(Artículo publicado en el diario Marbella Express del día 3 de agosto de 2010)
Todavía con el verdor intenso dentro de pupilas y neuronas aunque el “orbayo” o chirimiri queden allí esperando mi habitual encuentro de los julios vacacionales, regreso con estas líneas al periódico con la ilusión de seguir hablando por escrito con mis paisanos y cualquier tipo de lector benevolente al que la lectura de estos artículos les merezca perder unos minutos de su tiempo.
Vuelvo de un lugar de cuyo nombre no sólo deseo acordarme, sino que sería imposible no hacerlo por varias razones, la primera de las cuales ha de ser la sonoridad extraña y hasta cachonda ( si me permiten la expresión) del mismo. Se ubica justo en el límite entre las provincias de Santander y Asturias en las que un puente sobre el río Deva se encarga de separarlas. El pueblo se llama Pechón, así como suena, con el acento instalado fuertemente en esa “o” última, de igual manera que se instala la sonrisa o el asombro en el rostro de quien lo oye pronunciar por vez primera. Estoy acostumbrada. Pero como detrás del nombrecito se ocultan tantas pequeñas maravillas, permítanme nombrarles aunque sólo sean una o dos y explicarles por qué hoy he decidido reseñar algo que, aparentemente, pertenecerían al espacio de lo personal.
Pechón era una aldea ensimismada en ella misma y en su difícil simbiosis de ser campo y mar, bosques y acantilados, playa y valle en un único paisaje en el que las vacas ( escasas ya, por desgracia) se daban la mano –o la pata- con los primeros turistas que bebían de sus ubres y un rato más tarde se bañaban asombrados en la inmensidad de sus dos playas. Gigantescos y esculturales acantilados recubiertos de un verde brillante llegan casi a la orilla cuando la marea sube en pleamar y parecen retroceder cuando baja, mostrando el amarillo oro de una arena finísima.
El verbo en pasado corresponde a la transformación que en los treinta y siete años de mutuo conocimiento ha experimentado, y que sin dejar de ser aldea, la ha modernizado y “acomodado” a las exigencias de un turismo que, a pesar de no ser invasor, si ha ido lentamente dejando su huella de eso que llamamos confort.
Quiero dejar claro que no poseo inversión alguna en el pueblo, al contrario, una humilde casita que no me gustaría ver rodeada de más “humanos-parlantes” que los que ya constituimos casi una familia. Lo anterior es expresión pura y simple de un sentimiento alcanzado después de unos años duros en los que la falta de calor y la abundancia de lluvia no me dejaban ver el “bosque” (nunca mejor dicho) que había detrás. Dicho esto, y como es notable que se produjo un cambio a favor, intentaré contar la segunda de las intenciones al escribir sobre un lugar del norte de cuyo nombre ya les he dado las connotaciones necesarias.
Resulta curiosamente difícil explicar las reacciones de su gente (gentilicio, :pechonero,…¡para morirse!) cuando supieron de donde éramos y surgió el nombre de Marbella. Con ojos como platos miraban a nuestra familia como si de extraterrestres se tratasen, intentando, como luego supimos, comprender cómo personas del lugar turístico por excelencia, el que salía en televisiones y revistas, el de príncipes, marqueses y ministros…podía dejar ese dorado sueño para llegar al que era su antípoda en todo el sentido de la palabra. Preferir ovejas, prados y el particular olor a establo a las orgías voluptuosas que ellos imaginaban en los glamourosos hoteles y villas de Marbella, creo que sigue al día de hoy resultándoles una anomalía –por continuada- genética, o algo por el estilo.
Y sin embargo allí estábamos año tras año, en épocas de esplendor y de decadencia (con Gil en la televisión sumergido en bañera entre señoritas ) cada vez con más amigos, más tranquilidad, más placer. Y ellos adquiriendo también su trocito de fama, con nuevas casas, asfaltado, mesones rurales, alumbrado público, restaurantes…imitando sin darse cuenta a ese pueblo del que procedíamos y que les resultaba lejano e inaccesible. Casi todos los pechoneros conocen hoy personalmente Marbella, creo que como agradecimiento a nuestra deferencia al elegirlos para las vacaciones y también, humildemente, por lo que de ella hemos aportado con nuestros relatos a sus muchas preguntas.
Me gustaría que este artículo –que por supuesto les haré llegar, como otros- sirviera de agradecimiento hacia algo que nosotros hemos terminado perdiendo, la atención al visitante, el trato afectuoso, la amistad e incluso la ayuda cuando esta ha sido necesaria.
Marbella es para ellos algo así como el Eden mahometano. Para mi también, con la diferencia de que los agujeros negros que tenemos por resolver, ellos no lo sufren, como la suciedad del agua del mar, la falta de aparcamientos, la escasez de espacios verdes y algún que otro irrespetuoso camarero, en un verano caliente.
Nunca tendremos su exuberante naturaleza ni ellos nuestro clima. Ojala que humanamente, al menos, llegásemos a hermanarnos.
Ana María Mata
Historiadora y novelista
4 comentarios:
Ver video :
http://www.youtube.com/watch?v=d-DC9kQm-sM
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En algún lugar de un gran país
olvidaron construir
un hogar donde no queme el sol
y al nacer no haya que morir.
Y en las sombras
mueren genios sin saber
de su magia concebida sin pedirlo
mucho tiempo antes de nacer.
No hay camino que llegue hasta aquí
y luego pretenda salir.
Con el fuego del atardecer
arde la hierba.
···
En algún lugar de un gran país
olvidaron construir
un hogar donde no queme el sol
y al nacer no haya que morir.
Un silbido cruza el pueblo y se ve
un jinete que se marcha con el viento
mientras grita que no va a volver.
Y la tierra aquí es de otro color,
el polvo no te deja ver,
los hombres ya no saben si lo son,
pero lo quieren creer,
las madres que ya no saben llorar
ven a sus hijos partir.
La tristeza aquí no tiene lugar
cuando lo triste es vivir.
A ver si algún año os puedo hacer una visita por allí. Arturo ya me lo ha comentado en más de una ocasión, pero por un motivo u otro nunca he podido ir.
http://www.elpais.com/articulo/opinion/destruccion/playas/espanolas/elpepiopi/20100820elpepiopi_12/Tes
:(
Querida Ana Maria, no puedo mas que mostrar mi mas absoluto acuerdo , con todas las ideas que plasmas en tus bien escritos y descritos artículos, en la envidia enquistada de este país, en la horterez impertérrita, en la bondad y los problemas de Marbella y en la belleza de Pechon, viña que conozco sobradamente por pasar todos los años algu os días de mis vacaciones en San Pedro de las Baheras . Sigue adelante siempre es un placer leerte .Concha Paez
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