinco horas, a pesar de la barba rala y los párpados caídos
No parece sino que dicha revolución hubiese sido ejemplar y llevado al país a una democracia  auténtica.
Lo dicho. ¡Cuánto nos gustan los muertos! Y que fácil resulta idealizar, a veces, a quien en vida, abolió de un plumazo, además de lo  escrito anteriormente, la libertad.


Ana  María  Mata 
Historiadora y novelista

27 de noviembre de 2016

TRIUNFO DE HECHICEROS POPULISTAS

Escribe el periodista A. Lucas que el populismo “es la expresión comercial de una política sin márgenes definidos donde cabe cualquier cosa”. Mucho se ha dicho en estos días sobre esta forma de gobernar que, aunque creamos nueva es tan antigua como la misma Biblia, por ejemplo, que desde la estrategia religiosa, recalificaba el terror, prometiendo cielos e infierno a los creyentes.  El filósofo Popper lo bautizó como “la llamada de la tribu” donde factores como el racismo, la xenofobia, el proteccionismo o la autarquía se unen para dar una especie de marcha atrás , asustados por todo lo que la libertad y el progreso han traído de cambios en el mundo global.
Ahora, con la llegada de Trump, el populismo puede llegar a conseguir cotas tan altas como peligrosas. Que sesenta millones de norteamericanos le hayan creído y respaldado indica la necesidad de todo un continente de volver a sentir la fe en sí mismo, aunque para ello renuncien a la racionalidad y empiecen de nuevo a creer en brujerías, chamanes y recetas vomitivas.
La verdad es que da la impresión de que lo del populismo es un rodeo perverso, una metáfora desquiciada para no decir fascismo o comunismo de nueva hornada. Una necesidad casi agónica de muchos de encontrar apoyo a su rencor, una base colectiva a lo que llamaríamos ajuste de cuentas. El votante de Trump encuentra en su verborrea, sus desmanes grotescos y sus promesas, la compensación a la represión que sobre sus sentimientos de rechazo a los diferentes, le imponía la “jodida democracia” y perdonen que utilice el adjetivo exacto de un xenófobo convencido. Alguien que cree con fe de carbonero que las crisis económicas sufridas, son producto de una falta de proteccionismo hacia los productos propios y defienden una especie de autarquía como medida ejemplar para solucionarla.
Que en pleno siglo XXI, con la tecnología en sus más alto estadio haya quien reclame y desee una vuelta atrás para que cada país se recree en la visión casi única de su propio ombligo bajo la feroz mirada del salvador omnisciente, sería para echarse a reír si no fuera porque los resultados de esta visión pueden con rapidez hacernos llorar de impotencia y rabia.
A quienes vivimos en este soleado pueblo o ciudad nos toca de cerca el tema, todo lo de cerca que resulta de haberlo sentido en nuestras propias carnes, como decían los antiguos. Hubo un tiempo, no tan lejano, en que dijimos necesitar un “redentor”, un mesías que nos liberase del yugo del desastre político que parecía haberse instalado en nuestro Ayuntamiento. Llorábamos tanto que el cielo oyó nuestras súplicas y dijo: Ahí va. Os lo mando. A ver que hacéis juntos.  Y la ciudad aumentó su tamaño, sus paseos, sus estatuas, sus flores, incluso muy particularmente, su fama. El salvador gritaba, reía, hacía y deshacía, colocaba a sus hombres y nos prometía el  paraíso. Una, dos, tres veces fue votado porque solo mirábamos hacia él y sus grandezas. Cerramos los ojos al cuarto de atrás, a lo que se guisaba bajo fondo de reptiles. Era populista. El más famoso de España, el invencible. Se parecía ligeramente a Trump. Usaba sus métodos.
Conocimos el trastero podrido cuando ya era demasiado tarde. Cuando a su más fiel vasallo lo llevaron esposado a los tribunales. Y a muchos más que le habían hecho la corte. Al abrirse la Caja de Pandora y encontrarla repleta de truenos con los bolsillos a reventar de nuestro dinero. El día que el fenómeno Malaya nos hundió en la más profunda vergüenza y miseria.
Estamos viviendo un tiempo de desagradables recuerdos. Trump versus Gil. No saben los americanos lo que les espera. No se si lo sabe Europa, pero los habitantes de un lugar idílico llamado Marbella, lo sabemos muy bien. Por desgracia.

