24 de marzo de 2020

CUARENTENA, NO VACACIONES



El momento actual puede no ser más que el desahogo de la Naturaleza, harta del maltrato por parte de unos seres que se han creído dueños de ella.  La respuesta a nuestro desprecio acumulativo y a nuestro desdén.  Ahora ya sabemos quien es quien en este valle de lágrimas. Toca, como si dijéramos, humillar la cerviz y aguantar.
El planeta se ha encontrado de golpe con el  duro hecho de que un insignificante y  microscópico virus ha decidido entrar en guerra con él, de manera fría y despiadada, con el único armamento de su propia malignidad, pero con un poder superior a bombas y batallones.
Estamos inmersos en el fragor de la batalla. Nuestro país está en el modo “Alarma” y la vida de sus habitantes ha tenido que cambiar a la fuerza dando un giro mayor a los noventa grados. Se trata de intentar cortar la línea de contagio a través principalmente del aislamiento. Los llamados “grupo de riesgo” tienen prohibido salir a  la calle y en conjunto el Estado ha decretado una Cuarentena para quienes hayan podido tener contactos con cualquiera que haya dado positivo en el tristemente célebre CoronaVirus.
El Gobierno tras intensas reuniones con científicos, médicos, biólogos y analistas, ha ordenado unas reglas para que sean cumplidas por los ciudadanos, de acuerdo con la intensidad de propagación de la enfermedad.
La vida se nos presenta hoy con un equipaje de miedos, rumores y advertencias contínuas, todas las cuales forman un nudo gorgiano del que, aparentemente al menos, parece que no podamos escapar. Son momentos duros, en primer lugar porque no se tienen otros anteriores en los que fijar la mirada, son inéditos y hay que actuar casi en la cuerda floja. Los medios sociales ayudan pero también complican el asunto. Excesiva información puede volver loco al ciudadano, porque los contenidos que albergan son a veces, a fuer de rápidos, confusos para el profano.
Las instituciones sanitarias, sin embargo nos dicen sin ambages lo esencial que tenemos que hacer, y de manera específica anuncian, o mejor, obligan a quedarse en casa, para que con menores contactos físicos, la transmisión pueda ir disminuyendo.
Pero siempre hay quienes desobedecen por principio. Hace unos días nos mostraron una playa de Levante completamente llena de gente preparados para el baño y tomando el sol con toda tranquilidad. La imagen, conociendo el contexto en el que se producía resultaba deplorable. Algunos incluso se atrevieron a decir que para ellos  estas eran unas vacaciones adelantadas.
Una se pregunta si el mundo, o parte de él, está lleno de idiotas y kamikazes frustrados,o es que hay grupos de descerebrados pululando por nuestros lugares. Lo malo es que el daño pude revertir en personas sensatas que cumplen como deben con el sentido cívico y les llega los efectos de los otros sin poder hacer nada.
Es cierto que van a ser estas unas jornadas difíciles en muchos aspectos, además del sanitario, pero nos va a enseñar que hay prioridades en este mundo alocado donde la economía, por mucho que nos pese, está , en relación con la salud, en un segundo plano.
Reitero mi idea inicial de que la pandemia es una especie de “vendetta”. Hemos ido abandonando el cuidado del entorno, del clima, de lo que enriquece nuestro organismo de manera natural para situar como Dios al capital. Ahora no nos queda más que ser disciplinados, y si salimos de esta, entonar un De Profundis o un Magnifica Anima Mea al Ser sobrenatural en el que cada uno crea en su interior.
                                                                                                    
Ana María Mata
(Historiadora y Novelista)