20 de noviembre de 2018

PELIGRA LA EDUCACIÓN

En la retórica habitual de políticos demagogos, conferenciantes y oradores, existen dos palabras que además de no faltar nunca, indican según ellos los dos factores, las dos columnas sobre las que se apoya el estado de bienestar. La primera es la Sanidad y la segunda, la Educación. Se les llena la boca al hablar de ambas y pueden construir un discurso largo y enredoso con ellas en su interior.
Me gustaría saber de una vez por todas a que tipo de pilar fundamental se refieren cuando articulan la que es objeto y tema de este escrito de hoy, la Educación. Empezando por las partidas de presupuestos, en los cuales si se fijan, ocupa siempre, los últimos lugares, continuando por la realidad pura y dura, la Educación suele ser la hija pródiga de los mismos, a la que se destina la más pequeña de las cantidades existentes.
Imagino que esa ha de ser la primera causa del estado actual de los problemas educativos, y no entiendo como mandatarios y políticos olvidan la importancia que niños y jóvenes en sus etapas de formación tienen para el Estado, y el potencial que configuran ambos en el desarrollo de un país.
Sea como fuere, y pasando de lo general a lo particular, quiero exponer la situación en que se encuentra la Educación en nuestra ciudad, especialmente en los grados de Primaria y Secundaria.  En Primaria la falta de colegios hace que los alumnos infantiles se amontonen en clases saturadas en las cuales el maestro debe hacer virguerías para ser atendido. Difícilmente entre las obras realizadas por el municipio cada año aparece la construcción de un nuevo colegio. Puede que todavía haya cursos que sigan en las prefabricadas. En Secundaria, todavía es peor, y la consecuencia de ello son las manifestaciones que padres y alumnos llevan haciendo para dar a conocer sus carencias sin que hasta ahora ninguna administración se de por aludida. Acostumbro a poner el ejemplo de los alumnos del colegio Vargas Llosa, cuyos familiares claman al cielo, exponiendo que sus hijos, que este curso tienen el último de formación en dicho colegio, no tienen para el próximo año Instituto alguno donde poder entrar.
La ratio, que llaman ellos al número de alumnos por clase, de los institutos existentes, no da cabida a un alumno más, puesto que están doblemente saturados. Y el Instituto que, al parecer se les prometió al comienzo de sus protestas, que debería estar situado en terrenos colindantes al Hospital, no tiene visos de surgir como por arte de magia, ya que ni está comenzada sus construcción.


En encuestas realizadas por alguna televisión local sobre este problema a los directores de los institutos actuales, todos, sin excepción, se duelen y quejan del abandono que tanto la Junta de Andalucía como el Ayuntamiento tienen acerca de sus problemas, y la soledad que como enseñantes sienten junto a  la impotencia  por el silencio de la Administración.
Me pregunto si, dada esas condiciones, el ciudadano votante y pagador de impuestos ¿qué debería hacer para expresar su indignación y tratar de ser escuchados?
Tal vez una revuelta fuerte de todos los afectados cuyo efecto fuere el de hacer un mayor ruido que no pueda dejar de oírse. Estarían en su derecho. Molestar en serio para que quienes están ajenos sepan de sus graves problemas.
Causa, en mi opinión, estupor e indignación que un asunto tan serio como la formación de un alumnado que el día de mañana se convertirá en la base de un estado de derecho sea tomada a la ligera, cuando no ignorada como pasa en esta ciudad.
Hay quienes todavía se extrañan de las diferencias de niveles cuantitativos y cualitativos entre estudiantes andaluces y de otros lugares. Como asimismo entre España y Europa.
Será porque no tienen un familiar de Secundaria buscando desesperadamente un Instituto en Marbella que los acoja.

                                                                                                  
Ana María Mata
(Historiadora y Novelista)

3 de noviembre de 2018

EL DIFÍCIL DÍA A DÍA

Del mismo modo un tanto rápido que aguaceros y fríos han hecho su aparición invernal, se nos ha venido encima el período electoral. Sin ser aún oficial, nos encontramos de pronto con un sin fin de gestos, guiños y señales, cuando no de comportamientos políticos absolutamente integrados dentro del momento previo a las urnas.
Y ya que no podemos evitar esa avalancha inundadora, podría ser el tiempo de reflexionar como nos va en los muchos avatares de la vida política y cuales serían de verdad las cosas que deberíamos tener en cuenta en el desarrollo de nuestros municipios y ciudades.
Los medios de comunicación, fieles a su identidad alarmista, dan una imagen, que de hacerles caso, se referiría principalmente a Cataluña y sus variantes cada vez más excéntricos, al pago de las dichosas hipotecas, y al traslado de  los restos de Franco de un lugar a otro.
En cuanto a las comunidades más pequeñas, lo importante está más que nada en los encontronazos entre los distintos partidos, especialmente entre el que gobierna y el que es oposición, en un rifirrafe cansino al que por hastío dejamos pronto de hacer caso.
En Marbella en concreto, se tiene muy en cuenta los grandes movimientos financieros en los muchos aspectos de su confusa identidad, a caballo entre el pueblo que fue y la magna y lujosa ciudad cosmopolita en que creemos habernos convertido. Se habla a diario de grandes promociones nuevas, lujosos resorts, congresos internacionales, y cualquier otro evento que engrandezca su nombre.
Ocurre que, además de todo eso, la ciudad debe vivir lo que llamamos el día a día, sumida en alarmantes discordancias  e inseguridades. Las deficiencias en lo cotidiano, en lo que aparentemente no hay que preocuparse, son tan grandes que está llegando al límite de la paciencia de sus ciudadanos. Lo triste es que no hay político/a que piense en ello ni advierta de la necesidad de solucionarlas.
Podemos comenzar por la sanidad, y no solo el lamentable espectáculo del Hospital Costa del Sol, abandonado a su suerte pasado diez años ya, sino la carencia de ambulatorios y centros de salud con un mínimo de dignidad y sin la masificación abrumadora de los escasos actuales. Pongamos en segundo lugar la falta absoluta de colegios y en especial de Institutos, dándose la circunstancia de chavales que al acabar la primaria no tienen un centro donde acogerse, caso flagrante de los alumnos del colegio Vargas Llosa, cuyos padres no cesan de manifestarse en ese sentido.
Indignante situación la de los locales de la Policía, cuya antigüedad se refleja en cada una de sus paredes, sin aparcamiento cercano, más propio de uno cualquiera de los países subdesarrollados. Y escandaloso el asunto de los Juzgados, a los cuales se les asignó un edificio medio a acabar, próximo al Hospital Comarcal, pero solo de palabra, mientras los hechos brillan por su ausencia.
Esperamos con verdadero interés la remodelación del Trapiche del Prado, y la construcción de la tan deseada y ya prometida residencia de ancianos. Hemos olvidado los años que hace desde que Mateo Álvarez la donó para ese fin y mientras ha ido cayéndose a pedazos con la abulia como respuesta.
Otras carencias como centros deportivos duermen el sueño de los justos, sin que los mandatarios, sean de la Junta o del consistorio, comprendan lo necesario que es para la juventud su existencia.
Cosas como las citadas esperan una voluntad política que se preocupe e interese en ellas. Son las necesidades del día a día, lejanas de los focos espectaculares de prensa y televisiones, fuera del círculo del lujo y el glamour.
Pensemos en ello mientras nos apabullan con promesas electorales y busquemos a un líder de las cosas cotidianas.

                                                                                        
Ana María Mata 
(Historiadora y Novelista)