                                                                                               
Ana  María Mata
Historiadora y Novelista

12 de noviembre de 2016

DELITOS DE ODIO

Por si fuesen pocos los delitos que el Código Penal alberga, en los últimos tiempos se ha sumado a ellos uno nuevo, cuyo nombre posee algo de literario, más en la línea de lo emocional que de la razón o lo económico. Más triste, por ello, más incomprensible y dramático, y desde mi punto de vista, aún más deleznable.
Se trata de los llamados “delitos de odio”, cuya definición responde a una conducta violenta motivada por prejuicios. Cada semana se da a conocer un hecho violento en algún lugar de nuestro país, calificado como delito de odio. Y esta última ha sido detenida en Estepona una mujer por rociar con insecticida a la hija pequeña de su vecino guineano. Es la segunda vez que esta mujer española arremete contra su vecino y familia por el color de su piel. Las anteriores llamaba a altas horas de la madrugada al portero automático, o bien a la puerta del domicilio, y cuando alguien de la familia abría, se dedicaba a insultarlos, diciéndoles que volvieran a su país.
Racismo y xenofobia son cuestiones mucho más serias y hasta peliagudas de lo que a simple vista solemos considerar. Nos hemos acostumbrado a vivir con un grado de animadversión a todo aquel que sea contrario a nosotros, ya sea por el color se su piel, (especialmente a estos), raza, o por diferencias de costumbres, nacionalidades, o idiomas. El análisis es necesario hacerlo desde el punto de vista de que no son las personas de bajo nivel, cultural estatus económico o social, las que ejercen esta patología anímica, sino gente con reconocida mundología, acostumbradas a viajar por variados continentes y conocedoras de las múltiples,  incontables variedades humanas que el Dios, en el que muchos de ellos creen, ha puesto en este pequeño planeta.
El hecho de que seamos iguales ya fue puesto en tela de juicio en los lejanos tiempos imperiales, cuando algún que otro conquistador llegó incluso a afirmar que los indios no tenían alma, asunto que, sin embargo no les impedía catequizarlos a fuerza de cruz o espada.
Todos nos creemos en el fondo superior al otro. Como si una tez clara, unos ojos azules o una partida de nacimiento, que no son sino azares involuntarios, concediesen patente de corso para rechazar al que no posea estos factores que aceptamos como absolutos y no simplemente diferenciales.  Debe ser cierto que el hombre es el único ser creado que tropieza dos veces en la misma piedra. Con consecuencias horrendas que deberían habernos vacunado para siempre del pecado de la intolerancia. Si un Hitler, un Holocausto, y millones de víctimas no son suficientes para que llevemos grabado como estigma humano cuanto puede surgir del odio al contrario, creo que la humanidad no tiene solución como ente moral.
Reconozco haber vivido una infancia de rechazos. A los gitanos, a los “moros”, a los negros y oscuros, fuesen paquistaníes, hindúes o de otras nacionalidades. Pertenecía al acervo cultural inculcar a los niños ese rechazo como algo lógico, para que se cuidase de ellos. Los “oscuros”, en general servían mucho para la fiesta del Domund, con su hucha de cabeza de negrito, para las misiones, y para hacernos ver lo inferiores que eran a nuestro lado. Pero nada más.
Abomino hoy de aquella educación chauvinista y poco cristiana, mezquina y pobre hasta la médula. Abomino de  unas prédicas con angelitos alados, rubios y sonrientes en altares desde donde se nos asustaba sobre todo lo referido al sexo y sus derivados, junto a un silencio casi total acerca del eje principal del Evangelio, la justicia y la caridad.
De aquellos polvos han surgido los lodos de hoy, la terrible situación de refugiados y emigrantes, millones de seres deambulando por tierras inhóspitas, cada vez más rechazados, con cadáveres de niños que impactan pero se olvidan pronto, con personajes actuales poderosos como el impresentable recién elegido presidente de EE. UU., a cuyo amparo no subsistirá nadie que no tenga como referente el pelo y la piel color zanahoria.
Quieran o no, el mundo es multirracial, y por consiguiente multicultural, y eso, en lugar de un problema, debería ser un signo de riqueza para cuantos habitamos el planeta.
Los elitismos y  las purezas de sangre, solo conducen tarde o temprano a nacionalismos más o menos feroces, capaces de exterminar incluso, para que sus teorías se lleven a la práctica.
El hombre negro que nos mira desde su bella piel de ébano, posee, aunque a veces lo olvidemos, una cultura propia, un idioma, una familia y un corazón que siente. Lo único que le diferencia de nosotros, es, para su desgracia, la mala suerte de haber nacido en un país injusto.

