14 de noviembre de 2011

EL HOGAR DE LAS ESTRELLAS. CHASKAWASY


(Artículo publicado en el diario Marbella Express del 14 de noviembre de 2011)
Me comprenderán si les digo que ante un nombre tan bonito como el que encabeza estas líneas, entren ganas de comenzar a escribir diciendo:”Erase una vez una joven…”. Ocurre que el trasfondo del tema, siendo bello, es en esencia tan profundo y hasta dramático, que nada tiene que ver con aquellos deliciosos cuentos de nuestra infancia.
Lo es porque la vida tiene aspectos muy diversos, y uno de ellos, quizás de los más tristes, consiste en las dificultades que en países pobres tienen los niños con algún tipo de discapacidad, sea esta psíquica o sensorial. Si ya lo es en los que llamamos civilizados o de alta renta económica, en los otros, donde la prioridad es la alimentación sin más, el analfabetismo una señal de identidad y la pobreza –por desgracia- una marca consagrada, la existencia de estos niños posee todas las características de infierno transformado en estigma que han de llevar como una culpa que nunca cometieron.
Por fortuna dentro del otro mundo, por lo general deshumanizado y envuelto en un mercantilismo feroz, existen seres distintos cuyo objetivo no está fuera sino en el interior de lo que solemos llamar alma. Y para estas personas, desconocedoras del movimiento bursátil y el Fondo Monetario, el dinero es tan solo el vehículo obligado para transitar por un sendero diferente: el que vamos a conocer como “de las estrellas”, por alusión a la alegoría que el vocablo quechua “chaskawasy” significa.
En la región andina del Perú, concretamente en Cuzco, en el año 2001, un grupo de amigos encabezado por la joven de Marbella  Nieves Medina, consiguen, después de arduos esfuerzos constituir una asociación a la que llaman El Hogar de las Estrellas, o Chaskawasy. Son jóvenes, la mayoría profesionales, están en la edad dorada de los proyectos, relaciones personales…la vida les induce al placer en sus múltiples formas; y un día piensan que un mundo mejor puede ser posible, un mundo-según sus propias palabras- donde las diferencias no tengan efectos comparativos, donde ser un niño no suponga un problema sino una alegría que merece la pena cuidar.
Así es como nace este llamado Hogar, para atender a menores con algún tipo de discapacidad que son puestos a disposición judicial o sufren situaciones de extrema pobreza.  Niños que padecen problemas de audición, lenguaje o deficiencias mentales.
Niños huérfanos, salvados del río o de prostíbulos, violados o sometidos a torturas innombrables. Escoria para la sociedad actual en la que solo tienen lugar los triunfadores, la belleza física o la acumulación de bienes temporales.
Nieves Medina, la joven abogada que lleva en Cuzco desde el año 2001 ha comenzado recientemente a escribir en una página Web de Internet sus experiencias de estos diez años de lucha, página emocionante y conmovedora en las que vuelca su intento de lograr una familia en la que participaran todos los que sienten la imperiosa necesidad de ayudar a esos niños, compartiendo responsabilidades, decisiones, alegrías y penas. Alejándose de las macro ONGs, del exceso de burocracia y delegaciones, de jerarquías y mandatarios. Su blog, se escribe como sigue: (yomecreoloquedicestu.blogspot.com)
 En uno de los renglones de ese blog, puede leerse: “Sería precioso poder pensar que cada nueva sonrisa de nuestros niños les borra un mal recuerdo o experiencia, que no permite que el pasado irrumpa en sus días en el momento más inesperado y les haga llorar”.
 Habla también de la nueva construcción de un centro en Salvación, la selva del Manu (Madre de Dios) que cuenta con un Albergue infantil y un Centro de Día para jóvenes y adolescentes en forma de centro formacional.
Están implicados hasta el fondo en algo que lejos de nuestra visión acomodaticia de ciudadanos del Primer Mundo (¿?) resulta difícil entender. En un continente donde los juguetes y ropa o calzado para niños son tan excesivos que se acumulan inútiles en habitaciones repletas; donde un simple resfriado infantil enciende las alarmas familiares, un bautizo o celebración similar supone un gasto que en Chaskawasy serviría para que sus niños tuviesen comida durante un mes, parece un relato de terror oír que se abandona a niños a orillas de un río porque su deficiencia le impedirá trabajar, y a su familia cuidarle. O que una niña como Tanira llevase 13 años encerrada en una habitación de madera en uno de los valles de la selva donde se recolectan  hojas de té, y su madre es una de ellos.
El Hogar de las Estrellas necesita ayuda financiera para los más de 13.000 euros que tienen de gastos mensuales entre logopedas, psicólogos, pedagogos, alimentos, luz, agua, ..etc. Algunos meses solo llegan como mucho a los 6000.
Parece una locura, pero es simplemente un acto de amor voluntario. Es, como expone Nieves en su blog, la imposibilidad de decir, ante un nuevo caso:”No puedo aceptarlo, devuélvanlo a la calle…”
Miremos a nuestros niños cercanos. Y pensemos por un instante que uno de ellos, tan felices hoy,  necesitara la ayuda urgente de El Hogar de las Estrellas.
Ana  María  Mata
Historiadora  y  novelista

