26 de noviembre de 2013

SIEMPRE CAMUS


(Artículo publicado en el periódico Tribuna Express el 21 de noviembre de 2013)

Para algunos siempre será el hombre rebelde, el hombre que dijo no. Lo dijo cuando Alemania ocupó Francia y muchos de sus compañeros empezaron a ir aceptando la idea de una Europa Nueva sobre la base brutal que proponían los alemanes. Lo había dicho antes al Partido Comunista Francés cuando en vísperas de la II Guerra Mundial, Stalin firmó el pacto de concordia con Hitler. Y volvería a decirlo al advertir con plena conciencia el totalitarismo comunista y la solapada invasión de la URSS sobre la Europa oriental.
Albert Camus, el hombre rebelde, el hombre al que Sartre quiso derrotar y hasta destruir, es hoy una figura en crecimiento y de plena actualidad, en contra del estrábico autor de “La Náusea” por entonces seductor de masas y ninfas revolucionarias, y en el momento presente bastante más olvidado. Tal vez si Sartre no hubiese mandado publicar en “Les Temps Modernes” que la rebeldía de Camus era ante todo deliberadamente estética, ambos hubiesen podido encontrar un punto medio en el que aunar sus claves filosóficas. Sartre no cambió de opinión y el que, de algún modo había sido su alumno en las ideas primeras del Existencialismo, tomó un camino distinto y mucho más solitario.
Nació en Mondovi, Argelia en 1913, hijo de unos pieds-noir (colonos franceses) que trabajaban allí. Su madre, Catalina, era una humilde mujer de origen menorquino, analfabeta y sorda, hechos que no le impidieron enseñar al hijo la lengua catalana. Estos orígenes marcaron de forma crucial el futuro de Camus y su tendencia hacia el universo de los marginados. Estudió en Argel y dos de sus profesores serían decisivos en su formación: Louis Germain y Jean Gremier. A este último profesó un afecto intenso que perduró hasta el momento de su desgraciada muerte, y a los dos dedicó el Premio Nobel que le concedieron en 1957 por el planteamiento filosófico existente en todas sus obras.
Novelista, ensayista, dramaturgo, periodista y filósofo, Albert Camus al trasladarse a Paris se convirtió pronto en el mítico director de “Combat”, para continuar después escribiendo una extensa obra cuya peculiar identidad es lo que se ha llamado como Filosofía del Absurdo. Camus afirmaba a través de ella la intrascendencia del hombre enfrentado al Cosmos y a la Historia, solo rescatado cuando actúa precisamente “como si pudiera cambiar el universo”.
El intelecto ambicioso de Camus le hizo estudiar a fondo las diversas ideologías y abstracciones para concluir que todas sin excepción lo único que hacen es alejar al hombre de lo humano. Ninguna religión, ninguna promesa hace posible que el hombre deba albergar esperanzas más allá de la aceptación de su pequeñez, de lo escasamente importantes que somos de cara a un infinito que desconocemos.
A pesar de ello –afirma- que el intento de conseguir una mejoría en su ciclo vital y el de sus semejantes es lo que hace de un hombre algo que merece la pena ser considerado.
Esta aparente contradicción le dio lucidez en un tiempo de grandes tempestades, en el que, en medio de la confusión vio la luz, expresándola en forma de un nihilismo existencial a través del cual se atrevió a decir no a izquierdas y derechas a las que consideraba meras luchas políticas.
El instante, vivido en armonía fue su particular concesión como hombre intransigente y no acomodaticio. Llegó a decir que el suicidio era la única cuestión que merecía la pena discutir. Otras de sus conocidas frases expresaba: “Ante mi madre siento que pertenezco a un noble linaje: el que no envidia nada a nadie”.
Tachado por algunos de desentendido del compromiso con la realidad, durante cierto tiempo la intelectualidad francesa y europea se dividió en dos bandos. Uno alrededor de Sartre, parisino, investido como símbolo de la pureza marxista, y enfrente el hijo de unos “pies negros”, llegado de Argelia, rebelde e iconoclasta.
De sus obras, ( La Peste, La Caída,  El Malentendido, Estado de sitio,  Los Justos, Calígula …etc) destaco por la impronta personal que me dejó, “El Extranjero”. Metafórico y -exagerado quizás- retrato del autor, no he podido olvidar pese a los años que hace de su lectura, aquél hombre que ante la llamada por la muerte de su madre, con ojos desvaídos, contesta: “¿Cuándo me dan el bocadillo…?”frialdad absoluta ante lo que le sobreviene,  Mersault, tras cometer más tarde un absurdo crimen, solo manifiesta apatía frente a su futuro, el juicio, o la condena. Indiferente a lo que no fuese el mero hecho de respirar.
Camus el rebelde, el nihilista, el hombre que acertó como nadie a definir el absurdo de una vida y sus proyectos. La insoportable pequeñez de nuestra existencia, aunque nos cueste tanto aceptarlo.
Ana  María  Mata  
Historiadora y novelista