                                                                                                    
Ana María Mata      
Historiadora y Novelista
   

31 de octubre de 2016

PREMIOS


Octubre no solo trae la caída de las hojas con  su bello cromatismo de ocres y naranjas, o la despedida de un verano que en ocasiones se resiste y amenaza con volver. Envueltos entre las gotas de sus lluvias primeras aparecen igualmente en el panorama cultural un saco importante de premios. De todas las clases y en todos los géneros. Desde aquel con el que un profesor llamado Alfred quiso compensar su más famoso invento, o las consecuencias derivadas del mismo, la dinamita, pasando por el muy prestigioso en la actualidad, el llamado ahora Princesa de Asturias, para acabar con uno, solo literario, y si me lo permiten, menos prestigioso, pero no por ello desdeñable para un escritor: el Planeta, de cuantía económica alta y con el que la familia Lara, además de promocionarse, pretende incentivar, o eso dice, la lectura y el libro en general.
Empiezo por el que más ha dado y sigue dando que hablar, además de ser el más destacado. Este año, como saben, el Nobel de Literatura ha  sido concedido al cantante Bob Dylan. La Academia Sueca afirma que la calidad de las letras de sus canciones son merecedoras de situarse al mismo nivel de todos los libros escritos por Vargas Llosa o Philips Rhott, en el caso de que al último se le hubiese otorgado de una vez, como las encuestas predicen y se equivocan cada año. Lo curioso es que al día de hoy, el señor Dylan no se ha puesto ni al teléfono para informarse al menos de la distinción, por lo que oficialmente, es como si no lo sabe o estuviera muerto. Perdonen mi atrevimiento, pero el segundo hecho, el de no contestar, me parece una más de las groserías con las que Bob Dylan acostumbra a “castigar” a sus acérrimos seguidores, como lo es el de no decir en ningún concierto ni el más elemental Buenas Noches.
Una comprende que la calidad no tiene por qué ir pareja con una exquisita educación, pero sí debería estarlo con el mínimo respeto. Y en cuanto a sus letras, no seré yo quien diga que no me gustan, al menos las más conocidas, y que puede ser el “trovador moderno” que algunos afirman. Pero entonces debería existir otro galardón, no el de Literatura, que premiase a los trovadores, cantautores y demás compañeros del antipático señor galardonado esta vez. Por mi parte y sin que me lo pregunten, propongo a Joan Manuel Serrat.
Verán, componer letras para ser cantadas es un bonito oficio que por descontado, unos hacen mejor que otros, pero equiparar esas letras con el enorme aval literario de obras como las de los antes citados…me parece, cuanto menos, un ligero error, por muy modernos y alejados de las normas que algunos quieran estar.  ¿Sería comparable El Quijote  con la canción, por ejemplo “My Way”, de Sinatra, e incluso  con “Imagine” de los Beatles?...
En relación con los otros premios, mi modesta opinión es que el Princesa de Asturias de las Letras está merecidamente otorgado a un gran novelista de la vida cotidiana americana y por ende, de la de la mayoría de la gente, como es el genial Richard Ford. Si no lo conocen, corran a buscar algo suyo. Admirable.
No conozco la calidad literaria de la galardonada con el Planeta, de apellido Redondo, y autora de una saga de novelas (editadas en Planeta, of course) de enorme éxito de ventas. Intentaré leer la premiada, y en ella espero encontrar menos efectos mágicos-oníricos que en las citadas, motivo de mi ausencia de sus libros. Siento no ser adicta a la ciencia-ficción.
Deduzco que la literatura da para mucho, incluso para equivocarse premiándola. Pero mientras siga llamándose literatura, confío en que olviden a personajes como el de Dylan, porque la Academia Sueca, si se olvidó de Borges, hoy de Rhott o Murakami…¿Acabará premiando en los próximos al autor o autora de Cincuenta sombras de Grey?
                                                                                
Ana María Mata
Historiadora y Novelista


     

