(Artículo publicado en el periódico Tribuna Express)
Dice la Real Academia que la risa es un
proceso biológico producido como respuesta a un estímulo agradable. Los niños
ríen más que los adultos y no hace falta explicar el por qué. Los adultos
reímos cada vez menos y tampoco habría que explicarlo: nos llegan escasos
estímulos en lo cotidiano, especialmente en momentos como los actuales, donde
todo son noticias deprimentes, aburridas y a veces hasta trágicas. Con esos
estímulos negativos nuestros músculos faciales están a punto de sucumbir a la
inanición, y si llegamos a concedernos una leve sonrisa podemos darnos, como
solemos decir, con un canto en los dientes.
Y sin embargo ¡que placer encierra una buena carcajada! Supone
una liberación momentánea de las tensiones, como si por un instante nos
instalásemos en una burbuja o nube que flotara por encima de nuestro propio
cuerpo. Algunos hablan de “destornillarse” y tendrían razón, porque músculos y
articulaciones pierden su posición normal para acomodarse a lo que para ellos
sería un estallido si no fuese por la brevedad.
Hacía tiempo que en los cines españoles no se
oían tantas carcajadas casi al unísono. Tantas personas doblando la cintura mientras
en la pantalla se exhibían uno tras otro los más relevantes tópicos que nos han
ido caracterizando en el norte y el sur. En eso consiste el milagro,
precisamente. En haber sido capaces de aceptar de lleno con una sonora
carcajada esas manías que los antropólogos llaman caracteres y los sociólogos
tipos, y que nos hacen ser como somos aún en su negatividad. Estereotipos que
utilizamos a veces para fastidiar y otras para sentirnos identificados…hasta la
náusea.
“España y yo somos así, señora” dijo Eduardo
Marquina en labios del hidalgo protagonista de una de sus obras. Podíamos
repetirlo hoy, porque lo que subyace en la celebérrima película de Martínez
Lázaro es tan real como las carcajadas de los espectadores. Su reflejo en la
pantalla grande, unido a la expresividad de sus personajes, especialmente la
del malagueño Rovira, a sus tic, movimiento de ojos, y la belleza de paisajes
vascos nos ha descolocado a los españolitos de bien, andaluces, vascos, y de
todas las regiones que sepan mirar por encima de sus propias narices.
Resulta alentador que en el país del norte
hayan reído también. Puede significar una amplitud de pensamiento y una
apertura hacia los otros, hacia los
demás. Porque hasta no hace mucho daba la impresión de que para hacer caricatura
de España bastaba con un torero, una mujer aflamencada, una guitarra y un
“josú”. El tópico estaba servido. Los andaluces lo aguantábamos todo, y como
pararrayos nacional hemos sido geniales.
Hacía falta esa especie de confrontación de
tópicos que los “Ocho apellidos vascos” presenta de manera tan divertida; por
varias razones, y no es la menor la de llevarnos directamente a la carcajada
incluso a quienes entramos en la sala de cine con recelo y aprensión.
Podía ser otra la de servir al país entero
como una sección de risoterapia, método que empieza a estar en boga entre los
psicólogos modernos. Y no lo es menos la de elevar las cifras de asistentes al
cine de manera espectacular. El taquillazo creo que ya es el primero en la
historia cinematográfica reciente.
La sociología podría decir mucho sobre todo
esto. Sesudos señores que con nombres extraños y palabras ecuménicas nos podían
hablar de la enorme lección que la peliculita de marras encierra. No hace falta
que trabajen gratis, lo imaginamos: No hay nada más beneficioso para la salud
física y mental que reírse de uno mismo. Aceptar nuestro gracejo pero también a
veces, nuestro ridículo. La buena comida junto a sus excesos absurdos, la
genealogía familiar como casualidad sin mérito, el ombligo como lugar más feo
donde mirarse.
Gracias a quienes han hecho posible que el
cine español repunte y que los españolitos de norte o sur aumentemos un átomo
de nuestras neuronas inteligentes con esas sonoras carcajadas.
Ana María
Mata
Historiadora y novelista
1 comentario:
Podría hacer como diez años que no iba al cine, hasta hace un par de semanas que fui a ver esta película. Aún me río recordando escenas. Me lo pasé genial, la verdad, porque para penas y dar que pensar, ya están los noticiarios.
Órfilo.
Publicar un comentario