30 de abril de 2010

Gota a gota


(Foto de Órfilo premiada como foto del mes de abril en la web vadefoto.com)

Cuánto cuesta todo. Empieza uno desde pequeño a llenar el vaso de la vida con ilusiones, una tras otra, haciendo lo imposible para que vayan cayendo dentro, sin perder ninguna. Unas veces nos olvidamos de ellas, otras las vamos recuperando en ciclos iguales.

He querido subir esta foto al blog de mi amigo Arturo, para que siga llenándose gota a gota el vaso de nuestra amistad.

Mi gratitud a todos los lectores y seguidores de nuestros blogs, porque así mantenemos las ganas de volcar en ellos todas nuestras ilusiones y, a veces, decepciones, que alguna gota de éstas también caen en el vaso.

Órfilo Aranda

28 de abril de 2010

LA DOCTORITA

(Artículo publicado en el diario Marbella Express el 28 de abril de 2010) 

En el mundo occidental en el que vivimos, con su alta tecnología y el afán por conseguir cada día algo más que parece faltarnos aunque después se pudra en un rincón perdido, resulta extraña, insólita y hasta difícil de creer la historia que intento contar en el artículo de hoy, cuando todavía la conmoción provocada en mi mente al conocerla sigue intacta y lacera no sólo mis neuronas, sino esa víscera llamada corazón. 
        Piensen en otro mundo. Un viaje hacia atrás en el tiempo para llegar a una región inhóspita atravesada por el río Parapeti. Está en el municipio de Charagua, en pleno Chaco, al sureste de Bolivia. De noviembre a marzo las lluvias torrenciales desbordan el Parapeti y sus caminos se vuelven intransitables. Ni siquiera pueden circular los caballos. Pero de agosto a octubre el río se transforma en desierto y las vacas y cabras pasean famélicas mientras sus habitantes no cuentan con agua corriente. Es el territorio donde habitan los indígenas guaraníes.
        Tal vez los guaraníes sean uno de los pueblos más pobres del planeta (difícil establecer un record de pobreza, zonas de África, de la India…etc) pero si son desde luego uno de los más desconocidos incluso por el propio país al que pertenecen y que vergonzosamente pretende ocultar ante el mundo su existencia. Muchas son las causas que han conducido a la indigencia total de seres humanos, que, curiosamente no abominan de los españoles representados por el Virrey de Toledo en tiempos de Carlos V, sino de la traición de Bolívar que pretendió exterminarlos y tomar posesión de sus tierras.
        Paradójicamente lo que no consiguió el Libertador está a punto de hacerlo una enfermedad exótica y asesina, cuyo nombre “Chagas” procede del primer médico que se interesó por combatirla. La enfermedad de Chagas es producida por la picadura nocturna y posterior defecación en la sangre del indio, de un insecto llamado “Vinchuca”, que en guaraní se dice “timbuku” y significa exterminio. La vinchuca vive entre los huecos de las viviendas hechas con adobe y al anochecer despliega sus pequeñas patas para descender hasta el sueño del indígena y chuparle enorme cantidad de sangre, defecando luego e inoculándole el parásito homicida. Puede permanecer latente años, pero aparece de forma mortal en enfermos con cardiopatías muy específicas que siempre les acaba matando. Veinticinco millones de víctimas iban contabilizadas cuando una científica valenciana apareció en sus vidas como mandada por uno de sus ídolos guaraníes. Su nombre es Pilar Mateo, doctora en Químicas por la Universidad de Valencia, y creadora de una pintura capaz de combatir lo que llaman con gran acierto “el vampiro de los pobres”.
        Conocer a Pilar Mateo ha sido una de las satisfacciones que parecía guardar el destino tras sus bambalinas para muchos de los que tuvimos la suerte de conocerla, y en especial para esta humilde articulista que a su edad no esperaba sentir una emoción tan profunda como la sentida al oírla relatar sus vivencias de doce años en territorio guaraní intentando –y consiguiendo- salvar todas las vidas que caen cerca de sus manos bellas y distinguidas, como su figura, estilizada, y la sonrisa amplia, su arrolladora simpatía y el hervidero de proyectos en una de las cabezas más inteligentes de las que en los últimos años he tenido la suerte de observar.
         Una científica alegre –incluso “marchosa”- innovadora en métodos y sistemas de trabajo, confiada en que no son las grandes organizaciones las que con su prepotencia escondida llegarán al corazón de los indígenas de los que ella ha tomado hasta la nacionalidad, sino los micro-proyectos, la  integración de sus indios en trabajos de las empresas que tienen el monopolio de los hidrocarburos, la autoestima de quienes se sientes ignorados, y muy en particular de las mujeres con las que ha conseguido además de una relación muy intensa, que salgan de sus chozas donde permanecían a la espera de los golpes del hombre borracho, a enseñarles oficios, y hasta la formación de varios equipos de futbol femenino.
        No tengo espacio para contar más, pero sí para expresar la fuerza de la admiración sentida en lo más hondo, la gratitud por el cariño recibido, la promesa de líneas como éstas y el deseo firme de que Pilar Mateo, Embajadora Internacional de la Mujer Indígena, Doctora Honoris Causa de varias universidades, consiga el Premio Príncipe de Asturias para el que está nominada y vuelva a Marbella para celebrarlo.
        Querida Pilar: perdóname, porque debido a la emoción y a la fuerza que nos imbuiste, he olvidado nombrarte por tu nombre verdadero, con el que eres allí y en todo el mundo conocida. Gracias, “Doctorita”

