(Artículo publicado en el periódico Tribuna Express el 21 de noviembre de 2013)
Para algunos siempre será el hombre rebelde,
el hombre que dijo no. Lo dijo cuando Alemania ocupó Francia y muchos de sus
compañeros empezaron a ir aceptando la idea de una Europa Nueva sobre la base
brutal que proponían los alemanes. Lo había dicho antes al Partido Comunista
Francés cuando en vísperas de la II Guerra
Mundial, Stalin firmó el pacto de concordia con Hitler. Y volvería a decirlo al
advertir con plena conciencia el totalitarismo comunista y la solapada invasión
de la URSS sobre
la Europa
oriental.
Albert Camus, el hombre rebelde, el hombre al
que Sartre quiso derrotar y hasta destruir, es hoy una figura en crecimiento y
de plena actualidad, en contra del estrábico autor de “La Náusea” por entonces
seductor de masas y ninfas revolucionarias, y en el momento presente bastante
más olvidado. Tal vez si Sartre no hubiese mandado publicar en “Les Temps
Modernes” que la rebeldía de Camus era ante todo deliberadamente estética,
ambos hubiesen podido encontrar un punto medio en el que aunar sus claves
filosóficas. Sartre no cambió de opinión y el que, de algún modo había sido su
alumno en las ideas primeras del Existencialismo, tomó un camino distinto y
mucho más solitario.
Nació en Mondovi, Argelia en 1913, hijo de
unos pieds-noir (colonos franceses) que trabajaban allí. Su madre, Catalina,
era una humilde mujer de origen menorquino, analfabeta y sorda, hechos que no
le impidieron enseñar al hijo la lengua catalana. Estos orígenes marcaron de
forma crucial el futuro de Camus y su tendencia hacia el universo de los
marginados. Estudió en Argel y dos de sus profesores serían decisivos en su
formación: Louis Germain y Jean Gremier. A este último profesó un afecto
intenso que perduró hasta el momento de su desgraciada muerte, y a los dos
dedicó el Premio Nobel que le concedieron en 1957 por el planteamiento
filosófico existente en todas sus obras.
Novelista, ensayista, dramaturgo, periodista
y filósofo, Albert Camus al trasladarse a Paris se convirtió pronto en el
mítico director de “Combat”, para continuar después escribiendo una extensa
obra cuya peculiar identidad es lo que se ha llamado como Filosofía del
Absurdo. Camus afirmaba a través de ella la intrascendencia del hombre
enfrentado al Cosmos y a la
Historia, solo rescatado cuando actúa precisamente “como si
pudiera cambiar el universo”.
El intelecto ambicioso de Camus le hizo
estudiar a fondo las diversas ideologías y abstracciones para concluir que
todas sin excepción lo único que hacen es alejar al hombre de lo humano.
Ninguna religión, ninguna promesa hace posible que el hombre deba albergar
esperanzas más allá de la aceptación de su pequeñez, de lo escasamente
importantes que somos de cara a un infinito que desconocemos.
A pesar de ello –afirma- que el intento de
conseguir una mejoría en su ciclo vital y el de sus semejantes es lo que hace
de un hombre algo que merece la pena ser considerado.
Esta aparente contradicción le dio lucidez en
un tiempo de grandes tempestades, en el que, en medio de la confusión vio la
luz, expresándola en forma de un nihilismo existencial a través del cual se
atrevió a decir no a izquierdas y
derechas a las que consideraba meras luchas políticas.
El instante, vivido en armonía fue su particular
concesión como hombre intransigente y no acomodaticio. Llegó a decir que el
suicidio era la única cuestión que merecía la pena discutir. Otras de sus
conocidas frases expresaba: “Ante mi madre siento que pertenezco a un noble
linaje: el que no envidia nada a nadie”.
Tachado por algunos de desentendido del
compromiso con la realidad, durante cierto tiempo la intelectualidad francesa y
europea se dividió en dos bandos. Uno alrededor de Sartre, parisino, investido
como símbolo de la pureza marxista, y enfrente el hijo de unos “pies negros”,
llegado de Argelia, rebelde e iconoclasta.
De sus obras, ( La Peste, La Caída, El Malentendido, Estado de sitio, Los Justos, Calígula …etc) destaco por la
impronta personal que me dejó, “El Extranjero”. Metafórico y -exagerado quizás-
retrato del autor, no he podido olvidar pese a los años que hace de su lectura,
aquél hombre que ante la llamada por la muerte de su madre, con ojos desvaídos,
contesta: “¿Cuándo me dan el bocadillo…?”frialdad absoluta ante lo que le
sobreviene, Mersault, tras cometer más
tarde un absurdo crimen, solo manifiesta apatía frente a su futuro, el juicio,
o la condena. Indiferente a lo que no fuese el mero hecho de respirar.
Camus el rebelde, el nihilista, el hombre que
acertó como nadie a definir el absurdo de una vida y sus proyectos. La
insoportable pequeñez de nuestra existencia, aunque nos cueste tanto aceptarlo.
Ana María
Mata
Historiadora y novelista