(Artículo publicado en el periódico Tribuna Express el 5 de diciembre de 2013)
A fuerza de oír y leer día tras día en los
medios las barbaridades, corruptelas y obscenidades de este país en el que
vivimos, mi mente elucubró de golpe un juego malévolo. Me dio en pensar que
opinarían y como habrían actuado en el momento actual una serie de personajes
históricos de relevancia cuyos hechos en su época fueron muy destacados.
No sé por qué elegí entre ellos a Robespierre. O mejor, sí, puede que sea por
el interés extraordinario que en la Universidad daban, a quienes escogían Historia
Contemporánea, al periodo de la Revolución
Francesa. Afirmaban que con ella comienza realmente la
modernidad y se abandonan los hábitos medievales todavía persistentes.
Cualquier alumno de Antonio Nadal estoy
segura que sin pestañear diría de corrido lo que pasó en Francia a partir de
1789, después de los Estados Generales y la Asamblea Constituyente
hasta la Convención Nacional
y lo que vino después. Ciertamente fue un tiempo histórico decisivo no solo
para Francia, también para Europa y en general para la humanidad entera.
Como les imagino conocedores de los hechos
que acontecieron tras la desaparición trágica de la monarquía y el advenimiento
de la República,
me centraré en el más conocido de sus
personajes: Maximilien Francois
Robespierre. Jurista de profesión, la defensa de los sectores más desposeídos y
su notoriedad como escritor le llevó a la política, donde se convirtió pronto
en uno de los más poderosos líderes de la Revolución. Le
habían apodado “el Incorruptible” sobrenombre que demostró en sucesivos cargos,
llegando al extremo de emerger de su persona un hombre autoritario y decidido a
purificar Francia de cualquier opositor
a la pureza de la
Revolución tal y como él la concibió desde un principio. Tuvo
un trágico final, acorde con las traiciones, la violencia y el terror que su
actitud provocó entre sus mismos seguidores, pero él no claudicó jamás.
Me pregunto que diría hoy de nosotros el
temible Robespierre. Como reaccionaría ante la pasividad de todo un Estado y
quienes lo forman frente a los casos que se multiplican sin cesar: los
gobiernos que dieron dinero a Urdangarín para sus fechorías, el párroco que
–dicen-dio a la hermandad del Rocío alimentos procedentes del Banco de
Alimentos de Cáritas, para la romería…Sindicatos que imitan marcas lujosas para
regalo de sus afiliados, Andalucía y su partida en los ERE para cocainómanos, cuentas en B del partido
gubernamental, Fabras y asociados,
Malaya, Baleares, Prestige,y un gran etcétera de desvergüenza en la política de
un país en el cual los únicos que vivirán mejor de ahora en adelante serán los
inmorales excarcelados, cuya presencia en la calle es como una metáfora cruel e
indignante de nuestro presente desmoronado y caótico.
Tienen suerte todos los arriba expuestos de
que estemos en un tiempo sin guillotina ni nadie parecido a Robespierre. Sin cárceles
nauseabundas o al menos castigos ejemplares. De que todo prescriba cuando un o
unos poderosos están entre los imputados. De que nadie asuma responsabilidades
en hechos por los que todo el país sufre consecuencias desastrosas debido a
errores que debieron subsanarse.
Robespierre (ni Danton, tampoco Marat) podrían entender la pasividad de los
sufridores, el silencio de los sans
culottes actuales mientras le niegan trabajo y pan los mandatarios que se
atiborran de delicias culinarias entre una y otra necedad parlamentaria.
Tenemos un jefe de gobierno mudo con aires de
avestruz gallega. Un jefe de la oposición anacrónico, al que ni los suyos
creen. Un miedo cerval a Europa por parte de todos, incluida la alta
magistratura.
Un índice de paro escalofriante. La sanidad
es a largo, larguísimo plazo. La educación está bajo mínimos. Y a pesar de
ellos, seguimos creyendo que somos los mejores.
Es cierto que 1789 queda muy lejos.
Afortunadamente no hay guillotina y las cárceles tienen televisión. Robespierre
llamaría a la rebelión desde un móvil último modelo o un I-pad con pantalla
reflectante.
Ana María Mata
Historiadora y novelista
2 comentarios:
Son tiempos convulsos donde todos tenemos que arrimar el hombro. Si esperamos que venga alguien a hacerlo por nosotros, no habremos aprendido nada. Gracias Ana por ser conciencia de muchos.
Ante tanta corrupción y miseria política me viene a la mente las palabras de JF Kennedy que hace 50 años dijo a sus conciudadanos :"no te preguntes lo que puede hacer tu país por ti,sino lo que puedes hacer tu por tu país."Entonces y ahora una llamada a la conciencia ciudadana.Habrá llegado la hora de manifestar un descontento general......?De un organizarse, de una desobediencia civil?
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