De la mar ya me he declarado en múltiples ocasiones como su amante. Ahora recorro por las tardes unas tierras ocres, cálidas, secas, con olor a verdad. Cielo azul como techo durante el día, y por la noche me dedico a contar estrellas en un cielo negro punteado de luces blancas brillantes en medio de un silencio agradable, tranquilizador.
No puedo decir que en algún momento no ansíe el olor a ozono producido por el vaivén de las olas, pero lo entiendo como aquellos novios que, separados, esperan de nuevo el reencuentro con la persona amada.
Hoy estaré entre espigas, entre casas de apero y caminos de tierra prensada, disfrutando de una ligera brisa con el sol poniéndose tras un horizonte de montañas bajas. Hoy no veré la mar.
Órfilo Aranda
1 comentario:
Interesante captura señor cazador de imágenes; siempre con el arma preparado y ojo avizor.
Gracias por esta nueva aportación.
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