Al terminar la guerra civil
española el caudillaje impuesto por el vencedor decidió utilizar e imponer la
táctica más utilizada desde el comienzo de la Historia para conseguir unos
fines concretos que sirviesen a su causa.
Se llamaba adoctrinamiento, y la
real Academia lo define así: Conjunto de medidas y prácticas educativas
encaminadas a inculcar determinadas formas de pensar en los sujetos a los que
van dirigidas.
Durante cuarenta años los niños
que hemos sido llamados de post-guerra, fuimos instruidos y manipulados por
profesionales pedagógicos a los que a su vez se les inculcó las teorías del
Nacional-Catolicismo como única y principal arma educativa. Mediante ellas, se
nos presentó un mundo de graves pecados contra el sexo que solo un severo
régimen de pureza y rezos, además de exaltación de la victoria conseguida
mediante símbolos y actos semi-castrenses, podría redimir. El resultado de este
adoctrinamiento social fue una generación reprimida y, en ocasiones llena de
prejuicios contra el placer o adormecida por el beaterio circundante.
Al cabo
de tanto tiempo cuando creíamos desterrada del planeta la palabra en cuestión
en pro de una libertad lo más ancha posible, nos encontramos en el momento
actual con los resultados de un adoctrinamiento paralelo, semi- escondido tal
vez, pero patente y eficaz como lo que nunca ha dejado de ser: un arma
castradora.
El Nacionalismo, más bien el
proceso separatista catalán necesitaba igualmente de este factor indispensable
para sus objetivos .El monopolio del populismo pedagógico, uno de cuyos pilares
es la sentimentalización de la
enseñanza, produjo un vaciado académico en aras de los egos, los afectos y las
emociones, sirviéndose de la lengua propia como repudio de la lengua común,
manipulando la Historia y sirviendo a los intereses de una burguesía que
mientras imponía la condena de estudiar en catalán, enviaba a sus hijos a los
liceos franceses o a los colegios alemanes. Porque, claro, el terruño otorga
sentido, pertenencia, pero hay que inculcarlo con letras de sangre a los más
ignorantes del mismo.
Los que más han ayudado a la
absorción del independentismo han sido, como en otros lugares, los colegios
religiosos, y concretamente la Fundación de Escuelas Cristianas de Cataluña, un
“lobby” que engloba el 60% de los colegios privados, con 264.000 alumnos y 434
centros; en sus diversas ramas de preescolar, infantil, primaria, Bachillerato
y formación profesional. Está dirigida por jesuitas.
Dice el periodista Oriol Trillas
que la fundación citada ha realizado una verdadera labor de ingeniería cultural
pasando de cristianizar alumnos a convertirlos en militantes del secesionismo
Mediante un pacto con el poder en los primeros años del pujolismo: “yo os cubro
económicamente y respeto vuestras inmensas propiedades a cambio de que
contribuyáis a la construcción del país”. Desde la más tierna edad, inculcando
la división entre catalanes buenos y españoles malos.
Mientras, los obispos han mirado
hacia otro lado, y cuando la polémica ha arreciado, ha tenido que salir el
arzobispo de Tarragona a sacar una simple nota pidiendo que no se utilizaran
los lugares sagrados para cuestiones políticas. Claro que, eso, después de que
en la parroquia de Vilarodona se contaran votos mientras el cura cantaba himnos
religiosos revestido con alba y estola.
Adoctrinar es un vicio del poder
para conseguir desde muy temprano la perpetuidad de sus fines.
Quienes lo hemos sufrido en la
más completa inocencia de que la realidad fuese distinta a como los
adoctrinadores nos la mostraban, en incluso hemos regalado años de juventud en
aras de sus incongruencias, no podemos
menos que abominar hoy de aquel lavado de cerebro que, a nosotros, nos prometía como compensación “un destino en
lo universal”.
Ana María Mata
(Historiadora y Novelista)
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