En un viaje a Madrid cuando
todavía no teníamos AVE me tocó de compañera de asiento una señora bien
plantada, de mediana edad, y por lo que juzgué, parlanchina, ya que no más
iniciarse el leve traqueteo, y a pesar del libro que tenía en mis manos, se
dirigió a mi, y con una sonrisa conspiradora comenzó lo que pretendía un
diálogo por ambas partes. Cedí a su impulso con involuntaria cortesía, y de esa
manera nos vimos metidas en una conversación inesperada. Como no podía ser de
otra manera, el nombre de Marbella surgió muy pronto, decidida como estaba mi
expansiva compañera a saber mi procedencia.
Finalizados los preliminares, de sopetón, me dirigió una ladina mirada y
soltó sin pensarlo mucho : “¿Sabe una cosa que voy a decirle, si me lo permite?”
Con el permiso conseguido siguió diciendo : “A mi, Marbella, las veces que he
ido, y sigo yendo, me parece más que un sitio real…un plató de cine. Un gran
plató de cine en el que participan personajes famosos y otros normales, o sea,
secundarios.”
Ante mi sorpresa genuina, volvió
a sonreír y exclamó : “Entiéndalo, lo digo de buena fe. Todo es allí cuando lo
ves, como si fuera una película.” Como la charla siguió un buen rato, resumiré
diciendo que no creo haber disuadido a mi acompañante de lo contrario a sus
percepciones, y con ligero disimulo hice intención decidida de coger mi libro.
La peregrina idea de la señora
del tren ha vuelto de golpe a mis recuerdos, como un ¡gong! explosivo estos
días anteriores según iba leyendo las noticias en los diarios de la provincia.
Lo primero que me lo hizo
recordar fue, creo, el asesinato de un hombre en una urbanización cercana a
Puerto Banús, cuyo cadáver apareció ensangrentado en el interior de su
coche. Días más tardes un tiroteo en una
zona de las Chapas dio como resultado otro hombre muerto. Al poco, leí un
asalto a un Banco en las primeras horas de la mañana, y días después, de nuevo
otro hombre tiroteado en Estepona y llevado el cadáver hasta Algeciras.
Como un plató de cine, me dije
sin pensarlo. Como si en lugar de la Costa esto fuese Chicago o Los Ángeles, o cualquier lugar de la
América profunda. Me vino toda la conversación de mi interlocutora del tren y
pensé en que al final iba a tener razón, por más que no fuesen sus intenciones
por este camino. Porque el ajetreo de tiros, pistolas, sangre y hombres
encapuchados se presta más al rodaje de un film de acción, un thriller, que a
una secuencia real de una mañana o tarde en la ciudad.
Habrá, creo, quien sepa el
origen de como hemos llegado a esto. En las altas esferas del dinero, allá por
urbanizaciones perdidas rodeadas de frondosa vegetación, alarmas casi cósmicas
y altos muros, conviven en aparente normalidad con el entorno quien sabe que
personajes salidos de los más altos y bajos fondos mundiales.
Si al término de la segunda
guerra mundial se dijo que en España se refugiaban gran número de nazis, y
todos vivían tan felices, ¿qué no habrá hoy por nuestras laderas y rincones
paradisíacos, arropados por lujosas edificaciones y miembros destacados de
seguridad?
No sabemos lo que esconde
nuestro afamado glamour y las bendiciones con qué acogemos todo lo que huela a
lujo, yates, dólares, petrodólares , diamantes y demás objetos similares. Nos
enorgullece nuestra situación elitista dentro del conglomerado de la Costa. Nos
pone el saber que lo más destacado de la sociedad mundial escoge nuestro pueblo
como lugar de descanso y residencia. En Marbella todo tiene que poseer “caché”,
no vale lo rústico, ni siquiera estamos contentos con los que llegan del
territorio nacional.
Queremos ser un plató de
película. Lo malo es que dentro de él hay actores desconocidos pero que todo lo
llenan de sangre.
Ana María Mata
(Historiadora y Novelista)