(Artículo publicado en el periódico Tribuna Express el 16 de enero de 2014)
Parece que la economía y cuanto
ella arrastra consigo empieza lentamente a mejorar. Al menos las cifras últimas
que nos muestran los medios son esperanzadoras. Un pequeño bajón en el número
de parados es suficiente para que el Gobierno lance las campanas al vuelo, y si
va unido a una reducción en la maldita deuda europea, hasta el último ciudadano
comienza a ver brotes verdes creciendo a su alrededor.
Nos hace tanta falta un poco de
optimismo que nos agarramos a cualquier clavo ardiendo aunque no estemos seguro
de si arde de verdad ni del lugar de donde procede su fuego. El hombre no puede vivir sin
esperanza y es bueno que al final de tanta negritud se atisbe esta virtud
teologal que, de igual modo que su compañera, la fe, nos convierte
momentáneamente en el niño que fuimos, cuando todo podía ser posible.
Los llamados ciclos económicos
han ido sucediéndose en el transcurso de la
Historia , y por ella sabemos que las crisis no son eternas ni inamovibles. Las
agujas de los gráficos caen en picado tanto como antes habían subido, pero si
miramos con atención, hasta las más bajas toman tiempo después la deseada
vertical.
Observo en las noticias sobre
todo esto un vocablo excesivamente utilizado, cuyo sentido deseo analizar:
Recuperación. Parece que al nombrarlo entendemos perfectamente lo que nos
dicen. Y sin embargo, creo que no es, en esencia, la palabra justa. Recuperar
algo es volver a poseerlo como antes se tuvo. Con características idénticas al que perdimos,
sean estas las que fueren. En el mismo punto en el que lo dejamos. Sin cambios
ni fisuras.
Pero nada de eso es posible,
aunque a veces tendamos a pensarlo. El viejo Heráclito nos lo viene diciendo
desde cinco siglos antes de nuestra era. “No podemos bañarnos dos veces en el
mismo río”. Y añade que esto es así porque aunque el río fuese el mismo, no lo
será el agua que contiene, cuyo fluir es incesante. Y porque tampoco nosotros,
los supuestos bañistas seríamos los de antes. “Nosotros, los de antes, ya no
somos los mismos…” escribió Gil de Biedma, un poeta, mucho tiempo después.
Las cosas vuelven, pero
modificadas. Los hechos pueden repetirse, pero llevarán la huella del cambio
experimentado en la ausencia.
Pienso que será mejor así. Que
no hace falta recuperar el derroche económico en el que nos envolvimos casi sin
darnos cuenta. En los excesos de los últimos años, cuando el dinero nos parecía
maná que caía del cielo con solo desear que asi fuera. Años en los que tener un
solo coche o una única casa era signo evidente de pobreza. Tiempo de locura
colectiva, hipotecas y viajes a toda pastilla, desenfreno de Bancos engañosos
que arrastraron a clientes a la pesadilla actual. Para endeudarnos con Europa
luego hasta llegar a temer que Frau Menkel nos arrojara de su regazo.
Lo mejor y quizás lo único que
podamos sacar de la crisis sean sus enseñanzas. Aprender a vivir de una forma
nueva y distinta no debe ser considerado como desgracia, sino como experiencia
vital enriquecedora. Habíamos optado casi exclusivamente por lo material, lo
que podía comprarse, olvidando que existen gratis cosas como el abrazo, la
sonrisa, una puesta de sol, las flores, el mar, los árboles, los amigos…y
nuestra propia vida interior.
La saturación no fue solo del
ladrillo, aunque ciertamente se abusara de él y convirtiésemos en colmenas el
entorno de nuestras ciudades.
Insaciables ante todo lo que
creímos que nos iba a hacer más felices, más seguros, y modernos, solo llegamos
al nivel de consumidores compulsivos. Empobrecidos por dentro porque la
obcecación cerraba nuestros ojos a lo
que no fuese ganar dinero con el más siempre por delante.
Nada será como antes, aunque los
problemas vayan resolviéndose. Es importante advertir que tampoco nosotros lo
somos por poco que hayamos aprendido. Dirigir la mirada hacia nuevos horizontes
y placeres distintos, hasta conseguir que una sinfonía de Schubert, por
ejemplo, un párrafo de libro o una flor que se abre, nos alegre una jornada
mucho más que un cheque bancario.
Ana María Mata
Historiadora y novelista
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