   

18 de noviembre de 2013

¿BICICLETAS CONTRA MOLINOS?



 En esta lucha de poderes de la bicicleta contra el coche o de la primera contra los viandantes, en el caso de nuestro paseo marítimo, es una realidad el empuje imparable del uso de la bici como medio de transporte. Cuestión que no es óbice para plantearnos porque el español es tan reacio a coger un ciclo para trasladarse a su trabajo o realizar sus tareas. Y no hablo de que todo el mundo tuviera que hacerlo, que haya que elegir y desterrar al coche. Hay gente que no puede elegir medios sostenibles, bien por la distancia, bien porque los servicios públicos de transporte no le dan la posibilidad o bien porque sus circunstancias se lo impiden. Me refiero a aquellos trayectos urbanos que realizamos con menos de cinco kilómetros y que bien pudieran hacerse en bicicleta o incluso a pie, también sostenible, y que pese a no tener impedimento  escogemos nuestro vehículo a motor.

Dicen que los españoles somos muy quijotistas y como tales necesitamos de nuestro caballo para representar todo nuestro ser social. En la actualidad ese caballo se ha convertido en nuestro coche y para muchos es todo un distintivo de nuestro estatus social para el que realmente lo tiene por su escalafón social, patrimonio o cuna y para el que no lo tiene porque le permite aparentar un poderío del que carece. Esta dinámica se vio aún más acentuada en la época del boom inmobiliario donde los coches de gama alta eran un bien accesible a casi todos y estos eran, además de un reflejo de ese estatus real o aparente, un reflejo de la época de opulencia que vivíamos. 

En Europa esto no está tan acentuado y lo mismo ves a un alcalde o un presidente de una gran empresa que va asiduamente en bicicleta al trabajo que a un operario. No está relacionado el uso de la bicicleta con el estatus social y, por tanto, favorece su uso. También tiene que ver que existe otra conciencia, multitud de carriles bici y muchas medidas que desincentivan el uso del coche y que lo hace muy gravoso. Hay estadísticas que avalan el cambio de paradigma. En el mundo se fabrican más de 100 millones de bicicletas anualmente, tres veces que el número de automóviles. En Canadá, Alemania y China son tomadas en cuenta como medio de transporte. Holanda quizá es un país abanderado en el tema de las bicis. Con 17 millones de usuarios del ciclo casi equivalente a su población y 30.000 km. de carriles bici, tienen un examen de conducción de bicicletas a las 9 años, el uso de este medio supone el 27% de los desplazamientos que hacen a diario y tienen políticas de gobierno específicas para este medio. Son algunas de las curiosidades de esta país amante de las dos ruedas.

En España y, más concretamente, en Marbella, ciudad donde vivo, deberíamos de cambiar esa conciencia y pensar que el cambio de paradigma energético, el cambio por una mayor sostenibilidad debe empezar por nosotros y muchas razones existen que apoyan mi demanda de un mayor uso de los dos pedales. 

