(Artículo publicado en el diario SUR del 7 de marzo de 2013)
No hace falta acudir a Heidegger
o Nietzsche, para que sentimientos nihilistas invadan nuestro momento presente.
Por el contrario, por mucho que leamos al viejo Epicuro y sus tesis sobre como
vivir el placer o la alegría, no serán suficientes como para devolvernos la
ilusión que hemos ido enterrando forzosamente conforme este tiempo feroz y
quienes lo dirigen, nos ha obligado a hacer.
Conformarse con la supervivencia
es ya un logro en el que todos estamos
inmersos. Quien más, quien menos, conoce a alguien de su entorno que soporta
males mayores a los suyos y eso es, por desgracia motivo de conformidad. Así
están las cosas mientras el mundo globalizado de hoy continúa mandando noticias
de escasa trascendencia y hasta ridículas, como si pretendieran, periodistas y
editores, distraernos, cual juguete nuevo ofrecido al niño que llora.
A veces me da en pensar que algo
parecido subsiste en el fondo de titulares aparatosos leídos en la prensa y
visto u oído en distintos medios. “Callemos las protestas sobre algo concreto
que no vamos a solucionar, con la información a toda plana de un proyecto ante
el que nadie podrá resistirse”…o bien : “Con estas fotos y un buen titular,
volverán a creer en nosotros y lo que prometemos que vamos a hacer”.
Hablo ahora de nuestra ciudad
porque es la que me duele y donde ocurren cosas como lo escrito con demasiad
frecuencia, o al menos con demasiada futilidad. No quiero volver a sacar a
relucir el asunto del jeque y el puerto fantástico que iba a sacarnos de la
crisis, porque ya le dediqué un artículo en solitario. Estamos a la espera de
que no ya el jeque, sino la administración correspondiente explique con
transparencia (la palabra del momento, oigan) que va a pasar con el proyecto
estrella para el Ayuntamiento y la Junta, con el que nos
distraen desde hace ya demasiado tiempo.
Me siento terriblemente ofendida
cuando leo, como he dicho con amplios titulares y fotos, la futura y próxima
creación de una Universidad Internacional en Marbella en terrenos de lo que
llamamos El Pinillo, adquiridos por una sociedad empresarial suiza. Según el
papel de la prensa que conservo la Universidad pretende ser inaugurada en septiembre
u octubre próximo.
Les confieso que en lo referente
a cultura y al vocablo Universidad soy especialmente sensible por razones que
no vienen al caso. Lo digo para expresar la emoción que dicha noticia me
produjo y la esperanza, que a pesar de mi natural desconfiado, surgió en mí.
Por fin Marbella será algo más
que lugar de ocio, sol, golf y urbanizaciones donde se camufla el dinero de
países aparentemente comunistas, me dije, mientras imaginaba aulas con alumnos
de todas nacionalidades, bibliotecas dignas, conferencias, intercambios y hasta
un Paraninfo como es debido. Soñé con la idea de que aprovecharan nuestro clima
hombres del saber para impartir clases magistrales y ocupar aunque fuese un
pequeño lugar en el variado mundo académico.
Todo eso soñaba y hasta vivía
–como dicen ahora de forma virtual-, cuando una semana más tarde idénticos
titulares exponían las declaraciones de la Junta de Andalucía, afirmando claramente que ni
un solo papel había llegado a sus manos en relación con la Universidad de mis
sueños, y que el proceso para dicha creación y posterior apertura era lo
suficientemente complicado como para hablar de que sea una realidad próxima.
Es decir, que los terrenos
pueden estar comprados (y es posible que hasta pagados) pero de ahí a que los
suizos en cuestión decidan cuando edificar algo parecido a un centro
universitario, hay una diferencia tan grande como para denominarlo por el
momento y mientras los hechos no me demuestren lo contrario, un nuevo proyecto
fantasma, como sigue siendo el puertecito de marras con jeque incluido.
Tal vez la buena fe esté detrás
de todos ellos, pero no se vive de ensueños ni de fantasmagóricos proyectos.
Porque a la larga el personal como Caperucita y el lobo, escarmentado, ve tan
solo el engaño de quienes lo anuncian a bombo y platillo para seguir todo lo
que puedan en sus sillones de mando.
Ana María Mata
Historiadora y novelista
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