(Artículo publicado el 9 de octubre de 2017 en la columna "La ciudad invisible" que el autor tiene en Diario Sur Marbella)
Quien les escribe periódicamente desde
esta columna es arquitecto y, por si no lo he aclarado antes, el título es un
homenaje al gran Italo Calvino y su libro “Las ciudades invisibles”, donde el
viajero Marco Polo expone al rey de los tártaros Kublai Kan descripciones de ciudades fantásticas a
modo de pequeños relatos. Desde mi humilde colaboración como opinador de lo que
acontece en nuestro municipio, me siento como ese Marco Polo que les ofrece
pequeños cuentos sobre las diferentes ciudades que me encuentro. Todas son la
misma urbe, pero se nos muestra con mil caras según se mire o según el momento.
Una ciudad de grandes desequilibrios sociales,
calificativo malsonante, pero que implica que hay espacio para todos. Grandes
fortunas que poco se dejan ver, sin deseos de protagonismos pero valedores de
una ciudad de ensueño, multimillonarios
de dudosa reputación que gustan de la exuberancia y un lujo al que adoran; una clase
media trabajadora que hace de argamasa de este modelo de ciudad siendo el
principal eje conector entre los extremos sociales, bien como empresas de
servicios profesionales, bien como empleadores de mano de obra; clases sociales
con déficit de recursos económicos que subsisten en equilibrio inestable según
la rueda de la fortuna, pero sin perder nunca la dignidad. Entre medias,
múltiples capas que configuran una sociedad plural que dan vida a una ciudad de
contrastes donde todos tenemos cabida.
Una ciudad de la alegría, de eterna
juventud, donde se reciclan los tiempos para volver a ofrecernos exitosos
momentos del pasado. Como ejemplo la Marbepop, un evento que impulsa a las
nuevas bandas musicales locales junto a otras consolidadas bajo una magnífica
organización que logra reunir cada año a la gran familia marbellí, en esta
ocasión en un ambiente idílico como es el Parque de la Represa, con la Concha
de telón de fondo. El Parque de la Constitución también asume su papel
dinamizador recuperándose del ostracismo, demostrando como, además de jardín
botánico, sirve de entorno magistral para eventos sociales como han sido este
año el Irish Music Festival o el Oktoberfest.
Ciudad de acogida, donde quienes la
visitan se sienten tan cómodos que acaban quedándose. Foráneos llegados de
todas partes, que se agrupan por zonas según se asentaron sus primeros compatriotas,
unos del norte de Europa otros del norte de África, de Hispanoamérica o de
Asia. Unos en Marbesa otros en Puya, Sierra Blanca o Guadalmina. Todos forman
parte de la Marbella de acogida, en equilibrio existencial pero escasa
convivencia social.
Ciudad del turismo, la más conocida y la
que nos da reconocimiento mundial. Centrada fundamentalmente entre los meses de
junio y septiembre, espera poder ampliar su oferta hasta cubrir todo el año
potenciando otros atractivos a parte del sol, playa y golf, como puede ser su
entorno natural, su patrimonio o su gastronomía. Grandes oportunidades que
están a la vista pero carecen de empuje institucional. Todo llegará.
Ciudad residencial, siendo este un aspecto
turbulento al cruzarse los intereses realmente habitacionales con los
inmobiliarios y su adjetivo especulativo. Lugar inmejorable para vivir, con un
clima envidiable y el sol como compañero habitual en un entorno natural enmarcado
por Sierra Blanca que corre el peligro de ser demasiado domesticado.
Vivimos en mil ciudades concentradas en
una, que nos enamora, nos provoca o nos hipnotiza, siendo esto último lo más
habitual y, tal vez por ello, la causa de que los ciudadanos de estas ciudades
invisibles vivamos en esa eterna pasividad más propia de habitantes del paraíso
terrenal.
Arturo Reque Mata
Arquitecto
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