La bicicleta es un medio de transporte ideal para una urbe demasiado dependiente del coche. Te permite trasladarte en muy poco tiempo por toda la ciudad, ahorrarte los estreses de las colas y el tráfico a motor, aparcas con facilidad donde vayas, es una actividad saludable puesto que además de trasladarnos nos permite ponernos en forma, ahorramos dinero al no consumir combustible y lo más importante de todo es que es un medio de movilidad sostenible. Con su uso descongestionamos la ciudad de tráfico contaminante, dejamos de emitir a la atmósfera  una parte muy importante de CO2  nada desdeñable. El otro día hice un cálculo de lo que dejaba de contaminar al coger la bici todo el año para ir al trabajo (descartando vacaciones, fines de semana e imprevistos como lluvia) y me daba la escalofriante cifra de 168 kilos de CO2 que ahorra en contaminación al planeta en sólo un trayecto de ida y vuelta de 5 Km. Para hacernos otro idea en una escala diferente, un viaje de Marbella a Madrid con un coche medio que emita 150 gCO2/km supone haber dejado tras nosotros 95,88 kilos de CO2. Creo que las cifras hablan por sí solas. Si aplicamos un nivel macro y eso lo trasladamos a una población de 1.000 ciclistas que hicieran lo mismo –tan sólo representaría un poco menos del 1% de la población marbellí- estaríamos ahorrando una polución de 168.000 kilos de CO2 a la atmósfera ¿Es acaso una locura? Podíamos hacer una campaña, e invito a ello, para conseguir ahorrarno esta cifra en dos años.

Apoyar el uso de la bicicleta no es sólo un gran beneficio para el medio ambiente, la salud (por los gases contaminantes altamente perjudiciales) y el consumo energético sino que conlleva una planificación urbana que no dedica una parte significativa del suelo industrial y urbano a aparcamientos de vehículos privados.

 Y si hablamos de apoyo lo primero son infraestructuras para las bicicletas, no sólo aparcabicis aislados salpicados en el municipio, sistemas de alquiler de bicicletas sino que en los nuevos planes de movilidad de ahora o de un probable plan estratégico urbano se incluyan proyectos de carriles-bici que conecten todo el municipio y no solo para ocio y deporte sino para desplazarte a tu lugar de trabajo.  De esta manera se podría vertebrar un carril bici principal que conectaría todo el término desde Guadalmina hasta Cabopino y carriles bici secundarios que en perpendicular conecten el paseo marítimo de Marbella hasta la estación de autobuses, otro en San Pedro, Nueva Andalucía así como en las  Chapas. De esta manera te puedas desplazar por todo el término municipal de forma sostenible y segura para todos, incluidos los viandantes. 

Pero esta propuesta es sólo una parte de lo que significaría el concepto de sostenibilidad y los planes de movilidad: construir un verdadero ecosistema urbano que convierta a Marbella en una de las ciudades más sostenibles de España ¿no estaría bien? ¿es acaso luchar contra molinos?

Javier Lima Molina
Economista y Presidente de Marbella Activa

16 de noviembre de 2013

UN DÍA CUALQUIERA, EN UN PERIÓDICO CUALQUIERA…


Un día cualquiera en nuestra “piel de toro”

Nos levantamos con la cuarta subida de la luz, en lo que va de año.

Hacienda dice que el PP y Rajoy no cometieron delito fiscal, porque los pagos no superaron los 120.000 eurillos, aunque la misma Delegación investiga a cualquier persona por diferencias de menos de 100 euros, en sus rentas.

Mientras tanto “prescriben” dos delitos de los hermanos de la Ministra Bañez, en el caso Mercasevilla (que raro…)

Al igual, que prescribe los delitos por financiación de partidos, en solo 6 meses. Imposible de investigar, por supuesto…

¿Igual por ejemplo, que las sanciones de Tráfico? Va a ser que no, estas prescriben a los dos años. Lo digo porque proliferan los radares por nuestras carreteras, como setas en el campo.

