Es uno de Enero, y pienso que
ahora que ya tenemos la panza llena y nos salen los langostinos, el jamón y los
turrones casi por las orejas, es posible que no me critiquen demasiado por lo
que voy a escribir, llamándome aguafiestas, agorera o inoportuna, tres
adjetivos que admito en el caso de que dicha crítica apareciese. Pero ruego
admitan también mis sufridos lectores una opinión sentida, humilde, desde
luego, y de esas que no puedes rechazar porque te quema por dentro.
Con las uvas todavía a punto de
ahogarme, y el bienestar de un hogar con las necesarias comodidades, tomo uno
de los periódicos que el jaleo del fin de año me impidió leer ayer y no más
abrirlo, una serie de imágenes devastadoras llegan hasta mí con toda la fuerza
de la crueldad y el horror con que acostumbran a hacerlo. Pero hoy es Año Nuevo
y veo las cosas de forma un tanto diferente: La cabeza vendada de un niño que
además, cojea ostensiblemente, se une a la de otro con ojos fijos en mí y lleno
de cenizas, desgarraduras y tristeza. Un poco más atrás, un padre sujeta en sus
brazos a un bebé, del que no se si está muerto, aunque lo parece por el dolor
con que lo mira y el exceso de ropa tapando su rostro. A su lado una mujer
lleva de la mano a dos más, cuyas lágrimas parecen mojar las hojas del
periódico. Otro interroga con la mirada al fotógrafo quien sabe con qué
preguntas posibles. Alrededor solo tierra y muros vacíos.
Frío y desolación. Un soldado se
ve a lo lejos, esperando disparar.
Pero es Navidad. Se acaba el año
y una gran parte del mundo “civilizado” está de fiestas. De comilonas costosas,
bailes, regalos, juguetes, delicatessen y alegría. Celebramos los más de dos
mil años del nacimiento de un niño como los descritos arriba de Alepo, ciudad
no muy lejana de la de este otro Niño, en Oriente, también, que a pesar de la
sentencia de Herodes, después de nacido pudo huir a Egipto y salvarse. ¿Qué
hubiese pasado si no consiguen sus padres escapar? ¿Si no les hubieran
permitido pasar la frontera? ¿Si hubiera muerto?...¿Cual sería la historia de
la humanidad si al Niño de Belén lo hubiesen herido romanos o egipcios, si no
hubiese podido llegar a convertirse en el Cristo que muchos adoran?
Paralelismos que llegan a la
cabeza en este día de año nuevo, mientras abandono por impotencia y dolor las
imágenes del periódico. A la vez que pienso qué para qué porras nos sirve la
tan cacareada globalización , además de para mostrarnos imágenes desoladoras y
saber lo que pasa minuto a minuto sin que nadie, ninguno haga algo para detener
esta barbarie que nos retrotrae a imágenes del siglo pasado, cuando en una
guerra infame morían y desaparecían en el frente y los hornos personas a
millares, sin que la vida se detuviera,, como pasa ahora con Siria, mientras
nosotros comemos turrón y bebemos champagne francés.
Navidades hipócritas para el
mundo cristiano que canta al amor y deja morir a inocentes bajo las balas. Que
no quiere refugiarlos por miedo y cobardía. Que permite a dos o tres hombres
sin piedad -sean sirios, turcos, rusos o americanos, poderosos y absortos en
intereses crematísticos-, que manejen el mundo como mejor les parezca. Estados
fantasmas, islámicos de todas las facciones, que insuflan en sus gentes ideas
fanáticas desde la niñez, asesinos sin más.
Miles de de seres humanos vagan
por las fronteras como animales entre alambradas bajo la noche y en lugar de
estrellas o luces navideñas solo pueden pensar en las almas de los anónimos
miles de muertos que tal vez brillen para ellos, y , ¿quién sabe? A lo mejor
les llegan las miles de campanadas de occidente, sarcástico llamamiento
cristiano a la misma alegría repetitiva y artificial de todos los años.
Mientras vea una foto como las
del periódico de ayer, no pienso cantar ni un solo villancico más. No puedo. O
sí. Fíjense en este, por muy cruel que
les parezca:
“Pero mira como mueren los niños
en Alepo”… Pueden ponerle música.
Ana María Mata
Historiadora y Novelista
1 comentario:
Que pena este mundo. Para que sirven los gobiernos?
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