15 de octubre de 2016

ESTE NO ES UN PAIS NORMAL

Estas últimas semanas, mientras reflexionaba lentamente sobre los acontecimientos que iban sucediendo y los medios nos mostraban con plenitud de imágenes, me acordaba sin poder evitarlo de una de las más convulsas época de nuestra historia contemporánea, que hasta para estudiarla era fastidiosamente complicada. Hablo de la Primera República española, propiciada por la abdicación de don Amadeo de Saboya, pobre hombre, engañado para que cubriese un  hueco al que no encontraban personaje adecuado, y que en cuanto pudo puso pies en polvorosa loco por marchar de un lugar en el que a punto estuvo de volverse loco.
Once meses duró el primer intento republicano que acabó con el pronunciamiento del General Martínez Campos en diciembre de 1874 para intentar la llamada Restauración Borbónica, ¡Ah! Pero en ese tiempo hubo, aunque no lo crean, dos tipos de república, la primera fue Federal y terminó con el golpe del General Pavía, para convertirse en Unitaria al mando del General Serrano. Once meses muy divertidos, imagino, para los ciudadanos corrientes que aunque no tenían televisión, Internet, Facebook y demás, tendrían que aguantar de alguna manera, cómo entre general y general, iban apareciendo políticos del tres al cuarto dispuestos a aprovecharse unos y otros del río revuelto del momento. 
Salvando las distancias, o sin salvarlas, la conclusión a que he llegado se resume en estas pocas palabras: “Este no es un país normal”. Tal vez no lo fuese ya en el XIX, según he dejado escrito, pero si pasamos al aquí y ahora, creo que las cosas si han cambiado algo ha sido para peor. Vamos a ver, ¿cómo va a ser serio un país, en el que el partido en funciones que gobierna tiene a casi la mitad de sus dirigentes sentados en los banquillos de los juzgados por corrupción?; y en el que el  partido principal de la oposición, parece más un patio de vecinos con  todos a la gresca , unos por aquí, otros por allá. Más otro, nuevo, que dice aspirar a dar miedo y también pelean sus cabezas visibles.  Y por último cinco o seis más pequeños  a los que a dos, lo único que les importa es la independencia ya sea del País Vasco o de Cataluña.
De verdad que afirmo como un autor leído, que todo este berenjenal tiene más de zarzuela costumbrista que de tragedia de Shakespeare. Ni siquiera para nuestros embrollos tenemos grandeza, pero aparte de ello, lo cierto es que la mayoría de personal ajeno a las intrigas si no palaciegas, parlamentarias o de cuchitril de partidos, estamos hasta las narices de aguantar día tras día las embestidas mutuas mientras el país se consume en pequeños y grandes problemas sin solucionar.
Lo que nos faltaba era precisamente el sainete bochornoso de las llamadas tarjetas “black”, donde se juntan un exministro muy aplaudido en su tiempo, con un tal Blesa, personaje sibilino que nos mostró una vez sus jabalíes y elefantes cazados con arrogancia inaudita, además de Arturo Fernández y Díaz Ferrán, creo que ambos mandamases de la CEOE.   Hay muchos más, claro, hasta 65 ex-altos cargos de Caja Madrid y Bankia, todos acusados por el despilfarro de sus tarjetas. No escribo el importe de lo que gastaban para no volver a sentir las náuseas que me aparecen cuando los veo a todos juntitos compartiendo banquillo.
Opino también que al día de hoy, al margen de cómo nos consideren nuestros vecinos europeos, no podrán atacarnos por nuestro antiguo temperamento visceral y hasta violento en ocasiones.
Más bien nos cuadra la calificación de ciudadanos borreguiles, consentidos en tragarse lo que nos echen y a la espera de un milagro celestial que permita la investidura de uno cualquiera  entre estos impresentables.