Eso si, estamos en el ranking vigésimo segundo “22” de la calidad de vida de nuestros ancianos, mejor no pensar cuando lleguemos nosotros a esa edad. Si llegamos claro, con la aplicación de los nuevos recortes en Sanidad, para personas terminales (un empujoncito solamente, si ya lo dice la palabra “terminales” desahuciados, vamos)

Pero bueno, como dijo el ex-presidente de la CEOE, Díaz Ferrán, la única solución es apretarnos el cinturón, trabajar más y cobrar menos… (Lo raro, es que este hombre este en la cárcel, porque era una idea excepcional…)

Como la estupenda reforma laboral, que a pesar de todas las ventajas dadas para los despidos y recortes sociales, y que preveían iba a crear empleo, resulta que pasó lo que pregonaban las excelencias de la misma, despidos masivos y cierres de empresas. Que, por cierto, el mismo Díaz Ferrán, tomó al pie de la letra.

Ya hoy en día no se habla de las cifras del paro. Bueno si…, la colocación de 31 personas a nivel nacional, en plena temporada veraniega. Vamos, un logro… Solo por recordarlo, quedan 4.698.783, dando vueltas, intentando encontrar un trabajo digno.
Igual retoman la excelente idea que en su día tomó la ministra Trujillo, en el ministerio de la vivienda, regalando las famosas kely-finder para ayudar a buscar piso…, en este caso trabajo (Perdónenme, pero siempre me pareció un chiste buenísimo, dentro de lo patético que es, en si mismo)

Apretarnos y colaborar al crecimiento del País (no el del periódico) por ejemplo, como el del partido que actualmente nos gobierna, que dicen en un pequeño intento de manipulación por parte de la prensa escrita, que el arquitecto que renovó su sede, cobró parte de su sueldo en negro, que es lo mismo que decir que el contratante, pagó en negro.

Mientras nuestro producto nacional, como ese joven que emigró…, (¡¡¡Uy!!! perdón, no emigró, porque Londres forma parte del sistema solar y como dijo la misma ministra Bañez, dicho desplazamiento no se puede entender como inmigración, en todo caso es “movilidad exterior”) salta a la fama en las redes sociales, por estar limpiando WCs, con dos carreras (Premio extraordinario de fin de carrera en sus dos titulaciones) y un Máster.

Se reduce el gasto en I+D+I, y nuestro jóvenes talentos se tienen que marchar fuera, llevándose su genio y también los futuros beneficios económicos que estos podrán generar.

Ya saben, para estas situaciones, lo que comentó una política que representó a la capital de España a nivel internacional, con su famoso consejo: “Relaxing cup whith café con leche…”

Ó ese otro personaje (no llega a la clase de político, que ya es decir) de un partido político de un pueblo malagueño (para que irse más lejos, es igual en todos sitios) hace una propuesta formal al Pleno del Ayuntamiento, sobre el cambio de nombre de una calle: de la “Avenida del Descubrimiento”, al de “Calle Villa Romana”, por lo que representa para su grupo, de denigrante dicho vocablo “étnico”, símbolos que solo una mente “enferma” puede ver.

“Romana” parece que suena mejor, porque no hace mención al “peyorativo” nombre de “Descubrimiento”.

Como todo el mundo sabe los romanos, no conquistaba, ni era Imperio invasor, pedían permiso a los súbditos a los que iban a Gobernar, y llegaban a un acuerdo razonable (quizás un par de Legiones, bastaban…)
Llevar esto a un Pleno, con tan peculiar excusa y falta de preparación, en un municipio, que como todos los demás, le acucian faltas y carencias más graves, en las que emplear el tiempo, que tan bien le pagan sus convecinos, es triste.