8 de noviembre de 2011

ASUNTOS PENDIENTES

(Artículo publicado en el diario Marbella Express el 7 de noviembre de 2011)

Hoy empieza oficialmente la campaña electoral. Campaña, si me lo permiten un tanto absurda puesto que según  lo escrito por J.L. Cebrián en su periódico de ayer, no sabemos que promesas inútiles van a hacernos los partidos, grandes y pequeños, si la realidad pura y dura será lo que ordene el ForoG- 20 que ha de celebrarse en Cannnes. Que no nos engañen con programas inventados porque a esta altura de la película (de terror, por cierto), el que más y el que menos sabe que todo depende de lo que nos manden hacer con nuestra débil economía los mandatarios europeos.
Escepticismo, desde luego, por mucho estímulo que pongamos en el hecho de votar. Y mientras todo ese embrollo va siguiendo sus pautas conocidas con el consiguiente desgaste de políticos y dinero, las cosas reales, cotidianas y muy necesarias, quedan en el trastero de los proyectos, en el desván del olvido, que es el lugar donde munícipes y  gobernantes abandonan lo que no hace lucir su candidatura ni darles lustre.
Por fortuna, al menos la libertad de expresión permite lo que una sabe de antemano que no es más que un desahogo o la voz de muchos en mis pobres líneas, pero que sigue siendo voz que clama en el desierto.
¿Recuerdan aquella canción de Serrat que decía algo parecido a esto : “Son aquellas las pequeñas cosas…”? pues vayamos con ellas, porque no se si  son pequeñas, pero si importantes. Aquello, también tan conocido de “la casa si barrer”. Así estamos y como muestra valga unos cuantos botones del diario vivir de esta ciudad nuestra.
Estación de autobuses. Primer botón. Pasa el tiempo, caen las hojas, llega el calor, después el frío, luego las flores y de nuevo el calor…y la estación sigue ahí, tercermundista, sucia, descuidada y con mal servicio de autobuses. ¿Qué pasa con los que sean  sus concesionarios? ¿Tanto poder tienen que no pueden exigirles renovación o despedida? ¿Qué pasaría si desde esa Arabia Saudita tan visitada la viesen por un pequeño objetivo? Tal vez se pensarían lo de invertir en un lugar con servicios arcaicos.
Botón segundo : Estamos a la espera de que antes de morirnos, (cosa que según Manolo Alcántara es una fea costumbre humana), los que reclamamos un tanatorio como Dios y la supuesta categoría de Marbella manda, tengamos la ocasión de ver con ojos propios el tanatorio que casi toda las ciudades dignas posee, algunas mucho menos exclusivas que la nuestra, pero más eficaz en sus servicios.
Francisco Norte, aquél señor que dejó en herencia un lindo terreno a la ciudad para que en esencia tuviese fines deportivos, debe removerse en su tumba con cabreo justificado al ver como han tratado los diversos regidores su legado y el camino que lleva de continuar siendo motivo de disputas entre intereses y corruptos, mientras los espacios para el deporte escasean y andan en malas condiciones.
Una vez, hace no sé cuanto tiempo ya, se nos dijo, por parte de la Junta de Andalucía que el Albergue Africa, antiquísimo convento de Franciscanos mendigantes, propiedad durante años del Obispado de Badajoz, residencia de verano de juventudes de Falange, y albergue juvenil después, iba a ser el lugar apropiado para escuelas públicas de las que tan necesitado estamos. Se dijo, se volvió a decir, se repite cada vez que alguien saca a colación el tema. La Junta  mira hacia otro lado, y el municipio no sabe o no puede exigir esa promesa incumplida.
Si Francisco Norte se removiera en su tumba, no menos, sino más, debe hacerlo  Mateo Alvarez, el donador del Trapiche de su propiedad para la construcción de una Residencia de Ancianos. Primeras piedras que deben haber caído tan hondo ya que necesitarían segundas, terceras o cuartas para que creyésemos en la posibilidad de que el deseo del donante llegue a hacerse realidad alguna vez. Una residencia que paliase la desventura de ancianos solitarios, sin bienes económicos, cuyas pensiones, de tenerlas, no alcanzan los precios de las residencias de pago, asilos disfrazados de hoteles de lujo a los que solo pueden acceder los que siempre hemos llamado millonarios.
Me queda un botón aún, botoncito, si quieren, si lo colocamos junto a los anteriores, pero grande y molesto para el que lo sufra o lo haya sufrido. Son los “ladrillos bailarines”, las lozas que danzan en silencio en muchas, demasiadas calles de Marbella, pidiendo a voces solo un poco de cemento, una o dos manos bondadosas que los fijen al suelo en donde habitan, que vuelvan a ser terreno seguro para piernas a veces envejecidas, otras torpes, siempre ignorantes de su baile inadecuado, y tantas veces causa de tropiezos que acaban en roturas de ligamentos y de huesos. No me digan que esto también es imposible, que hay cosas más imprescindibles, que hay que viajar a Letonia y Kuwai, más futurible, más rentable al parecer, pero no sabemos cuando.
Arreglen algo de estos pequeños asuntos en lugar de subirse a palestra ninguna y decir las mismas promesas repetitivas de siempre. Quizás si vemos voluntad, hasta nos apetezca acercarnos a las urnas.

