Escribo estas líneas hoy, con el dolor lacerante de tu adiós agarrado en mi mente, con furia y la impotencia de tu vacío prendida en lo más hondo del alma.
Te las debo, Arturo, desde siempre, aunque hasta ahora no las haya expuesto y hoy lo haga, quizá como desahogo, tal vez arrastrada por la pena y la sensación terrible de tu ausencia definitiva.
Y es que tu has sido el impulsor de mi escritura. Desde un principio me empujaste con la serenidad de tu mirada y la constancia de tu celo, con una firmeza que aplacaba mi incipiente inseguridad, con un estímulo que no podía ser rechazado.Has estado siempre detrás de cada tecla del ordenador, en silencio pero eficiente como crítico imparcial, como testigo de muchos errores que a los dos se nos han debido escapar.
Y ahora te vas y me dejas sola ante el peligro de las letras, sola sin la motivación de tu rostro fiel ante el folio, sin tu comentario inteligente. Sola sin ti.
Marbella seguirá su atolondrado rumbo y mis líneas es posible que vuelvan a exponer los fallos de sus administradores, los pequeños éxitos, las necesidades de sus vecinos.
“Las cosas quedan, la gente se va” dijo un afamado cantante, y tenía razón, para nuestra desgracia, No somos más que un desgarro cósmico que nos afamamos en alargar pero que vuelve en cuanto puede a su eterno destino.
Seguirá la vida real, la material, esa que nos envuelve con sus menudencias y nos hace creer que somos importantes. Seguirán los afanes, las desgracias y alguna que otra luz en sendas que , a pesar de todo deberemos seguir recorriendo.
Me gustaría saber como contemplas tu desde tu nuevo destino las reacciones de cuantos te hemos querido en este valle de lágrimas. Si sigues con el humor que te caracterizaba sobremanera y justificas con él los errores de tus hijos, tus nietos, tus amigos y esta mujer que escribe esto pensando en ti y para que, entre las estrellas, te entretenga leyéndolo.
Gracias, Arturo. Cualquier cosa que escriba llevará siempre tu huella. El sello de tu confianza y tu gran estímulo.
Ana María Mata
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