Aunque aquí no se escapa nadie, se habla de comisiones, desfalcos, prevaricación, corrupción, fuga de caudales, y también aunque en menor medida de mariscadas y chanchullos, donde estos últimos serán legales, pero también son inmorales.

Pero para no seguir con esto, pues no tendría fin… ¿Qué decir del jardinero de los brotes verdes…? Me remito a una viñeta del maestro Forges, donde se pueden ver en dos imágenes, la triste realidad: En una primera se ve un coche oficial, con sus cuatro escoltas motorizados, y en la siguiente haciendo mención a los recortes en gastos oficiales, se sigue viendo el mismo coche negro de cristales tintados y los cuatro motoristas vestidos tal cual, pero corriendo a pie al lado de vehiculo. Simple, pero genial.

En noticias internacionales no entro, que bastante tenemos con lo nuestro… De deportes nada, del horóscopo mejor no hablamos y del tiempo, pues el que venga será.

El mío se acaba por hoy.

Tengo que decir, que es injusto generalizar y por eso, habrá bueno y malo en todas las cosas y en todas las personas.

Lo único que he hecho ha sido leer por encima un periódico cualquiera, de los muchos que inundan nuestras redes. Ni comento, ni se, ni entiendo del “y tu más” o cualquier otra excusa peregrina o retórica. Puede parecer una critica, la interpretación personal de lo que leemos…, tal vez, si.

Es lo que tenemos día a día en este entretenido y triste país de nuestra actual España.


 Francisco Torrisco Aguilar




14 de noviembre de 2013

HEMOS PERDIDO LA FE

(Artículo publicado en el periódico Tribuna Express el 7 de noviembre de 2013)
Aunque el diccionario –hoy digital– afirme que la fe es una virtud teologal que constituye el conjunto de creencias de una religión, también asegura que llamamos fe a la confianza en algo o alguien cuya autoridad aceptamos. No es a la primera de las acepciones a la que quiero referirme (también en ella imagino pérdidas o al menos dudas de la razón), sino a la segunda, pues es la cuestión de la confianza en la autoridad la que tengo interiorizada como causa de nuestro actual malestar.
Un día, lejano ya y desde luego venturoso, apareció una urna en nuestras vidas de personas sometidas al mandato único, y fue en su interior donde colocamos con cierta emoción un ligero papel cuya levedad material encerraba la mayor de nuestras esperanzas. Todas las que habíamos ido acumulando en demasiado tiempo de acatar lo que una sola persona y sus acólitos  decidían por nosotros. La Democracia nos transformaba en ciudadanos pensantes y capaces de  elegir a quienes en nuestro nombre iban a llevar al país, no solo a Europa, también esperábamos que a una feliz convivencia sin demasiados problemas.