Ana  María  Mata
Historiadora  y  novelista

2 de noviembre de 2011

CAMPAMENTOS DE LA MUERTE


(Artículo publicado en el diario Marbella Express el 31 de octubre de 2011)

En estos días anteriores al 20 de noviembre parece que todo lo que no huela a política, partidos o campaña electoral deja de ser importante. Hasta la economía, desgraciada protagonista esencial de lo cotidiano, está, como si dijéramos involucrada hasta el fondo en quién o quienes alejarán de ella la enfermedad que la corroe.
Sin embargo, lejos, muy lejos de los Fondos Monetarios, de las fluctuaciones de la Bolsa y repetidas reuniones de jerifaltes europeos, existe otra realidad infinitamente más dolorosa y cruel, donde la muerte es la protagonista y a veces, incluso la única solución.
 Bienvenidos a Dadaab, el campamento de refugiados más grande del planeta. La ciudad ideada hace veinte años para acoger a 90.000 personas y en la que hoy malviven medio millón en mitad del desierto de Kenia. Interminables hileras de tiendas de campaña, cabañas y casuchas forman el refugio forzoso de somalíes huidos del Cuerno de Africa por la hambruna, sequía y sangrientas guerrillas. El resto es anarquía, la ley del más fuerte, a pesar del esfuerzo de organizaciones como Médicos sin Fronteras, a la que pertenecen las dos cooperantes secuestradas hace unas semanas.
Cada día un niño muere al lado de alguno de los refugiados, y hasta hienas hambrientas devoran a veces a una de las miles de personas que intentan entrar en la ciudad. A pesar de ello, somalíes desesperados caminan hasta un mes para llegar al campamento: 80 kilómetros a pie por el desierto. Muchos mueren nada más llegar, como fue el caso de Ibrahim, de 3 años, que no aguantó la abrasadora caminata. Su madre cava una fosa para enterrar el cuerpecito exhausto. Pero no hay tiempo para lamentos en Dadaab, debe caminar tres o cuatro kilómetros para encontrar  la única fuente de agua. Un recién llegado puede tardar hasta mes y medio en tener acceso a su primera ración de comida.
La familia de Yaqud Abdi dejó la seca Somalia mucho antes que él, relata un cooperante, pero nunca llegaron. El desierto se los tragó, y él ahora, no cesa de mirar hacia la puerta de entrada del campamento de refugiados con la vana esperanza de que después de varios meses, alguno quede aún con vida y vuelva junto a él.
Los jeeps de las ONG circulan por el campo con señales de “prohibidos los rifles”, ya que las armas no escasean, ni las sospechas de que los terroristas de la sección somalí de Al-Qaida estén introducidos entre las casuchas como aparentes refugiados. Otra amenaza más de muerte.
Reporteros veteranos acostumbrados a narrar situaciones límites de emergencias hablan desgarrados a la vuelta de Dadaab, como es el caso de Vicente Romero, periodista de la 2-Televisión que afirma la injusta y abominable realidad de seres que “se encuentran tirados, atrapados y sin amparo alguno y para quienes la ayuda es inexistente”. Cuenta Vicente como algunas madres desesperadas, con sus pechos vacíos, viendo que sus hijos están al borde de morir le piden que se los lleve, los quieren entregar y desprenderse de ellos para que puedan seguir viviendo.
Inicialmente lo que ahora es Dadaab eran tres campamentos de refugiados: Dagahaley, Pagadera e Ifo. Ahora se han unido los tres en un monstruoso “oasis”de polvo, hambre y muerte. A pesar de ello, para los somalíes, decir Dadaab es decir vida, y son capaces de andar hasta quedar exhaustos, como si anduvieran por un campo de fuego.
 El drama humanitario de Somalia –Kenia- Etiopía es en la actualidad el nuevo y desgraciado Holocausto al que el resto del mundo asiste impasible, dispuesto solo a volver la mirada cuando las imágenes se muestran en un reportaje televisivo. Mientras ellos cavan sus fosas, Occidente lucha por ajustar el déficit económico que la codicia y el exceso del llamado bienestar, han desestabilizado.
Mientras chinos, americanos y europeos compiten por la primacía mundial, y porque el consumismo vuelva a ser el objetivo esencial de sus moradores, con tal de que todo vuelva al feroz capitalismo anterior, un trozo del continente africano muere poco a poco como si los que habitan en él no fuesen seres humanos, sino objetos de desecho a los que molesta reconocer.
Si alguna vez fue necesaria una revolución, no hay causa más importante que la que  el Cuerno de África presenta. No pueden hacerla, y por ello, estamos tranquilos. Comemos todos los días, tenemos fiestas, celebraciones y objetos innecesarios en exceso. A pesar de ello, nos quejamos por una crisis que pretende arrebatarnos un poco de eso. Más que humanos nos vamos transformando en animales sin alma.
Ana María Mara
Historiadora y novelista