13 de mayo de 2013

UN CID CAMPEADOR A LA INVERSA


(Artículo publicado en el diario SUR el 9 de mayo de 2013)
Entre las muchas cosas que de forma exageradamente memorística las escuelas de antes no enseñaban, hay algunas que por su carácter anecdótico o curioso no hemos llegado a olvidar, para desgracia de otras, quizás más importantes. Estarán conmigo en que la hazaña relatada mil veces de que Rodrigo Diaz de Vivar, el Cid Campeador, ganó batallas después de muerto, es una de las imperecederas. No sabemos en demasía detalles de la época del Cid, algunos quizás recuerden que el rey al que servía era Alfonso VI, y la célebre batalla –más o menos real- tuvo lugar en Valencia, cuando subieron a lomos de su caballo el cadáver de Rodrigo para engañar al enemigo. Suficiente como leyenda, impagable como gesto épico por excelencia.
No suele ser normal, desde luego, ganar nada cuando la Parca ha hecho su labor y aparece el tan socorrido “descanso eterno”. Hoy hemos evolucionado de tal modo que lo normal y su contrario son a veces difíciles de reconocer, como la verdad y la mentira, la justicia o la inmoralidad culpable. Pasen y vean, que voy a ponerles ejemplo de todo ello sin salir del ámbito de nuestra ciudad.

Madrid 18 de abril, Audiencia Nacional, octava sesión del caso Saqueo II. El tribunal, los fiscales y abogados escuchan las declaraciones de los acusados de desviar fondos desde el Ayuntamiento de Marbella a través de empresas municipales. El protagonista del día, ex -asesor de Urbanismo del Consistorio, Juan Antonio Roca, asegura sin que la voz le tiemble que se limitaba a cumplir órdenes del alcalde cuando estaba al frente de la empresa municipal Planteamiento 2OOO. Roca, acusado de malversación y fraude, en el primer caso de 74 millones y en el segundo de 91 millones de euros, se presenta como un obediente y simple cumplidor de órdenes. Un hombre disciplinado y siempre dispuesto a realizar única y exclusivamente lo que el alcalde le ordena. ¡A sus órdenes mi comandante! le faltó  expresar como  un cabo chusquero ante su superior. Ordenes. Obediencia. Solo eso, porque el que mandaba (dixit Roca) era Gil y nada más que él.
Puede que el mencionado alcalde, difunto señor Jesús Gil y Gil, imaginara en su febril mente muchas cosas increíbles, pero que a muchos años de su muerte lo iban a convertir en un Cid Campeador su lugarteniente y concejales corruptos, para exonerarse todos de su culpabilidad, quizás se la había escapado. Claro está que respecto a la ciudad que con tanto “interés” gobernó y dejó amplia huella, respecto a ella, digo, nos resulta un Cid a la inversa. El hombre al que  Roca y también Julián Muñoz y Marisol Yagüe, en idéntica táctica, declaran sin rubor ser el causante del embrollo mientras ellos como serviles, leales, pero ciegos y  adormecidos por el embriagante carisma del líder, no hacían más que obedecer sus tajantes mandatos de enajenar patrimonio, transferir dinero a empresas distintas, firmar cheques…en fin naderías de ese tipo.
Un cadáver muy jugoso, si señor, un Cid que le gana batallas a sus compinches desde lo alto o lo bajo de una tumba que parece no cerrarse nunca. Una excusa demasiado literaria, si valiese la expresión, para hacernos creer al pueblo de Marbella que son simplemente comparsa de una batalla en la que ellos, los tres nombrados, estaban, aunque no lo pareciera, del lado de los buenos. Como si no bastase, en el caso del gerente de Urbanismo con rastrear su faz, es decir mirar su foto, ya tan familiar. ¿Imaginan ustedes a Juan Antonio Roca, el inteligentísimo señor Roca, agachando la cabeza con humildad, y diciendo a todo “si, bwuana, lo que diga, lo que ordene,” manteniendo un respetuoso silencio, sin opinar ni dar consejos, y saliendo a toda prisa del despacho, avergonzado de lo que le mandaban hacer?
La ciudadanía ha cometido errores que ya es demasiado tarde para reparar y evitarlos. Pero que además de sufrir las consecuencias, aceptar la desgracia de haberlos conocido y permitido que nos representaran, ahora nos quieren transformar en tontos con sus declaraciones, es pasarse de la raya. Siento decirles que la ciudad espera que el proceso sea justo y reciban lo que merecen. Sin que ningún Campeador les sirva de coartada.

Ana  María  Mata 
Historiadora y novelista
       

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