Ana María Mata
Historiadora y Novelista

22 de abril de 2010

ENERGÍA VITAL

¿Han sentido alguna vez la energía que irradian ciertas personas? Sensación casi tangible que acaba contagiando al auditorio llenándolo de positividad y concienciación.

En las últimas semanas he tenido la oportunidad de asistir a varios actos en los que sus protagonistas eran auténticos ejemplos de lo mencionado. Con una fuerza interior extraordinaria, energía positiva a raudales y una empatía excepcional, estas personas logran transmitir, de manera natural, sus conocimientos, manteniendo a los oyentes “hipnotizados” por la convicción de sus exposiciones.


Ramiro Pinilla, (Bilbao, 1923), escritor de novelas como Verdes valles, colinas rojas o Las ciegas hormigas, premio nacional de narrativa, entre otros galardones, nos encandiló con su agilidad mental, cautivo a todos los presentes con su humildad, sencillez e ironía. Su veterana sabiduría se dejaba sentir en cada comentario, demostrando que su leitmotiv es escribir para ser feliz. La paz interior que transmite la cultiva con elevadas dosis de inteligencia y humor y la poda del antinacionalismo u otros extremos.


Pilar Mateo, doctora en ciencias Químicas, empresaria y creadora de la pintura que ha puesto freno a la enfermedad del Mal de Chagas entre otros logros, nos hechizó con su coraje, inagotable vitalidad y amor por la Nación Guaraní.

Su intervención es tan intensa como la expresión de sus gestos. Su claridad de ideas, tenacidad, transparencia de conocimiento, pero sobre todo trabajo a pie de campo, le hacen poseedora de un don especial, iluminando con su fuerza vital el oscuro firmamento de la pobreza.

 
Ambos tienen en común la humildad, la tranquilidad de espíritu y las ganas de hacer feliz a los demás. Ambos transmiten energía positiva en estado puro.

Que enorme es la diferencia entre esas maneras de ver la vida y el pesimismo que se nos transmite a cada momento del día. Hacen falta más personajes de esta categoría para que todos tomemos conciencia de que estamos aquí, que valemos y podemos, de que las cosas no tienen que ser las preestablecidas, que cada cual debe luchar por si mismo y los demás, ayudarnos entre nosotros.

Gracias Ramiro, gracias Pilar.

Arturo Reque Mata
Arquitecto

16 de abril de 2010

KILÓMETROS

(Relato escrito para el Ateneo de Marbella y leído con motivo de la celebración de la llegada de la Primavera. Marbella 15 de abril de 2010)

Trato de abrir los ojos…

Enrique siempre igual: “¡Que no se puede coger el balón con las manos! “. Nada, él ni caso. Coloca la pelota, ahora transformada en calabaza, y dispara a portería donde llega mansamente a mis manos. La calabaza sonríe y me guiña un ojo. En el centro del campo Messi y Ronaldo se tiran al suelo muertos de risa…

La radio del coche continúa con la encuesta sobre quién es el futbolista del siglo XXI, si Cristiano Ronaldo o Messi.

