El trasatlántico R.M.S. Titanic
es sin duda uno de los barcos más famosos de la historia a causa de la tragedia
que supuso su hundimiento hace ahora exactamente una centuria. Cuando la
naviera White Star Line lo encargó a los astilleros Harland and Wolff de
Belfast la idea era tener el barco de pasajeros más grande, lujoso y rápido del
mundo. Pertenecía a un trío de unidades gemelas (la clase Olympic) que, desde
luego estuvieron marcadas por el infortunio. Puede que la insolencia y
prepotencia de tildar al Titanic como insumergible y que ni el mismo Dios podía
hundirlo fuese como un imán para el desastre por el que tendrían que pasar la
madrugada del 15 de abril.
Más suerte tuvo una de sus
pasajeras. A bordo viajaba una hija de Marbella, Encarnación Reinaldo de 28
años, que viajaba desde Southampton a Nueva York para encontrarse con su
hermana y probar suerte en los EE.UU. Esta marbellera había trabajado siempre
en el servicio doméstico en casas de familias británicas asentadas en Ronda,
del Campo de Gibraltar, la colonia de Gibraltar y finalmente en Londres, donde
se llegó a empadronar.
Cuando compró su billete de embarque, de
segunda clase, en los datos apuntados por la naviera constaba como que era londinense
y su apellido se transformó a Reynols, quizás por desconocer el castellano el
oficinista de la White Star Line encargado de estos menesteres. Aquí empieza la
historia de la pasajera española más misteriosa del R.M.S. Titanic.
Primero se dijo que era inglesa.
Más tarde se afirmó que era de origen
cubano. Otros dijeron que era valenciana porque en Nueva York se inscribió en
la oficina de Inmigración con el apellido Requena, si bien esto se debe al
apellido de esposada de su hermana (una
costumbre anglosajona por el que la mujer pierde su apellido para adoptar el de
su marido) casada con Miguel Requena, un antiguo militar español, posiblemente
marbellero también, que pasó de servir en Puerto Rico a convertirse en un
próspero comerciante en la ciudad de los rascacielos. Finalmente y gracias a la
aparición de una caja con antiguas fotografías familiares en un apartamento de
Manhattan sacó a la luz la verdadera identidad de esta misteriosa pasajera, de
la que llegaron a decir que era incluso un hombre que se disfrazó de mujer para
salvar su vida.
Cuando el Titanic navegaba a toda
máquina por el Atlántico norte y en plena noche, para demostrar su poderío y
ganar la famosa Banda Azul que solo se entregaba al trasatlántico más veloz en
comunicar Europa con América, un pedazo de la naturaleza se cruzó en su camino
para demostrar que ella, y no los hombres,
es la dueña y señora del planeta. Un iceberg de enormes proporciones
cortó una buena porción de la obra viva del barco, inundándolo hasta que los
abismos le requirieron su presencia en el fondo del mar. Nuestra ya famosa
marbellera logró subir en uno de los
botes salvavidas con todos sus ahorros, unos treinta dólares, que para la época
era una pequeña fortuna, si bien perdió su equipaje y los recuerdos familiares
que llevaba en su camarote de segunda clase, ¡pero salvó la vida, que no es
poco!.
A la mañana siguiente el
trasatlántico R.M.S Carpathia, de la naviera rival Cunard, llegó a la zona del
naufragio y rescató a los supervivientes en los botes salvavidas. Curiosamente
ese era el mismo barco con el que su hermana llegó a los EE.UU. el año
anterior. A bordo de este barco nuestra protagonista vio por primera vez la
estatua de La Libertad el 18 de abril de 1912. Sin duda fue una afortunada que
vivió una experiencia única y aterradora que, un siglo después, sigue siendo
una de las historias más míticas de la humanidad por el gran impacto mediático
que supuso en su época. Ningún barco es insumergible y la mar siempre es la que
manda sobre las obras de los hombres. Puede que nuestra querida Virgen del
Carmen, tan venerada en Marbella, le echara un cable a nuestra antigua paisana
para que sobreviviera y nos acordemos hoy de ella en su ciudad natal.
Juan Cristóbal Ortiz Parra
2 comentarios:
Bonito relato que da fe del espiritu emprendedor y cosmopolita de los Marbelleros.Gracias por contarnoslo.
Gracias Juan Cris por mantenernos informados de esos marbelleros, poco conocidos, pero que forman parte de la historia.
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