      
Ana  María  Mata 
Historiadora y novelista

28 de septiembre de 2016

HÉROES SIN MEDALLAS



Competir es hoy una forma de vida, una actitud tan generalizada en todos los aspectos de la misma, deporte, economía, trabajo, arte…que no entendemos ya a aquél o aquellos que hacen algo por el simple deleite de hacerlo, o más extraño aún, para conseguir haciéndolo un beneficio  no personal, sino destinado a otros seres que lo necesitan y que a veces ni conocen ni son cercanos a ellos.
Mis líneas van destinadas a quienes he llamado “héroes sin medallas”, acostumbrados como estamos a que las proezas deportivas lleven aparejados cantidades de oro, plata, bronce y cualquier otro metal que enlace con una flamante medalla. No reniego de ellas, por el contrario creo que son estímulos importantes para que jóvenes –o no tanto- conviertan su vida en un canto al esfuerzo.
 Al primero de “mis héroes” lo conocerán en cuanto les hable de que posee unos ojos profundos y bellísimos que enmarcan una sonrisa inigualable. Es de Marbella, es deportista y joven. Se llama Pablo Ráez y tiene alterados a las redes sociales y a los medios con la campaña a favor de la donación de médula.
Pablo recibió un trasplante de médula para la leucemia que padece, pero recayó y desde el hospital Carlos de Haya donde fue nuevamente ingresado y en medio de vías intravenosas, quimioterapia y dolores que le han provocado una ceguera temporal, comenzó su llamamiento personal para conseguir, según sus palabras, llegar al millón de donaciones. Ni un día ha dejado de reseñar en las redes sus avances y retrocesos, aunque a veces el calvario sufrido se reflejase en su rostro pero no en su sonrisa.
Con su brazo levantado marcando músculo en señal de fuerza, su perfil de Facebook e Instagram es el más visitado por miles y miles de seguidores que hemos quedados atrapados en la valentía, la simpática sonrisa y el afán de Pablo en alcanzar su reto del millón de donantes.
Afirma que aunque a él no le llegue la médula esperada hay que seguir luchando por sus colegas enfermos, por todo aquél que se encuentre como él atrapado en plena juventud por un enemigo inesperado y cruel.  No tiene medallas, pero sí el apoyo y el cariño de todo el país.
Mi segundo héroe es malagueño y se llama Christian Jongeneel. La semana pasada se convirtió en el cuarto deportista de la historia y primer europeo en completar dos vueltas a nado a la isla de Manhatan. Empleó 20 horas y las últimas ocho horas estuvo nadando sin luz hasta completar los 98 kilómetros. No llevaba traje de neopreno. Las corrientes, el frío, un tirón en la pierna que –dijotuvo que llevar al final arrastrando´…
No lo hacía esta vez por deporte. Este ingeniero industrial trabaja en la Fundación Vicente Ferrer y la repercusión mediática de su hazaña beneficia los donativos para la Fundación y esta vez lo recaudado va destinado íntegramente al programa nutricional para mujeres de las áreas rurales con sida en la India
El último en esta admirable categoría es el director de la ONG de salvamento Proactiva Open Arms. Las imágenes de ahogados en el Egeo conmovieron de tal forma al barcelonés Oscar Camps, que harto de lamentos decidió hacer algo aprovechando su experiencia como propietario de una empresa de socorrismo. Ahora, a bordo del ASTRAL lleva con sus voluntarios más de 12,5OO rescates en la ruta mortífera de Libia a Lampedusa.
 Oscar tiene una larga lista de anécdotas trágicas que le hace derramar lágrimas al volver a contarlas.: dos hermanos de 10 y 11 años nigerianos que a pesar de estar ya a bordo de una lancha de salvamento no dejaban de llorar ni un momento. Una señora que viajaba en la misma barca le dijo que habían dejado a su madre muerta en la playa de Libia. Al final descubrió que el niño de 11 años era una niña vestida de varón con el pelo rapado para evitar ser violada.
Estos tres héroes, al menos, sentirán dentro de ellos el pequeño consuelo de la ayuda que ofrecen.
Por mi parte, ante estos hechos, no tengo palabras.