Han pasado más de treinta años de aquella ilusoria esperanza. No tan ilusoria, cierto, ya que la libertad, el más deseado de los dones, merecía la pena por ella misma y a pesar de lo que escriba más abajo, sigue ahí en su lugar de donde estoy segura no volverá a desaparecer. Lástima que el hombre necesite algo más que ideales para seguir vivo. Que su parte de naturaleza animal –en palabras de S. Pániker- le exija realizar actividades propias, como alimentarse, defecar, reproducirse, etc, y un techo y trabajo para dar cabida a las anteriores.
La confianza, o fe, nos hizo pensar que gran parte de la solución a estos problemas podría venir de la tenue papeleta que con nombres propios y tanto fervor depositábamos cada cierto tiempo en las urnas. Ellos, capitanes de nuestros ideales y deseos, eran inteligentes, estaban preparados y venían con afán de servicio. Los creímos durante un tiempo, por aquello de ser bien pensados y la confianza. Altos o bajos, elegantes o desaliñados, con mayor o menor voz, todos la alzaban para gritar lo del “afán de servicio” como un mantra que aprendido una vez se repite por inercia. Pero seguíamos creyéndolos. Aún perduraba la fe.
No recuerdo con exactitud en que momento empezamos a ir perdiéndola. Quizás fue más lento de lo que hoy nos parece, y aceptemos que en ese camino se cruzó como espada devastadora algo con lo que no contábamos. Devastadora y flamígera, la Crisis, dama con argolla inquisitorial y casi guadaña, hizo su aparición como lo hacían las epidemias del Medievo, sin avisar y con enorme poder de contagio.
Era el momento donde la praxis se situó en primer lugar e igualmente donde los que decían gestionarla comenzaron a quitarse la máscara. La máscara que encubría el “afán de servicio” y cualquier ideología de derechas o izquierdas. Sálvese el que pueda, o lo que es lo mismo, aprovechemos el poder que nos han concedido, la situación, la oportunidad y llenemos nuestros sacos antes de que otros lo hagan por nosotros. Una nueva figura apareció en el horizonte, la corrupción. Con más fuerza aún que la crisis, igual de extendida, de contagiosa, de increíble para quienes habíamos depositado la esperanza en aquella lejana papeleta.
Hombres y mujeres, tanto los que hablaban de “descamisados” como los que seguían gritando ¡Viva España! con tufillo nostálgico, idearon complicados tejemanejes para dedicarse con mayor o peor estilo al simple hecho de robar al resto de los españoles.
Y el río empezó a crecer hasta desbordarse en funestas cataratas de juicios, cárceles, imputados, recursos, más juicios, más cárceles, hasta que faltó lugar en ellas para algunos cuyas fechorías eran más complejas y necesitaban magistrados con dos pares de narices.
En esas estamos y seguiremos estando por desgracia durante largo tiempo. Asistiendo impotentes a la ruindad de nuestros gobernantes, o de gran mayoría de ellos. Tantos, que ni caben en estos folios ni en mi infeliz memoria. Tantos que los pocos honrados tienen sobre su cabeza la espada de Damocles de la comprensible duda ciudadana.
Nos han defraudado y han hecho que perdamos la fe. En ellos, en la política y casi en las urnas que hayan de venir. Jamás se lo perdonaremos.
Ana  María  Mata

