1 de agosto de 2013

UNA FINCA MARBELLÍ LLAMADA “LA FONTANILLA”



Ahí la tenéis: una finca conocida como “Barronales[1] de La Fontanilla”, formada por seis hectáreas de dunas de arena, tal como era cuando la compró mi padre, Luis del Campo Olavarría -en septiembre de 1946- por 125.000 pesetas.


Sí, ahí la tenéis: un terreno apaisado que bordeaba, a lo largo de ochocientos metros, la playa de La Fontanilla –desde el “roquedo” del mismo nombre, junto al Vivero Forestal, donde había una surgencia natural de agua dulce a la misma orilla del mar, hasta la desembocadura del río Guadalpín (o Guadapín)- una franja que en su punto más ancho medía poco más de cien metros y que era agrícolamente improductiva.
Precisamente por tratarse de un erial, el anterior propietario del terreno –el farmacéutico Juan Lavigne- vió la manera de librarse de una finca que no le producía ningún beneficio cuando el “Ingeniero de Linares” le propuso comprarle una parcela de unos 5.000 metros cuadrados para construir un chalet a la orilla del mar:
-     “Mire Sr. del Campo[2], para mí no es negocio vender sólo una pequeña parte de la finca. O compra Vd. el arenal completo o no hay trato.”
El precio fijado parece hoy día ridículo, ya que serían 750 euros al cambio actual, pero, aunque era interesante, no dejaba de ser una cifra importante en aquélla época: equivalía más o menos a lo que costaba un piso nuevo de regular tamaño en el barrio de Argüelles de Madrid. Así que mi padre tuvo que pensárselo… pero no lo hizo por mucho tiempo, ya que atravesaba un buen momento económico gracias a las gratificaciones conseguidas de la Compañía La Cruz, de la que era Director a la sazón, por la buena gestión realizada en sus Minas y Fundición de Plomo de Linares.
Para que veais como era Marbella en aquella época inserto a continuación tres fotos:
-    La primera es la misma comentada anteriormente, pero despojada de la línea dibujada por mí para señalar el lindero de la finca. Es protagonista de la foto, aparte del mar Mediterráneo que la preside, la carretera de Cádiz a Barcelona, en un tramo que se extiende, más o menos, entre los puntos kilométricos 180 (derecha) y 181 (izquierda, a la entrada del pueblo). El que esto escribe se ha recorrido cientos de veces ese tramo en bicicleta –más de 200 veces por verano durante casi una decena de años. Es de destacar también, en el centro del borde derecho de la foto, un grupo de grandes árboles: se trata de unos enormes “carlitos” (eucaliptos, según la pronunciación malagueña característica de la zona) que estaban junto al límite de la finca, aunque fuera de ella, pero que influyeron mucho, sin duda, en que la zona elegida por mi padre para construir el Chalet de La Fontanilla –en medio de un gran secarral- se ubicara entre estos árboles y el mar.



















-      En la segunda foto, hecha desde el mar, se aprecia clarísimamente la finca de dunas en primer término y detrás la impresionante mole de la Sierra Blanca con el Pico La Concha a la izquierda y el Pico Juanar a la derecha. Pero la cima más alta no es ninguna de las dos citadas, sino el Pico de Lastonar, sito en el centro-izquierda.
 
Y, finalmente, el pueblo de Marbella, tal como era en 1946, con el caserío apiñado alrededor de la Iglesia de La Encarnación que era, con mucho, el edificio más importante. En el ángulo inferior izquierdo destaca el Fuerte de San Luis: una amplia construcción señorial que aprovechaba parcialmente un antiguo edificio militar y que sus dueños alquilaban por partes a los escasos veraneantes que elegían Marbella para sus vacaciones (ese verano de 1946, precisamente, estuvimos allí la familia del “Ingeniero de Linares”, Don Luis del Campo, y del “Médico de Linares”, Don Fernando Garrido).

¿Y que construyó allí Luis del Campo? Pues ahora, con dos fotos más, veréis el Chalet de La Fontanilla, tal como fué en su época de mayor esplendor, hacia 1960.

La primera foto de esta serie muestra lo que se encontraba el visitante al llegar a la casa –pero, eso sí, cuando lo hacía en avión o helicóptero, lo que creo que no sucedió nunca. Lo normal era llegar en coche, dar la vuelta a la rotonda elíptica y aparcar delante de un tramo de dos escalones (¿o eran tres?) que, bajando entre sendos macizos arbustivos, daba acceso a la puerta principal de la “mansión”. No os voy a aburrir con descripciones de cómo era la casa, y sólo señalaré que los “carlitos” de que más arriba he hablado son los que aparecen en primer término en el ángulo inferior derecho de la foto.


