El Ayuntamiento lleva desde el inicio de la
presente legislatura un periodo de silencio y calma política que podíamos
pensar como el resultado de la ausencia de problemas. Sin embargo existen
motivos suficientes para entender que la actual situación se debe más que a
ello, a la falta de propuestas para solucionarlos.
En los últimos meses el portavoz del equipo
de gobierno comparece cada semana para dar noticias de las licencias de obras a
las que se les ha dado el visto bueno, pero lo que empezó como gesto encaminado
a que no cundiera el pánico por todo el
follón del PGOU por parte del tripartito, lo ha continuado el PP, más bien para
hacer creer en una normalidad urbanística que no corresponde a la realidad.
Lo cierto es que en la ciudad no se producen
ningún tipo de iniciativas dignas de mención, y las que podrían sustituir a las
nuevas, que serían las que hablasen de solucionar problemas ya enquistados no
parece que tengan interés en el Consistorio como para que salgan a la luz.
En Marbella las cosas se realizan a golpe de
impulso espontáneo o no se realizan. Es notorio el gusto que la alcaldía tiene
en los actos de renombre, suntuosos y a ser posible con abundancia de
fotógrafos y flashes. Desde Starlite y
las convenciones de carácter cosmopolita en el Palacio de Congresos, hasta los
desfiles de Rolls y Jaguar en Puerto Banús, todo ello es anunciado a bombo y
platillo y representados por la regidora y concejales con la satisfacción y
sonrisas que eventos exquisitos merecen.
La ciudad se ha ido convirtiendo a golpe del
glamour que no cesan de buscarle, en una especie de Disneylandia para mayores o
unas Vegas donde todo parece posible a golpe de talonario.
Ocurre que por suerte o desgracia aquí, como
en cualquier ciudad, existen problemas cotidianos y a ras de suelo, de
diferente grado y categoría pero necesitados de solución.
Así, llevamos largo tiempo un número pequeño
de “escribidores” ilusos., llamando la atención con nuestras letras para que
ciertas cosas no caigan en el olvido eterno. Obtenemos la callada por
respuesta, como pueden imaginar y por eso insistimos cual mosquito persistente,
a ver si alguna vez la picadura escuece de verdad.
Vergüenza me da, créanme, citar el rosario de
asuntos pendientes que desde años inmemoriales esperamos sean capaces de
solucionar, mientras nosotros, espectadores de sus logros, vemos desaparecer
una y otra vez de la lista de sus necesidades.
Para muestra, volvamos la cabeza hacia atrás
y vayamos pensando en que nos hemos
quedado sin residencia de ancianos ni restauración del Trapiche. Que eso, al
parecer, no es que no sea urgente, es que no es, según la actitud de los
mandatarios, siquiera necesario.
Las escuelas prefabricadas están bien como
están y para qué gastarse dinero en hacer nuevas si con esas vamos tirando. Los
Institutos se solucionan aumentando el número de alumnos en cada clase de los
existentes, y así nos ahorramos también aumento de profesorado.
Los espigones para las playas son demasiados
caros y al fin y al cabo, sin arena también sigue estando el mar, que es lo
necesario para bañarse.
El convento de la Trinidad deberá esperar a
que al Ayuntamiento le toque la lotería o una quiniela cualquiera, Total, ya
nos habíamos acostumbrado a verlo así,en ruinas, y hasta parece que es más
antiguo.
Como verán, es evidente que no estoy al loro
de las cosas modernas que el Consistorio debe estar haciendo mientras vive con
placidez su día a día. Es posible que el
silencio se deba a unas jornadas de ejercicios espirituales al estilo cartujo.
Ana
María Mata
(Historiadora y Novelista)