Historiadora y novelista. 

6 de noviembre de 2013

DOBLE GENTILICIO

(Artículo publicado en el periódico Tribuna Express el 31 de octubre de 2013)                       
Siempre he pensado que en el desarrollo personal cuenta más todo lo que suma que aquello que restamos. Las aportaciones de índole diversa que vamos acumulando son signos de riqueza mientras que lo que por alguna razón no queremos asumir, acaba convertido en pérdida. Ocasiones existen en las que, incluso el desdoblamiento puede enriquecer nuestra experiencia vital.
Desde que tengo - como antes se decía- uso de razón, he aceptado como natural que el gentilicio que a los de Marbella nos correspondía era el de “marbellero”. Que su fonética sea o no atractiva es un tema distinto. Personalmente pienso que su sonido al vocalizarlo no es demasiado agradable, tal vez un poco hosco, pero no deja de ser una apreciación sin importancia. Lo cierto es que cuando lo pronunciamos o nos lo adjetiva alguien, nos reconocemos en él como lo que en realidad es: el gentilicio que nos define como tal desde el nacimiento.
En los últimos tiempos, y con añadida controversia, ha ido apareciendo lo que podemos llamar un nuevo gentilicio en boca y pluma especialmente de  escritores y periodistas. Se trata de “marbellíes”, adjetivo cuyo origen he intentado explicar más de una vez, ya que fue objeto de análisis entre los tristemente desaparecidos Fernando Alcalá, Francisco Cantos (ambos escritores de tronío), y quien escribe.
El historiador Guillen Robles, autor entre otros muchos libros de una espléndida Historia de la Málaga Musulmana, afirma en ese libro, que el término “marbellí” era el aplicado por los árabes a los oriundos de Marbella. Conocedor de ello, el periodista Víctor de la Serna en los tiempos en que veraneaba en la ciudad y desde aquí mandaba crónicas al periódico ABC, dio en llamarnos en dichas crónicas con ese apelativo, que según él le parecía más sonoro y bonito que el anterior.
Hasta aquí una simple anécdota que quedaría solo como tal de no ser por las discusiones que provoca en una parte destacada de mis paisanos. Como he sido testigo de algunas, creo que se ha tergiversado la decisión de Victor de la Serna, transformándola en un asunto de identidad.  Afirman algunos que los nacidos aquí, utilizamos el consabido “marbellero” para sentar diferencias con los llegados de fuera, a quienes denominamos con un ápice de superioridad por nuestra parte,“marbellíes”.
Nunca imaginé tal grado de susceptibilidad en algo tan simple como el nombre que debe darse a los habitantes de Marbella. Lo he escrito bien, no se confundan: habitantes de Marbella, residentes con permanencia incluida, sea cual sea el lugar donde la madre los parió, y valga la expresión como broma y no en sentido peyorativo. De una vez por toda debemos olvidar el rancio matiz que lleva acompañado el presumir de genealogía marbellera o marbellí.  Presumir de algo en lo que no hemos intervenido ni tiene más mérito que el azar, me parece de una pobreza mental de gran calibre. Otra cosa puede ser expresar la suerte que hemos tenido de ver la luz primera en esta ciudad y no en una de Noruega o Islandia, con mi excusa para ambos lugares. La calificación sería en todo caso para Marbella por ser como es, y me refiero en especial a los dones que la naturaleza le concedió y en los que para nada contaron con nosotros. Tampoco creo que debamos caer en el tópico chauvinista de creernos superiores, más bien en el hecho inteligente de sopesar todo lo que nos falta para ser la ciudad que deseamos y deberíamos ser. 

Sobre la identidad, pienso que no es necesario caer en llanto y crujir de dientes por lo perdido. ¿A qué llamamos realmente identidad? Imagino que al conjunto de factores geográficos, espirituales y de costumbres que un grupo humano posee y lo hace distinto de otro. Solemos llamarlo Cultura para abreviarlos. Créanme si les digo que la identidad de Marbella no solo no ha sufrido pérdidas, sino que ha ido ganando en el gran proceso de cambio que hemos experimentado. A nuestros ritos, costumbres, folklore, lenguaje y hábitos, hemos sumado muchos de los pertenecientes a quienes un día decidieron cambiar sus lugares y acompañarnos día tras día. Hasta en moral hemos salido ganando, y la historia social se encarga de su estudio. 
Seamos realistas además de generosos. Marbella somos todos los que la amamos y vivimos en ella. Ahora tenemos dos gentilicios en lugar  de solo uno. ¿Tiene algo eso de negativo?  ¿Alguien quiere discutir y volver a las cavernas…?.
Ana  María  Mata
Historiadora y novelista
 


