Los dioses griegos ya lo hacían.
Concedían a los ciudadanos dádivas, galardones e incluso la inmortalidad, como
premio a sus actos terrenales. Eran festejados por la polis y a todos se les
honraba sobremanera. Un galardón es el
reconocimiento de la comunidad a un ciudadano por los méritos contraídos hacia
ella. Por su buen hacer y su actitud dentro de la misma.
Enhorabuena y felicidades, Paco.
La medalla de la ciudad de Marbella te ha sido concedida y quienes te conocemos
aplaudimos a los que han tenido la idea de proponerte para ella. Quizás muchos
lo esperábamos de un momento a otro. Recaen sobre ti cada uno de los requerimientos
para ese galardón. Intuyo que los agasajos te anonadan bastante, pero hoy vas a
aguantar a esta “escribidora” que desgrane con mejor o peor estilo algunas de
las muchas virtudes que escondes bajo tu aspecto de hombre recatado y
absolutamente normal.
Voy a recordar la anécdota que
llevó al poeta Pedro Salinas a decirle al insigne Juan Ramón Jiménez, en una
ocasión: “Usted va por dentro”. La traigo a colación porque te va como anillo
al dedo, como una síntesis apresurada de tu condición personal. Porque lo tuyo,
admirado amigo y colega, no son las fanfarrias festivas ni ostentaciones de
ningún tipo. Ni siquiera las sinceras palabras que en estos días te dicen,
mientras golpean, con gesto cariñoso tu dolorida espalda. No lo son, porque tu
“vas por dentro”. Eres un ser de interioridades, aunque lo seas, al mismo
tiempo de extroversión cuando alguien te pide un dato, una ayuda para algo,
cualquier cosa que dependa de tu cerebro excepcional, de tu envidiable memoria,
de tus muchos conocimientos.
Te has pasado media, o más vida,
estudiando. Insaciable ante las interrogaciones de la Historia, de la
Literatura, de la Música y muchas otras artes, has ido buceando hasta el fondo
con el fin de paliar en todo lo posible tu gran curiosidad. Y has conseguido llegar
a ser una especie de caja de Pandora al revés, donde se encuentra siempre lo
que se necesita, lo que se busca en ti cuando se goza de tu amistad.
A veces me digo que tu famosa
serenidad, la apabullante tranquilidad que te caracteriza responde a una máscara
para ocultar al niño interior que bulle dentro de ti, queriendo hacer más
cosas, prodigarse aún más, trabajando por la ciudad que amas hasta límites
desorbitantes.
Creo, sin temor a equivocarme
que eres de las pocas personas a quien todo el mundo conoce en Marbella solo
con susurrar tu nombre. La magia de la comunicación te ha ido llevando de hogar
en hogar, de oído en oído, por los vericuetos musicales, los de la entrevista y
cualquiera que las ondas difundan.
Sin olvidar la enseñanza, a la
que has dedicado un tiempo mayor, una etapa tan larga como gratificante ha
debido ser para tus alumnos y para ti.
Me atrevo a decirte que me
recuerdas a uno de aquellos hombres del Renacimiento, en los que todo cabía,
sin apartados ni límites, en los que cualquier asunto relativo al Arte o las
Humanidades era posible de ser llevado a cabo.
Y te lo digo, Paco, porque estas
líneas pretenden ser un homenaje por todo lo que hemos recibido quienes hemos
tenido la suerte de conocerte y ser tus amigos.
Sabemos que seguirás así, con la
generosidad y la sencillez como banderas. Que nada podrá cambiar tus días de
trabajo, tu silencio elocuente.
Te queremos, Paco. Enhorabuena.
Ana María Mata
(Historiadora y Novelista)
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