4 de mayo de 2010

EN MEMORIA DEL POETA MIGUEL HERNANDEZ

(Artículo publicado en el diario Marbella Express)

Aunque nos parezca tan cercano, Miguel Hernández podría cumplir cien años el próximo 30 de octubre si su salud y los acontecimientos trágicos que le tocaron vivir no se lo hubieran impedido. Merece la pena cuantos homenajes vengan a recordar al hombre y poeta cuyo moreno rostro nos es tan familiar como la música y letras con las que Joan Manuel Serrat llenó páginas bellísimas de nuestra juventud y alcanzó, como cantautor un liderazgo irrevocable. Sin embargo aquel exceso de popularidad trajo consigo un conocimiento menos profundo de lo debido en torno al poeta al que todo el mundo llamaba cariñosamente “el poeta pastor” o incluso “el poeta de las cabras y el campo”.

Hernández es mucho más que ese estereotipado calificativo, sin que el hecho de ser conocido por él signifique desdoro, ni mucho menos el peyorativo desdén que sí sufrió cuando en su primera llegada a Madrid algunos sólo lo reconocían como pastor iletrado pero audaz. Lo cierto es que el poeta nació en Orihuela en 1910 y sus padres, Miguel y Concha eran conocidos como los “Vicenterre”, sin que se sepa el origen de este sobrenombre. Asistió Miguel a las clases gratuitas que ofrecían los jesuitas a los niños pobres en la escuela llamada del Ave María, donde permaneció hasta los catorce años, y además de un alumno aventajado fue monaguillo de dicha escuela . Según sus biógrafos aquellos primeros estudios dejaría en él la huella de una iglesia opresora que asustaba a los jóvenes con la idea de un infierno terrible en los preludios de la vida juvenil. Su padre lo sacó del colegio para enviarle a guardar las cabezas de ganado que poseía, pero su afición a la lectura era tan fuerte que estudió por cuenta propia a los clásicos tomando los textos de diversas bibliotecas. Empieza a frecuentar las tertulias literarias que se llevaban a cabo en la panadería de los hermanos Fenoll, y allí conocerá a un especial amigo, Pepito Marín, más conocido por el seudónimo de Ramón Sijé.

Necesita conocer horizontes más amplios y contra la voluntad de la familia decide viajar a Madrid, pero la ciudad le decepciona y vuelve a Orihuela donde conoce a Josefina Manresa, su futura mujer. En 1933 publica su primer libro “Perito en Lunas”, como homenaje a Góngora, pero le desanima la escasa acogida y sería García Lorca el que intentara animarle escribiendo: “No se merece “Perito en Lunas” ese silencio tan estúpido. Merece la atención y el estímulo y el amor de los buenos. Quisiera que pudieras superarte de la obsesión de poeta incomprendido…”Colabora después en varias revistas e incluso escribe poesía religiosa en un Auto Sacramental., pero se aparta muy pronto de ese camino como delata unas líneas en la carta a su amigo Juan Guerrero :”Estoy harto de la tontería católica, estaba traicionándome a mi mismo. Me dedicaré a la canción de mi naturaleza terrena. De la tierra y sangre adentro”. La muerte de Ramón Sijé le llena de tristeza y a él le dedicará “La Elegía”, poema cumbre en su género.

La influencia que Sijé tuvo en su vida la ocupará entonces Pablo Neruda de cuya obra “Residencia en la Tierra” comenta a García Lorca : “Necesito comunicar el entusiasmo que me altera desde que he leído “Residencia en la Tierra.” Neruda significará para Miguel el signo de la liberación de anteriores ataduras y un estímulo para su vehemente carácter que se siente impelido a ingresar en el Partido Comunista, y posteriormente a incorporarse voluntariamente a filas en el batallón de El Campesino.

Cuando finaliza la guerra intenta salvar la vida marchando a Portugal, pero es detenido por la policía de Salazar que lo entrega a la guardia civil española. A pesar de ello un decreto de Franco por el que quedaban exclaustrados quienes estando arrestados no hubiesen sido condenados, propicia la momentánea libertad del poeta. Pero quiere estar con los suyos y contra el consejo general decide partir para Orihuela. Al salir de la casa de Sijé es detenido y en consejo de guerra se le condena a muerte. Le será conmutada la pena por la de treinta años gracias a la intercesión de varias personalidades. Allí sigue componiendo el “Cancionero y Romancero de ausencias”, escribe un Teatro hiriente y breve, como “El Hombrecito” o “El Refugiado y los sentados”, sueña con conocer a su hijo, aprende inglés y aparecen los primeros síntomas de la enfermedad que le llevará a la muerte el 28 de marzo en Alicante.

Educador de sí mismo y poeta sin ínfulas de ilustrado, Miguel Hernández poseía una valentía exaltada junto a una limpieza y humanidad que le hace distinto de muchos de sus coetáneos a los que sin embargo iguala en el dominio de la metáfora y la musicalidad de sus versos.

Leamos sus poemas en este año que hubiese debido ser el de su centenario real. Sus profundos ojos negros parecían mirar más allá de la finitud en la que los demás estamos inmersos.

Ana María Mata
Historiadora y novelista

1 comentario:

Isabel dijo...

Este artículo ha sido la musa de un video que he realizado en memoria de este gran poeta.

Saludos.

http://marbisis.blogspot.com/2010/05/cerca-del-agua.html