Tras atacar Pear Harbour el 7 de diciembre de 1941, el almirante
japonés Soroku Yamamoto, que conocía perfectamente el carácter de sus enemigos
americanos, planteó la posibilidad de atacar la zona continental de los Estados
Unidos, para tratar de aterrorizar a los ciudadanos estadounidenses y
desmoralizarlos con una guerra muy larga y dura que les obligara a firmar una
paz lo más pronto posible.
Para llevar a cabo este objetivo tenía que buscar la
manera de llegar lo más cerca posible a las costas de los EE.UU. de manera
discreta y lanzar a continuación un ataque rápido y efectivo. El genial
Yamamoto estudio todas las naves y medios de la Armada Imperial japonesa y
primero pensó que lo ideal para realizar este ataque era la aviación embarcada.
El problema consistía en que era imposible acercarse con los portaviones hasta
la costa oeste norteamericana. Después se fijó en sus submarinos exploradores
de la clase イ-15 (B-1), que
portaban a su bordo un hidroavión para aumentar el radio de observación por
detrás de la linea del horizonte.
Por desgracia Yamamoto necesitaba algo más que un
solitario hidroavión de exploración para llevar a cabo su plan, así que los
japoneses idearon los mastodónticos submarinos-portaviones (tipo STO) de la
clase イ-400 que hasta la llegada de los SSBN de la
clase Ethan Allen no tendrían rival en cuanto a tamaño y desplazamiento. Y es
que con estos grandes submarinos Yamamoto se adelantó en varias décadas a los
submarinos estratégicos, solo que en vez de misiles balísticos (ICBM) portarían
tres hidroaviones cazabombarderos El Aichi Seiran M6A (Niebla).
Pero mientras los astilleros de Kobe construían los イ-400, Yamamoto quiso saber si su idea se podía
llevar a la práctica y escogió al submarino de exploración イ-25 (de la clase イ-15 o
tipo B-1) para que intentara llegar hasta la costa occidental estadounidense y
bombardeara algún objetivo estratégico o industrial de interés.
El 9 de septiembre de 1942 el sargento especialista y
aviador naval de la Armada Imperial japonesa, Nobuo Fujita de 31 años, se
montaba en la estrecha cabina de su aeroplano Yokosuka E-14Y “Glen” con cierta
dificultad, pues ceñía la katana de samurái que antes portaran sus ancestros.
Era muy consciente de que estaba haciendo historia. Fujita estaba a punto de
despegar para atacar por primera vez con un avión el territorio continental de
Estados Unidos. Pensemos que hasta los atentados del 11-S ideados por Osama ben
Laden nadie había atacado jamás los EE.UU. tan directamente causando terror.
Cuando Fujita despegó bombardeó con su aeronave un
bosque de Oregón con la intención de crear un gran incendio y provocar el caos
e inutilizar esa fuente de madera para la industria de guerra americana. no
tuvo éxito. La humedad impidió que el fuego se propagase. Sin embargo consiguió
un éxito parcial en cuanto a la parte psicológica y de fondo de su misión. De
repente por todos los EE.UU. la gente veía submarinos y bombarderos japoneses.
De hecho incluso se produjo la disparatada “Batalla de Los Ángeles”, en
California, que décadas más tarde serviría de inspiración para una película de
Ciencia Ficción alienígena al más puro estilo de Hollywood.
Este ataque convenció a Yamamoto de que un gran
submarino portaviones podría, efectivamente, atravesar discretamente e
indetectablemente el océano Pacífico, y atacar objetivos en cualquier parte de
la costa estadounidense (de hecho incluso se proyectó atacar Nueva York,
Washington y Philadelphía al ver que los U-boats alemanes se acercaban a atacar
barcos en la misma costa atlántica americana). Desgraciadamente la US Navy
consiguió acabar con Yamamoto al interceptar (gracias a los Servicios de
Inteligencia que interceptaron las claves japonesas) el avión en el que viajaba
para reunirse con su Estado Mayor, con lo que los planes originales se
cambiaron. El objetivo de los イ-400 sería ahora las exclusas del canal de Panamá en vez de las ciudades y
fábricas americanas.
Finalmente el curso de la guerra estranguló el radio de
acción desde las bases avanzadas japonesas y los イ-400 acabaron siendo capturados en la mar,
tras la rendición del Japón y las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki,
cuando iban a realizar un arriesgado ataque con aviones pintados con colores e
insignias estadounidenses contra los portaviones de la US Navy.
Terminada la guerra volvemos la mirada a nuestro otro
marino japonés protagonista de esta historia. Nobuo Fujita se licenció de la
derrotada marina japonesa y se dedico a reconstruir su patria con un negocio de
metales. Pasados los años en Oregón se interesaron por la historia del japonés
que bombardeo los EE.UU. y el Gobierno estadounidense, tras garantizar a las
autoridades japonesas que Fujita no sería juzgado por crímenes de guerra,
invitó al “samurái solitario” a visitar la ciudad que fue a bombardear en la
guerra mundial. Fujita sin embargo se llevó su katana, aquella espada que
pertenecía a su familia desde hacía muchísimas generaciones y que le acompañó
durante la pasada guerra, para suicidarse con su honor de samurái intacto
(harakiri) si los yankees no cumplían con la promesa dada. Cometería Sepu-kú si
era necesario.
Cuando Fujita llegó a Oregón se quedó alucinado. Le
recibieron como a un héroe. No pudo evitar llorar y pedir perdón al pueblo
estadounidense por bombardear su país. Tras dar muchas charlas y conferencias
por todos los EE.UU. y regresar a visitar a su antiguo enemigo y hoy aliado en
varias ocasiones más, acabó regalando su querido sable samurái a los ciudadanos
de Oregón como muestra de arrepentimiento y señal de amistad entre el nuevo
Japón de la postguerra y los EE.UU. Fue el gesto de un gran samurai, un
guerrero honorable y humano que lucharía por la paz y el entendimiento como
herramientas para evitar otra guerra mundial.
Sin embargo no todo fueron flores y sonrisas en las
visitas de Fujita a los EE.UU. Un ciudadano de Brookings, antiguo marine que
luchó contra los japoneses por todas las islas del Pacífico, criticaba con
dureza a sus compatriotas en público por tratar con cortesía y admiración a un
antiguo enemigo de los EE.UU. Este marine un día visitó la biblioteca de su
ciudad y vió expuesta la katana japonesa (el alma del samurái) cedida por
Fujita en señal de arrepentimiento junto a la maqueta del イ-25 y una placa con las palabras de Fujita
pidiendo perdón. El viejo marine lloró ante la vitrina que contenía la espada
samurái y se dio cuenta que los tiempos del odio a los “japos” habían pasado.
Finalmente conoció a Fujita y fueron grandes amigos.
A la muerte de Fujita por cáncer de pulmón, su hija Yoriko
plantó un árbol del cerezo en el bosque de Oregón que su padre bombardeó
durante la guerra. Otro símbolo de paz para el futuro. Brookings nombró al
antiguo enemigo japonés hijo predilecto a perpetuidad.
JuanCris
Ortiz.
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