31 de marzo de 2019

LA MISMA COMPARSA

Suenan los clarines. Ya vienen los partidos con sus alas desplegadas , su actitud bullanguera y algunos hasta a caballo en plan reconquista. Ha llegado la hora. Todos a una y a un órdago sin contemplaciones. La pre-campaña está sembrando el país de cadáveres políticos. La vieja guardia de Rajoy está siendo pasada por la piedra electoral, cuando no por la trituradora. Celia Villalobos lo vio venir y dijo adiós antes de tener que ver afeitar las barbas de ningún vecino. A Fátima Báñez le han colocado de número uno en Huelva a Juan José Cortés y ella ha dicho no al dedo de Casado que es alargado, como dijo Delibes de la sombra del ciprés.
La democracia, cuando llegan las elecciones, toma un aire de verbena, a ratos, y otros, de pelea juvenil. Ningún partido o candidato escapa a la descalificación del adversario, aunque tome como suyas las premisas que le convienen. El caos consiguiente en calles y medios busca un resquicio cualquiera para intentar demostrar que, a veces, el silencio podría ser el arma definitiva.
Sin embargo, todos quieren hablar. Las voces toman en ocasiones el cariz de las trompetas del Juicio Final : “Arrepentíos para no caer en el fuego del infierno. Acercaos a nosotros y os llevaremos directos al  paraíso”.  Cada uno de los líderes con sus tics y lo que ellos piensan que son sus golpes de efecto, sus frases rimbombantes.
No importa que lo que gritan tenga o no conexión con la realidad. Lo que importa es que resuene, que tenga buena acústica. Siempre es el otro el enemigo de España, el fariseo, el devastador de la patria.
Los problemas cotidianos no entran dentro de la atmósfera electoral. Son demasiado triviales, incoloros, deslucidos u opacos. Para la campaña se necesitan grandes hazañas, infraestructuras generosas, proyectos de alta envergadura. Todo debe sonar a grandioso, como si el partido que los promete fuese el Aladino de las mil y una noches, capaz de sacar de su lámpara todas las soluciones necesarias. 
Las elecciones suelen ser como un gran carnaval en las que todos, sin excepción se disfrazan de ganadores. O de Superman ligeramente envejecido. También de ángel de la guarda de aquellos a los que quieren dirigir. Los hay incluso quienes adoptan el cariz de abuelita bondadosa e irreprochable, siempre dispuesta a dar la vida por sus protegidos.
La campaña electoral es algo parecido a una academia ambulante en la que se enseña a mentir de todas las formas posibles, con grandilocuencia o sin ella, a la manera de los antiguos oráculos a los que todos acudían a sabiendas de sus errores.
La experiencia nos avisa de que el político es un mentiroso compulsivo que aprende de sus antecesores y prepara a los que van detrás de él . Un hombre que siente el poder como algo imprescindible en su vida y lucha por conseguirlo con todas las armas que posee aunque sean las uñas y los dientes.
A pesar de todo, creo que fue Spinoza el que dijo que la democracia es el menor de los males posibles. Por ello atravesamos su parafernálica selva como niños en busca del tesoro escondido. Queriendo pensar que alguna vez la razón superará a la necedad y la verdad campará por sus fueros.
Es arriesgado pero hay que ir a votar.
Lo contrario es abrir la puerta del averno. Tenemos ejemplos cercanos y tristes.  
 Ante una misma comparsa, actuemos con ética y lucidez.

                                                                                                
Ana María Mata
(Historiadora y Novelista)

7 de marzo de 2019

ENHORABUENA, PACO

Los dioses griegos ya lo hacían. Concedían a los ciudadanos dádivas, galardones e incluso la inmortalidad, como premio a sus actos terrenales. Eran festejados por la polis y a todos se les honraba sobremanera.  Un galardón es el reconocimiento de la comunidad a un ciudadano por los méritos contraídos hacia ella. Por su buen hacer y su actitud dentro de la misma.
Enhorabuena y felicidades, Paco. La medalla de la ciudad de Marbella te ha sido concedida y quienes te conocemos aplaudimos a los que han tenido la idea de proponerte para ella. Quizás muchos lo esperábamos de un momento a otro. Recaen sobre ti cada uno de los requerimientos para ese galardón. Intuyo que los agasajos te anonadan bastante, pero hoy vas a aguantar a esta “escribidora” que desgrane con mejor o peor estilo algunas de las muchas virtudes que escondes bajo tu aspecto de hombre recatado y absolutamente normal.
Voy a recordar la anécdota que llevó al poeta Pedro Salinas a decirle al insigne Juan Ramón Jiménez, en una ocasión: “Usted va por dentro”. La traigo a colación porque te va como anillo al dedo, como una síntesis apresurada de tu condición personal. Porque lo tuyo, admirado amigo y colega, no son las fanfarrias festivas ni ostentaciones de ningún tipo. Ni siquiera las sinceras palabras que en estos días te dicen, mientras golpean, con gesto cariñoso tu dolorida espalda. No lo son, porque tu “vas por dentro”. Eres un ser de interioridades, aunque lo seas, al mismo tiempo de extroversión cuando alguien te pide un dato, una ayuda para algo, cualquier cosa que dependa de tu cerebro excepcional, de tu envidiable memoria, de tus muchos conocimientos.

Te has pasado media, o más vida, estudiando. Insaciable ante las interrogaciones de la Historia, de la Literatura, de la Música y muchas otras artes, has ido buceando hasta el fondo con el fin de paliar en todo lo posible tu gran curiosidad. Y has conseguido llegar a ser una especie de caja de Pandora al revés, donde se encuentra siempre lo que se necesita, lo que se busca en ti cuando se goza de tu amistad.
A veces me digo que tu famosa serenidad, la apabullante tranquilidad que te caracteriza responde a una máscara para ocultar al niño interior que bulle dentro de ti, queriendo hacer más cosas, prodigarse aún más, trabajando por la ciudad que amas hasta límites desorbitantes.
Creo, sin temor a equivocarme que eres de las pocas personas a quien todo el mundo conoce en Marbella solo con susurrar tu nombre. La magia de la comunicación te ha ido llevando de hogar en hogar, de oído en oído, por los vericuetos musicales, los de la entrevista y cualquiera que las ondas difundan.
Sin olvidar la enseñanza, a la que has dedicado un tiempo mayor, una etapa tan larga como gratificante ha debido ser para tus alumnos y para ti.
Me atrevo a decirte que me recuerdas a uno de aquellos hombres del Renacimiento, en los que todo cabía, sin apartados ni límites, en los que cualquier asunto relativo al Arte o las Humanidades era posible de ser llevado a cabo.
Y te lo digo, Paco, porque estas líneas pretenden ser un homenaje por todo lo que hemos recibido quienes hemos tenido la suerte de conocerte y ser tus amigos.
Sabemos que seguirás así, con la generosidad y la sencillez como banderas. Que nada podrá cambiar tus días de trabajo, tu silencio elocuente.
Te queremos, Paco. Enhorabuena.

                                                                                             
Ana María Mata
(Historiadora y Novelista)