Ana  María  Mata    
Historiadora y novelista

16 de septiembre de 2016

LA CIUDAD DE LOS ARTISTAS



Ando pensando en que los años 60 del siglo pasado (escrito así suena antediluviano: “¡siglo pasado!”) fueron quizás los puramente decisivos para nuestra ciudad en lo que a futuro turístico se refiere. Muy especialmente lo pensaba en agosto, cuando el Ayuntamiento decidió celebrar lo que llamaron, creo, "Fiesta del Sol", rememorando precisamente lo que en 1960 se llamó “Semana del Sol”. Me quedé sorprendida cuando por más que buscaba en los medios, nadie, del Consistorio o fuera de él , tuvo el detalle de recordar a quienes fueron en aquél momento los auténticos creadores de dicha “semana”, y en concreto al hombre que las pregonó con una prosa tan bella como pocas veces después hemos oído por aquí.
 Algunos pueden que se acuerden de un hombre alto de figura oronda en la más plena acepción del término, que era nuestro huésped veraniego desde años antes y del que, se decía que era “muy importante”, aunque pocos supieran el motivo, cosa que por esos tiempos era bastante  habitual. Lo conocí personalmente y fue uno de esos afortunados azares que la vida a veces regala: Edgar Neville, conde de Berlanga del Duero, diplomático, pero esencialmente escritor, autor teatral, guionista y director de cine  llegó a Marbella a comienzos de los cincuenta. Le compró a Ricardo Soriano una parcela de la finca El Rodeo, próxima al mar y allí construyó una casa que llamó “Malibú” nombre de una famosa playa californiana que le recordaba su estancia en aquellas tierras, cuando en los años treinta fue contratado como guionista por una gran productora de Hollywood y se codeó con los grandes, como Charles Chaplin, Mary Pickford o Gloria Swanson.
En España alcanzó su mayor éxito con la obra teatral “El baile”, que estrenó con su compañera y musa Conchita Montes.
Se enamoró de Marbella en esos veranos de estancia, y lo plasmó en ese pregón que inauguró la Semana del Sol, acontecimiento que fue de gran relevancia porque Edgar, Mingote, Conchita Montes y Ana de Pombo se propusieron que lo fuera. En esa semana, me contó el propio Edgar, no solo debía haber verbenas y bailes, sino además deportes y actos culturales, con el fin de que Marbella sonara fuera de sus pequeños límites como una ciudad auténticamente pluricultural.
No me resisto a plasmar aunque sean algunos renglones de ese Pregón para que quienes los desconocen o lo olvidaron sepan de su forma y fondo. Decía Neville:
“Cuando llegaba a los bosques de las Chapas, después de la larga estepa, parecía como si ya entrase en un país con el que se sueña. Ya existía ese balsámico encanto que tiene Marbella, que cura al que llega y que es algo tibio, impalpable, de un dulzor amoroso con sabor a siesta…"
“Marbella ha de ser muy rica, pero ¡por favor! poco a poco, sin saltos, sin asustar, sin reducir vuestra clientela a los muy poderosos. Pensad que hay gente que son lumbreras en el país, que son los primeros pintores del mundo, los poetas, los autores y novelistas, los comediantes, los artistas de todas las clases, que llevan emparejados, desgraciadamente, una modestia económica que les impedirá quedarse si ponéis la vida por encima de sus posibilidades…"
“Marbella tiene una misión, ser la reunión de todo lo que es arte en España”….”Queremos una ciudad riente, una obra de arte del buen vivir…"
Un mínimo esbozo entresacado de un largo y admirable pregón que por desgracia, en el sentido principal, no ha resultado profético. No me voy a detener en las causas porque mis posibles e inteligentes lectores ya las deducen.
Edgar junto al citado Mingote, El Greco, Antonio el bailarín, Jean Cocteau y Ana de Pombo, Alberto Closas y Mª de los Ángeles Morales, cantante y esposa del dueño de Hispavox entre otros, quisieron hacer en Marbella lo que ellos llamaron “La Ciudad de los Artistas”, un núcleo o zona que albergase a todos los que tenían relación con un tipo de arte, músicos, escritores, actores…etc y en el que el ambiente fuese propicio para ayudar a los jóvenes. Cocteau estaba dispuesto a donar los paneles que hizo para La Maroma, a los que bautizó como “Suite flamenca”.
Por desgracia el proyecto no llegó a realizarse, aventuro que por la inviabilidad financiera o la falta de interés especulativo  que calcularía algún gerifalte de la época.
Marbella tomó otro camino, no digo que peor, pero más pobre sin duda desde el punto de vista del espíritu. Lo cual no debería ser óbice para que llegado el caso, como el de esta feria de verano, tuviésemos un recuerdo y un gracias para aquellos grandes intelectos que un día nos eligieron para sus sueños y alabaron nuestra belleza.
Ana  María  Mata    
Historiadora y novelista

