(Artículo publicado en el periódico Tribuna Express el 13 de marzo de 2014)
La literatura otorga más placer que todos los
políticos juntos, y por si alguien quiere convencerse de ello permítanme
dedicarle el artículo de la semana para conducirles hasta un libro excepcional
que, por no estar en la línea de los llamados bets-sellers, va a privar a
muchos de su hermosa lectura.
El título, arriba enunciado, presagia cierta
profundidad en su contenido, ya que realmente saber, lo que se dice saber, o
mejor, conocer lo que ocurre en el interior de cualquiera de nosotros, es tan
difícil como fácil puede ser afirmar que nuestra apariencia exterior, el rostro
que mostramos hacia fuera, nos corresponde.
A partir de cierta edad, especialmente, todos llevamos una máscara que
nos parapeta del personaje auténtico a favor de otro, más parecido al que
quisiéramos ser y al cual imitamos.
El asunto del “yo” y sus dobles es tema
peculiar muy del gusto de psicoanalistas y psicólogos, desde que al señor Freud
le diese por sentar a sus contemporáneos en el diván. Digamos, por tanto que es
bastante normal el hecho de que nadie sepa de nosotros, y en consecuencia
debiera ser difícil juzgar al vecino sin correr el riesgo de equivocar el
veredicto.
Creo que ese es en esencia el objetivo de la
autora de la novela, una mujer de gran prestancia en su tierra –Italia- pero
casi desconocida por estos lares. Su nombre es Simona Sparaco.

El meollo de la novela llega en el momento de
tomar una decisión sobre el hijo, todavía sin nacer, decisión en la que la
autora esgrime gran capacidad narrativa, filosófica y humana por parte de los
personajes cercanos a la pareja y a los futuros padres.
Por supuesto que no voy a contarles cual fue
tal decisión ni como reaccionaron cada uno de los familiares ante ella. Si a un
escritor o escritora se le conoce por la sicología que sabe impregnar en los
habitantes de la novela, Sparaco es gran novelista y sale de este difícil
litigio con sobresaliente cum laude.
La vida, ya nos lo dijeron, es un valle de
lágrimas, pero cierto es que en ocasiones, hay en ella tantas lágrimas que más
bien puede ser río, arroyo o mar. Todo puede cambiar en cuestión de un segundo:
por ejemplo, aquél en que un hombre vestido de blanco, observa con el rostro
demudado una ecografía sin atreverse a mirar de frente a la mujer que espera
ansiosamente.
Argumento de máxima actualidad, tema
candente, polémico y analizado desde fuera por ojos ajenos a la revolución
íntima de quien lo sufre en su propio cuerpo.
Con ser el tema lo esencial, valoro
personalmente la maestría de la autora a la hora de describirlo. De exponer
ante nuestra mirada lo distintas que pueden ser las actitudes de quienes amamos
y creemos conocer al enfrentarse al sumo dolor y la desesperanza. También la
personal de quien es el centro de la novela, la protagonista de un problema
para el que nunca nadie le había
preparado. Cómo el pragmatismo puede derivar en fantasía, y lo onírico en
realidad.
Cómo los seres humanos son más complejos y
diversos que las normas que intentan dirigirlos. Abstracciones que se quedan
obsoletas y sufrimientos que van más allá de todas las convicciones.
Una novela extraordinaria que se abre paso
entre tanta mediocridad literaria disfrazada de erotismo barato o
pseudo-historia. Lástima que muchos lectores prefieran llenar su mente con
aventuras sin fin y dinastías inacabables cuando la verdadera y definitiva
aventura estará siempre dentro de nuestro propio interior.
Ana María Mata
Historiadora y novelista
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