(Artículo publicado en el diario Marbella Express el 21 de junio de 2010)
Son sus propias palabras y no las mías las que dan comienzo a este artículo, ya que la genialidad de su sencillez aparente así lo merecen : “¿Morir? , pues mira, estás y luego de pronto ya no estás” contestaba al periodista en una de las muchas entrevistas que le hicieron durante los ochenta y siete años de vida y los más de cincuenta de escritor. Tal vez lo que más desee expresar con mis líneas no sea la grandeza literaria del único Nobel en lengua portuguesa, sino la coherencia moral y el compromiso en su defensa de los perdedores de José Saramago, cuyo fallecimiento en Lanzarote el viernes pasado conmueve profundamente al mundo de la Literatura.
La relevancia del Nobel no cambió en nada el pensamiento ni su mirada reflexiva hacia un mundo del que siempre renegó por sus injustas diferencias entre los humanos que lo habitaban. Sí pudo originarse su sonrisa melancólica en la niñez en una aldea portuguesa donde las penurias económicas de una familia de labradores y artesanos le obligaron a dejar los estudios y a conocer a fondo la pobreza. Aquél abuelo analfabeto que le empujaba, sin embargo a leer y escribir estuvo presente, según sus propias palabras en cada uno de los libros que vieron la luz con su firma.
En 1998 el máximo galardón literario existente llevaría al niño nacido en Azinhaga, al norte de Lisboa, hasta los fríos cielos de Suecia para reconocer con él al hombre que había escrito ya “Levantado del suelo”, contando las peripecias de los campesinos del Alentejo, “Tierra de pecado”, (escrita mientras trabajaba como empleado de seguros) “Memorial del convento” y especialmente “El año de la muerte de Ricardo Reis”(para algunos su mejor obra), además de “La balsa de piedra”, en donde por primera vez habla sobre una posible unión de España y Portugal, desgajadas de Europa. Pero habría de ser la novela “El Evangelio según Jesucristo” la que le llevaría a expatriarse voluntariamente de Portugal y venirse a vivir a Lanzarote. No quiso el gobierno portugués presentar el libro al Premio Literario Europeo, justificando el hecho por la visión heterodoxa del autor que irritó de manera especial al clero luso.
No fue Saramago escritor indulgente con nada ni con nadie, puesto que, abolida la Inquisición, como se atrevió a decir, su libertad le permitía expresar en alta voz su condición de “Ateo enfadado con Dios” frase repetitiva en su diálogo con periodistas y medios que lo acosaban. Su manera de enfocar la escritura fue para muchos incómoda, barroca, empeñada en llevar la contraria al discurso oficial llevando el punto de vista hacia las vidas que nadie tenía en cuenta, para rescatarlas del olvido.
Por eso se afilió al Partido Comunista Portugués en 1969 donde militó hasta su muerte aunque en los últimos años difiriese de ellos por lo que le parecía exceso de burocracia y anacronismo práctico para resolver situaciones. Estuvo con los hombres de Chiapas, con los palestinos y los cubanos de Fidel, aunque pocos años atrás reconociese el desencanto hacia Cuba y Castro, en los que había puesto una ilusión de cambio del capitalismo feroz que tanto le irritaba.
Cada uno de sus libros son metáfora viva y crítica de sus obsesiones, como un filósofo de los nuevos tiempos que disfraza su teoría bajo el argumento novelístico de personajes que sufren ceguera general, imposibilidad de morir, el consumo excesivo o fallos en el sistema democrático. Arremetió contra todo lo que para él significase estrangular los derechos humanos, puesto que ellos representaban su ética personal, la única manera de vivir en un planeta cuyo origen se desconocía por mucho que los vaticanistas se empeñasen en seguir al pie de la letra la ingenuidad de un Abel preferido por un Dios al que Saramago le achaca su muerte por los celos creados en su hermano Caín.
Iconoclasta tenaz y convencido, movían su pluma y su vida el interés en hacer algo por los perdedores, por todos los que no tenían voz reconocida, como un Quijote moderno que pretendiese, a sabiendas de lo inútil de su esfuerzo, luchar contra molinos gigantes de la economía y orden social.
Quien escribe, afortunada por haber compartido con él, Pilar y varias compañeras del Curso que impartía en la Complutense de verano, un café inolvidable, por su sencillez y magisterio elocuente, quiere terminar con una de las frases que más me gustaron de él : “Siempre digo lo que pienso. Nadie podrá decir nunca que le he engañado”.
Descanse en paz el escritor y hombre comprometido.
Ana María Mata
Historiadora y novelista
7 comentarios:
Para mi fue el gran tolerante. El hombre que nunca imponía criterio. Creía en las buenas personas y se sabía una de ellas. Leerle, es cuestionarse. A veces hasta felicitarse por la vida que a una le ha tocado vivir. Muy bueno tu articulo.
El escritor que nunca se escondió
http://www.elpais.com/especial/jose-saramago/
Por qué la gente quería tanto a Saramago
http://www.elpais.com/articulo/cultura/gente/queria/Saramago/elpepucul/20100619elpepucul_1/Tes
Un Nobel con campesino dentro
http://www.elpais.com/articulo/cultura/Nobel/campesino/dentro/elpepucul/20100619elpepicul_3/Tes
El Vaticano condena otra vez a Saramago tras su muerte
http://www.elpais.com/articulo/cultura/Vaticano/condena/vez/Saramago/muerte/elpepucul/20100619elpepucul_6/Tes
Odio teológico contra Saramago
http://www.elpais.com/articulo/opinion/Odio/teologico/Saramago/elpepiopi/20100622elpepiopi_11/Tes
Estuve con tu hijo y la familia el fin de semana pasado en Punta y estuvimos precisamente hablando de Saramago. Acabo de comprarme el Ensayo sobre la Lucidez y voy a leerlo. Es una pena que se vayan los mejores. Pero su semilla ya está plantada, en nosotros está el abonarla, regarla y cuidarla.
Un fuerte abrazo.
http://www.votoenblanco.com/Saramago-sobre-el-Voto-en-Blanco_a2059.html
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