La segunda fotografía muestra la fachada que daba al mar, con el porche abierto de tres columnas en el que se pasaban unas tardes estupendas. Por delante de la casa se extiende el camino de bajada a la playa conocido familiarmente como “calzada romana” que estaba hecho de losas de piedra muchas de las cuales fueron transportadas y colocadas en su sitio por mi padre. Como podréis apreciar, la altura sobre la playa era importante, por lo que se bajaba con gran alegría… y se subía “echando el bofe” (sobre todo si había que transportar una sombrilla u otros achiperres). Y a la derecha de la casa, en el centro de la foto, se distingue el campo de tenis: un espacio construido en “tierra batida” que dió mucho juego… y también mucho trabajo, pues había que arreglar los baches, pintar las rayas, remendar la red, etc, etc.

 
Fernando del Campo Ruiz
Madrid, 5 de marzo de 2013
(Revisado el 22 de julio de 2013 en San Vicente de la Barquera)


APENDICE PARA CURIOSOS. Y ahora, ¿qué queda de todo aquéllo? Pues solo la memoria de unos cuantos sitios que se han marcado con (ex) en la siguiente vista sacada de Google Earth. Las casas o lugares señalados con un icono verde y los terrenos delimitados en rojo fueron propiedad de Luis del Campo Olavarria.





[1]Definición de “barrón” según el Diccionario de la RAE:
1. m. Planta perenne de la familia de las Gramíneas, con tallos derechos de cerca de un metro de altura, hojas arrolladas, punzantes y glaucas, y flores en panoja amarillenta y cilíndrica, con pelos cortos. Crece en los arenales marítimos y sirve para consolidarlos.
[2] O tal vez fué “Mira Luis, etc”. Yo no estaba allí para saberlo con certeza, porque a la sazón tenía 7 años y no asistía, como es natural, a las reuniones de negocios de mi padre.

6 comentarios:

garbiñe dijo...

Gracias por recordarnos lo que era España en aquella época y Marbella en particular.A muchos se les olvida cuanto camino se ha andado en este pais.

Anónimo dijo...

HOLA NANO,
ME HA ALEGRADO SABER DE TI COMO CRONISTA DE UNA EPOCA DE MARBELLA QUE YO TAMBIEN TUVE LA FORTUNA DE VIVIR.TODO ERA PRECARIO TODAVIA A FINALES DE LOS CINCUENTA LA AÑEJA CARRETERA NACIONAL, LOS BALONES DE FUTBOL DE BADANA,LA VIEJAS RAQUETAS DE TENIS Y AQUEL CAMPITO ¿ERA CEMENTO, ASFALTO QUE HABIA QUE BARRER DE LAS HOJAS DE LOS CALITOS. GRACIAS POR TU EMOTIVO ARTICULO.
ARTURO (PADRE)

Iara dijo...

Me fascina ver lo que era Marbella. Gracias por compartir con lo que no hemos vivido aquel entonces.

Javier Lima dijo...

Gracias Fernando por compartir con los que somos de Marbella cómo era nuestro pueblo entoces. Yo era pequeño pero recuerdo los antiguos chalets que había al bajar a la playa de la fontanilla, que junto a la del del faro supuso un lugar mágico de mi infancia.

Me gustan muchos las fotos, sería posible que las compartieras con la Asociación Marbella Activa, intentamos recuperar nuestra historia y, como no, sus imágenes para compartirlas y poder hacer un día una exposición.

Un saludo

administradores de fincas en marbella dijo...

Sin duda es un bonito relato de como era Marbella en los años 40/50/60
Preciosas fotografías, y bonito chalet el de tu familia.
Gustaría de saber que ha pasado para que ya no exista el chalet, aunque supongo que haya sido por el desenfreno masivo de la construcción turística. Aquí en Marbella como en otras partes de España y también de Portugal, muchas zonas que a penas tenían población han sido machacadas por los gurús inmobiliarios.

Un saludo

Anónimo dijo...

Yo estuve muchas veces con mi madre en la casa de D. Luís del Campo con mi madre que era de Linares y creo recordar que una de las hermanas se llamaba Cloti y recuerdo que los niños nos tirabamos rodando por la duna y recuerdo también la casa de D. Fernando Garrido y Doña Amalia