Aunque solo fuese por curiosidad
me gustaría saber que opinarían el señor Arniches y los hermanos Álvarez
Quintero de lo que nos ha tocado vivir a los españoles en este último tiempo, y
si lo incluirían en la lista blanca o negra de sus famosos sainetes populares,
aquellas obras tragicómicas que ellos tan bien representaron y consiguieron
elevar a cimas altas en la línea del esperpento.
No me nieguen mis sufridos
lectores que al menos una vez no han imaginado el país al completo imbuido en
el interior de un gran teatro en el cual unos cuantos señores llamados
políticos interpretan una obra estudiada, compuesta a la medida de sus
posibilidades, y el resto asistimos con el rostro que podemos y nos dejan, a
sus actuaciones más bien nefastas.
España se está convirtiendo en
un enorme escenario donde casi a diario se representa la farsa de una época
moderna y demócrata, con el beneplácito de sus actores por el cobro recibido y
el pasmo e indignación de los espectadores, obligados a asistir a ella.
No encuentro otro símil mejor
para representar con palabras escritas nuestra actual situación política y para
colmo, con la sensación de que parece irreversible y fatídica.
Por supuesto que en el núcleo
central de todo esto se haya el vocablo más pronunciado por el pueblo llano: la
corrupción, que si fuese contagiosa (que lo es) se transformaría en pandemia
endémica y casi mortal. Pero detrás de ella, asoman las orejas del lobo feroz
llamado partidos políticos y sus garras disfrazadas.
A quienes de ustedes hayan
seguido durante estos meses el reality
de la desaparición de Pedro Sánchez y el aupamiento de Susana Díaz , les habrá
divertido mucho observar las escenas finales en las que, el guapo dirigente
socialista dice digo donde antes dijera diego, y aparece como la víctima
inocente de un linchamiento anunciado. Observar también como el joven Ave Fenix
aparece lentamente con su nuevo disfraz de moderado al que no le gustan sus
compañeros de la izquierda y por ello no va a apoyar la moción de censura, a
pesar de la pesadez infinita de su: “No es no”. Falta saber cual va a ser su
actuación en las Cortes, además de la de “socialista de la nueva era”. Que lo
explique, porfa.
No me resisto a contarles lo
divertido que les resultó a mis nietos el autobús del señor Iglesias
recorriendo calles y plazas como si de un tiovivo ambulante se tratara. Nuevas
políticas, sí señor, esas son nuevas políticas y no las que pregona el elegante
Albert Rivera, todavía con chaqueta y
corbata, sin enterarse de que al Parlamento hay que ir deportivo e informal.;algo
así como si se fuese a jugar un partido de tenis, por ejemplo, pelotazo a la
izquierda, pelotazo a la derecha…¡zás! Y a la tele rápido que es donde se
forjan los políticos auténticos. También se puede ir en plan madre absoluta y
entregada con la teta al aire por el amamantamiento. O a fabricar chistes y
frases ingeniosas, hecho en el que el señor Rajoy se lleva la palma, con su
habitual gracejo y guiño inquietante.
Entiendo, y espero lo comprendan,
que a lo que no van a dedicarse a estas alturas es al solucionar problemas
añejos y desgajados de lo que se lleva, como el problema del paro, o el de la
Sanidad, y no digamos el de la Educación, tan pesado y repetitivo, siempre con
lo mismo, niños, jóvenes, escuelas, médicos, hospitales…¡que antiguo, dirán ellos,
que lejos de la postverdad. Lo esencial es tener iniciativas y buscar cosas
nuevas, epatantes, de esas que se hacen virales en minutos y recorren los
medios con presteza.
Porque, en conclusión, el teatro
está en decadencia y los actores de nuestro sainete lo que hacen es planear
obras originales que poder plasmar en Facebook, Twiter, Instagram o You Tube y que
recorran el mundo en un silbido, dando muestras de nuestro alto índice o
coeficiente intelectual.
Para eso están allí,
confrontando ideas, pero, olvidados de que en el fondo, y por mucho que lo
nieguen, lo que hacen, Arniches y los hermanos Quintero lo sabían desde antes y
lo hicieron mejor.
Ana María Mata
(Historiadora y Novelista)