Por fin logro despertar. Apago la radio y trato de localizar por dónde estamos pasando en estos momentos. El perfil casi humano del montículo que aparece por la ventana me sitúa en la autovía circundante de Antequera. A su tremendo realismo sólo le falta abrir un ojo para hacerme dudar de si sigo soñando o he despertado.

La carretera se muestra amplia y nueva; tres carriles para ambas direcciones, las líneas bien marcadas, señales impolutas y radar incluido. La campiña se extiende hacia la Peña de los Enamorados, estirándose junto al rostro, que parece emerger de la tierra. A la izquierda, dejamos el nuevo polígono industrial reflejo de la prosperidad de esta bella ciudad ubicada en las faldas de la cordillera que lleva su mismo nombre. Poco a poco nos adentramos en la vega y sus extensos cultivos de secano, cereales y olivar.

El escaso tráfico que nos acompaña en nuestro viaje se divide entre los que se dirigen hacia Sevilla o Granada y los que optamos por Córdoba; imponentes nombres que en este instante son sólo destinos de paso a no más de una hora de viaje.

El momento de ensoñación no me abandona, trasladándome en esta ocasión a las innumerables veces en las que he pasado por esta zona por diversos motivos: estudios universitarios, visitas familiares, deporte y ocio e incluso profesionales. A pesar de ello, cada vez es diferente a la anterior. La época del año, la climatología, la compañía y sobre todo el estado de ánimo influyen en la manera de sentirlo. El lugar no cambia salvo por pequeñas modificaciones del trazado o alguna que otra construcción, somos nosotros los que modificamos el punto de vista con el paso del tiempo. Nuestro propio tiempo.

Me vuelvo a cruzar con la misma zona anegada que en verano se deseca mostrando las cicatrices en la arcilla cuarteada. Se suceden los pozos particulares, con su variada geometría y que siempre me propongo fotografiar dejándolo finalmente para la próxima vez. Poco a poco van discurriendo los kilómetros y la monotonía del paisaje únicamente se ve alterada por el nuevo viaducto sobre el río Genil, imponente tajo de más de setenta metros de altura que esconde un oasis de fértiles huertas.


Mis reflexiones me llevan a comparar, una vez más, el progreso y avance tecnológico, en este caso bajo la apariencia de autovía, con lo tradicional y atemporal de las antiguas carreteras nacionales, donde su paso a través de los pueblos nos proporcionaba una familiaridad momentánea hacia su historia y costumbres. Frente a esta forma de viajar, actualmente sólo se sabe de la existencia de los pueblos por simples carteles indicativos, y si hay suerte, por una lejana y fugaz visión, como es el caso del polígono de Lucena, que ahora se nos aparece en nuestro recorrido mostrando una gigantesca silla como reclamo de una empresa de muebles.


Reclinado en mi asiento de acompañante, miro el espejismo que se produce sobre el asfalto. Poco a poco se van difuminando las imágenes a mí alrededor; el suave balanceo del coche actúa cual mecedora de antaño y me transporta, una vez más, al mundo de los sueños.

Arturo Reque Mata
Arquitecto

CHICAGO


Arturo Reque
Arquitecto

2 de abril de 2010

Déjate llevar por los sentidos

Es el momento de los sentidos. Estés donde estés déjate llevar. Cierra los ojos y escucha, o ábrelos bien y observa, huele y saborea...

La Naturaleza y su ciclo no falla nunca, y pese a la actual obsesión por ver el Fin del Mundo en cada gesto atmosférico que suponga algo no recordado en los últimos años, vuelve a darnos una nueva lección de su magistral belleza.

¿Os aportan algo estas fotos?











Feliz Primavera,
Marbella_te

Algo más que un bonito puente

Ayer me tomé la tarde libre, quise ver de cerca ese magnífico puente de madera que nos permitirá pasar al otro lado del río, camino de Puerto Banús. La construcción, en sí, me gustó, pero un aprendiz de artista siempre intenta ver algo más allá, buscar un secreto guardado muy cerca, del que hay que acertar su ubicación. Y el secreto de este puente es la maravillosa vista del río con La Concha al fondo.

Pude pasar como un cuarto de hora en medio del puente, acompañado por mi hijo, grabando en mi mente cada color, cada forma, cada olor a mar, a río, a montaña. Me embriagué de belleza. A veces es un gustazo decir: soy de Marbella.


Órfilo Aranda