2 de noviembre de 2013

NEGRO MEDITERRANEO


(Artículo publicado en el periódico Tribuna Express el 17 de octubre de 2013)
No siempre el mar que nos circunda es el mismo al que poetas y cantantes han dedicado bellas letras y considerado como idílico, sereno y de un azul incomparable. También oculta tragedias inmensas dentro de él, que van desde las legendarias cuyos protagonistas, fenicios, griegos o romanos, conocemos por la historia,  hasta el sobrecogedor presente que se ubica en torno a la isla de Lampedusa.
“Es una vergüenza”, exclamó el Papa al tener noticia de los noventa y cuatro cadáveres encontrados y los más de doscientos desaparecidos que van extrayendo poco a poco del fondo de un mar transformado en cementerio. El título de un relato cuya autoría no se si corresponde a Dorothy Parker o al borgesiano Casares llega a mi memoria cual profecía o presagio ensombrecedor: “El mar será su tumba”. Lo ha sido ya para los más de 25.000 seres humanos que el Mediterráneo se ha tragado en los últimos quince o veinte años según la Organización Internacional para las Migraciones, cuando intentaban alcanzar las costas europeas.
Quizás porque esta vez ocurrió muy cerca, a media milla de la costa, Italia y Europa han tocado con la mano la gran catástrofe humana. Eran somalíes y  eritreos escapando de la guerra y ghaneses huyendo de la miseria. Eran personas como nosotros con peor suerte en  la extraña aventura de la vida, condicionadas por nacimiento a desgracias múltiples tan fuertes que prefirieron el riesgo de morir al horror de sus días interminables.
“Cuando llegamos cerca de la isla –narraba un superviviente- decidimos encender un fuego para hacernos ver incendiando una manta, pero el puente estaba lleno de combustible y el barco quedó envuelto en llamas”. Dicen que divisaron tres barcos y no les socorrieron. La alcaldesa de Lampedusa por su parte afirmaba. “No sabemos donde meter ni a los muertos ni a los vivos. El cementerio de una ciudad de apenas 6000 vecinos ya no tiene sitio.”
Cuando escribo estas líneas oigo en los medios que en el Canal de Sicilia de nuevo una barcaza se hundió a 80 millas de la isla de Malta. Llevaba a bordo unas 270 personas, y recuperados solo 40. La cuestión se ha agravado desde la caída de Gadafi, a quien al parecer Italia con Berlusconi pagaba para que de allí no saliera nadie. Los conflictos del norte de Africa y la crisis de Siria  son también factores a tener en cuenta.
 Todo se conjuga para que Africa sea un polvorín cercano al que Europa pretender desoír pero cuya virulencia está lentamente envolviéndonos a todos y cada uno de los que  formamos parte de ella y que, en ocasiones como estas nos preguntamos cual es el lugar que en dicha Unión colocan los Derechos Humanos, junto a la extraordinaria importancia que dan a la Deuda, los valores bursátiles, la banca y la Economía en general.     
Los emigrantes que se juegan a diario la vida no llegan, por supuesto, de países como Dubai, Catar, Singapur o similares. Su objetivo no es invertir ni disfrutar de vacaciones, hecho que determina que en sus pateras no haya dinero y sí mujeres embarazadas o niños. Saben que tienen más posibilidades de morir que de llegar a una costa cualquiera, y a pesar de ello, lo intentan una y otra vez como si nos dijesen con sus cadáveres y su drama que somos la última estación de su agravio. A sabiendas de que los occidentales sacudimos la responsabilidad con el justificante de las mafias que los engañan. Así limpiamos un poco nuestras adormecidas conciencias y hasta sonreímos pensando en el donativo último hecho a una de las muchas O.N.G conocidas.
Desconocemos o no queremos recordar  el origen de la mayoría de sus desgracias: El feroz colonialismo europeo que se sirvió del continente africano como trozos de una descomunal tarta a repartir entre los poderosos. Europa aterrizó allí, ordenó, hizo divisiones territoriales aleatorias, explotó cuanto pudo y más, humilló al nativo de igual forma, vivieron como reyes sus representantes diplomáticos y en el momento y hora que le pareció bien, se retiró otorgando independencias precipitadas a pueblos incultos que no supieron que hacer con su aparente libertad.
Los emigrantes son herederos de aquellos a quienes los  europeos  abandonaron a su suerte y ahora les molesta su presencia (la de los que logran vivir) y sus cadáveres, cuya responsabilidad nadie quiere asumir.
Mi pobre opinión es que seremos todo lo civilizados que queramos creer con jactancia triste, todo lo cristiano que afirmemos en iglesias y rezos, todo lo humano que nos permita nuestra vergüenza, pero muy en el fondo, cada europeo es un xenófobo en potencia y un cómodo y complacido materialista.
Ana  María  Mata 
Historiadora y novelista