4 de septiembre de 2016

EL LIBRO Y SU FERIA



Acabamos de clausurar la Feria del Libro en Marbella. Desconozco si exitosa o no, pero creo que al menos justa y necesaria. Pobre libro. Que menos que una feria para consolarlo de su momento actual. Para restañar las heridas que entre todos le estamos produciendo. Para animarlo en las que –dicen- pueden ser sus últimas jornadas.
Los augurios sobre el libro como objeto concreto de papel, materializado en hojas escritas y portada más o menos coloreada, son nefastos y deprimentes. No sé si auténticamente reales o propiciadas por aquellos a quienes les interesa la totalización de lo digital. De una manera o de otra, están ahí y no cesan cada día de informarnos de la agonía de ese montón de mariposas de tinta que, anidadas en un cubículo de cartón, nos han enriquecido la vida a tantos seres humanos.
 Hace casi un siglo y medio, un escritor francés entonces de actualidad, Octave Uzanne, formuló su teoría sobre la muerte de la imprenta, y anunció que “esos objetos anticuados” serían reemplazados por el fonógrafo ( hoy diríamos el audio-libro) que permitiría una lectura más cómoda. Según él, el hombre del futuro solo elegiría aquello “que fomente y halague la pereza”.
Extrapolando la idea de Uzanne, quien sabe si algún editor sin demasiados escrúpulos, pensó que dicha teoría podría resolver su negocio. De esa manera convirtió –convirtieron, pues han ido aumentando- el libro en un objeto de consumo masivo, creyendo que al convertirse en hábito multitudinario les rendirían opíparos beneficios. Y así, comenzaron a publicar gran número de bodrios que echaron para atrás a los verdaderos lectores. Más tarde intentaron extender el negocio al mercado digital. Pero este mercado, para su contrariedad, se les ha revelado como adversario, pues existe ya un montón de gentes que ejercen su “derecho” a la piratería.    
Es posible que la actualización imparable de la vida lleve más o menos tarde a la extinción del libro como lo hemos conocido hasta ahora. Le llamarán progreso y aceptaremos el envite como hacemos cada vez que pinchamos en un modelo nuevo de teléfono móvil o cualquier otro artilugio similar. Pero siempre quedará –o eso espero, cual guardiana retrógrada de mis cosas queridas- quienes sigan pensando en el libro como vigía del tiempo cuyas páginas esconden nuestra biografía, y que bajo su apariencia inerte nos brindan consuelo y compañía en momentos oscuros.
A la uniformidad inane de lo escrito en aparatos digitales, el libro opone, además de la posibilidad de guardarlo para siempre, matices que rondan sensaciones físicas como son el olor diferenciado de cada impresión, el tacto más o menos áspero de sus hojas, el color de las mismas, la portada gráfica sobre la cual artistas del diseño dejan su impronta personal…y un mínimo pero bello detalle : la hoja que la mano del lector mueve a su antojo según lee, y que señala con separador para poder continuar al día siguiente.
Sus fieles, entre  los que no creo que haga falta decir que me encuentro, todavía podemos sentir la emoción de encontrar un título nuevo de nuestro escritor preferido, a la espera del placer asegurado que su lectura pausada intuimos nos producirá. Como también la sorpresa ante el descubrimiento de alguien de quien no conocíamos su estilo y nos maravilla. Descubrir un libro, sea novela o ensayo, que no quisieras terminar pero que no puedes dejar de leer, es placer de dioses. Comunicarlo a los amigos, reflexionar y discutir sobre el autor y su obra, lo más interesante que puede ocurrirle a un buen lector .
Les contaré una anécdota ilustrativa: Me encontraba rastreando un día entre libros, cuando al tomar en mi mano uno de Philippe Roth, alguien desde atrás me espetó: ¿Lo ha leído, le gusta Roth? . Dije que sí y a renglón seguido con una sonrisa de complicidad  inmediata lanzó sobre mí una serie de autores, de los cuales unos pocos yo desconocía. Acabamos tomando un café y siguiendo la cháchara hasta que se nos hizo tarde.  Nunca antes lo había visto y hoy somos excelentes amigos. Gracias a su consejo conocí a Ian Mckwan, a Martin Amis, Alicia Gimenez-Barlett y otros más.
Además de lo anterior, olvidaba decir que el libro, mi agonizante amigo de papel, es un fabuloso generador de relaciones interesantes. Pruébenlo y verán. No les fallará nunca.
                                                                               
Ana  María  Mata
Historiadora y novelista